lunes, 6 de agosto de 2018

Emilio "Indio" Fernández


El inventor de México

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-08-06

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 06 de agosto de 1986 fallece el famoso director de cine Emilio “Indio” Fernández quien aportara a México unas de las películas más acabadas de la cinematografía mexicana.
En una entrevista. (1)
Nació en Minera del Hondo, Coahuila, el 26 de marzo de 1904, hijo de un general revolucionario y de su madre, descendiente de indios Kikapú. Entre las enseñanzas de sus padres y sus vivencias desde la infancia en la Revolución Mexicana es que se fue formando un carácter firme e impetuoso.
Enrolado en las tropas que respaldaron la rebelión de Adolfo de la Huerta contra el gobierno de Álvaro Obregón fue hecho prisionero pero a los pocos meses se fugó exiliándose en Estados Unidos.
Trabajó en diverso tipo de empleos en Estados Unidos para estar presente en la filmación de diverso tipo de películas. Sus primeras incursiones fueron en el área de técnicos y manuales y como extra.
Coincidentemente pudo ver primeros cortes de Eisenstein de sus películas y después el de ¡Qué viva México! de Mary Seaton, lo que le abrió la perspectiva para saber que se podía hacer cine en México de calidad sin sujetarse a los cánones de Hollywood. Aún así aprendió de los mejores directores observando su estilo de filmación.
Fue el modelo para la elaboración por Cedric Gibbons  de la estatuilla del premio Oscar.
La amnistía otorgada por Lázaro Cárdenas a los delahuertistas permitió su regreso al país.
Fernández actuó en Cruz diablo (1934), de Fernando de Fuentes, y en Janitzio (1935), de Carlos Navarro, siendo éste su primer estelar.
Al mismo tiempo que su carrera de actor comenzó a escribir guiones, y en 1941 debutó como director con La isla de la Pasión.
Formando mancuerna con Mauricio Magdaleno, escritor y dialoguista, y Gabriel Figueroa, cinefotógrafo, Dolores del Río, enorme actriz y Pedro Armendáriz, gran actor y filmaron varias películas, la primera de ellas Flor silvestre (1942) una película clásica de la Época de Oro del Cine Mexicano. 
Actuando. (2)
Después vendrá su gran éxito: María Candelaria (1943), película que obtuvo la Palma de Oro en el festival de Cannes.
Filma La perla (1945) donde analiza la miseria humana, la codicia y el poder, obteniendo una mención en el Festival de cine de Venecia (1947) y recibiendo el Ariel (1948) a la Mejor Película, Mejor Dirección, Mejor Actuación Masculina y Mejor Fotografía.
Le siguieron Enamorada (1946), El fugitivo (como actor, 1947), Río Escondido (1947), Pueblerina (1948), La malquerida (1949).
A lo largo de casi 10 años filmó diversas películas tomando como referencia experiencias revolucionarias y con un profundo nacionalismo de carácter indígena, hasta que se agotó la veta. Realizó algunas películas urbanas como Salón México (1950) que ganó el premio a la Mejor Fotografía en el festival de Bruselas, Víctimas del pecado (1951), Cuando levanta la niebla (1952), y su única película en Estados Unidos, The Torch (1950), remake de Enamorada. Luego comenzó su decadencia creativa.
Todavía filmó como director algunas películas: La cucaracha (1959), La bandida (1963), Un soldado de Pancho Villa (1967), y como actor La noche de la iguana (1964), Return of the Seven (1966), Sierra prohibida (1966).
“Al exaltar a la patria, sus filmes difundieron en el mundo lo “naturalmente mexicano” que conformó su estética fílmica: “Sólo existe un México, el que yo inventé”, llegó a decir.” (3)
Fallece el 6 de agosto de 1986 en la ciudad de México.

Agregamos una entrevista realizada por Edmundo Domínguez Aragonés publicada en 1974 en un diario no especificado y reproducida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes, publicado por PIPSA. (p. 78-81).

Nación en 1901 en Sabinas, Coahuila, y murió en México D. f. en 1986. A los doce años de edad se incorporó a la Revolución y obtuvo el grado de capitán de caballería. En Hollywood trabajó como “extra” y bailarín. Allí fue donde obtuvo su apodo. En 1939 regresó a México y actuó en el filme Corazón bandolero, primera de las 43 cintas en que participó. Como director debutó con La isla de la pasión (1941). Formó mancuerna con Gabriel Figueroa y el guionista Mauricio Magdaleno. Es autor de varias películas clásicas: Flor silvestre (1943), María Candelaria (1943), La perla (1945), Río Escondido (1945) y Salón México (1948). En altercados públicos, por su mano ocurrieron dos homicidios. Recibió numerosos premios nacionales e internacionales. Dirigió un total de 42 cintas.
 
Caricatura de Hernández. (3)
SÓLO PARA HOMBRES

La biografía de Emilio Fernández, el Indio Fernández, se integra con una amplia actividad cinematográfica que incluye la dirección, la actuación y el guión, los premiso internacionales, las borrascosas borracheras y homicidios, cuatro matrimonios, varias estancias en la cárcel, numerosos viajes y residencias en el extranjero y una mesa en el comedor de los Estudios Churubusco que se conoce como “el lugar del Indio”.
En torno a su mesa se produjeron muchos incidentes. El saludo de actores y actrices. O la insistencia de un joven para hablar con nosotros. El arribo de un hijo de Pedro Infante que se pavoneó, ante don Emilio, de andarse en riñas en defensa de él. Don Emilio le agradeció y no hizo comentario ninguno. Su aliento, casi sobre el micrófono, me calentaba la mano. Me sedujeron su simpatía, sentido del humos, bonhomía y generosidad.
¿Cómo fue su infancia, don Emilio?
Hermosa. La más feliz, porque tuve todo lo que los niños ansían: una pistola, un caballo y el campo de batalla. Esos fueron mis juguetes y los revolucionarios mis compañeros de juego. A mí me hizo el general Felipe Ángeles.
Yo soy soldado de alma, corazón y vida. Llegué a tener el grado de capitán primero de caballería, y con ese grado entré al Colegio Militar, recordando las palabras de mi general Ángeles. En el colegio tomé el arma de artillería. Después pasé a aviación. Soy fundador de la Escuela Militar de Aeronáutica. Soy piloto y tengo amigos pilotos, mis compañeros a quienes amo entrañablemente. Por ciertas circunstancias de las que no quiero hablar tuve que abandonar el ejército y emigrar. Escogí un país con un idioma que yo tendría que aprender y escogí el idioma inglés. Empecé en Estados Unidos y sufrí muchísimo en los trabajos más arduos que puede realizar un hombre: pico y pala, café, algodón, cargador, todo, pero me prometí una cosa, jamás ser lavador de platos. Yo había salvado de ahogarse a una muchacha que era la amante de Baby Face; era una mujer bellísima, Olga Freud, alemana, y ellos me invitaron a comer y me llevaron a un hotel que se llamaba Escuadra Beach Hotel. Ahí estaba una orquesta argentina, Bianco y Bachicha. Yo había estado en Argentina como agregado militar, había aprendido a bailar muy bien los bailes de allá y con esta orquesta, bailando, me llamó una persona para invitarme una copa: era Rodolfo Valentino. Me preguntó si yo era argentino, le dije que era mexicano  me dice “¿entonces por qué bailas así? “Porque estuve allá”, le respondí. Él se hizo mi amigo y me ofreció llevarme a Hollywood. Valentino andaba haciendo una gira con su esposa Natasha Ramvova e iban para Nueva York. En Nueva York él murió. Creo que lo envenenaron. Lo envenenaron porque ese hombre, ese gran hombre, despertó muchos celos. El cadáver se lo llevaron para Hollywood. Pasó por Chicago. Aprovechando el cambio de trenes que se hizo con el cadáver fui a visitarlo como toda la gente. Subí al tren lo acompañé hasta Hollywood. En el entierro me encontré muchos latinos, entre ellos estaban Alfonso Sánchez Tello, Chano Urueta, Ramón Ramos, Sandino y su hermano. Me incorporé a ellos y así empecé a trabajar en el cine. Yo ya tenía las miras de levantarme en armas otra vez, en otra revolución, después de la huertista. Adolfo de la Huerta me dijo: “No, Emilio; eso se acabé (yo ya tenía armas y todo eso). México necesita estar en paz, necesita que la gente trabaje y tú estás aquí en la meca del cine, ésa es un arma más fuerte que cualquier 30-30, máuser, o cañón. Aprende cine y ve a México a hacer cine”.
Esas palabras se me quedaron grabadas. Coincidió esto con una invitación que me hicieron para ver a escondidas una película mexicana. Yo me pregunté: ¿una película mexicana? Creíamos que nos podría filmar más que en inglés y en francés, fui a ver la película y me maravilló. Se me grabó tan hondamente lo que yo estaba viendo que dije ése es México. Si se puede hacer un cine mexicano. La película que yo estaba viendo en aquella proyección la estaba cortando, y allí estaba el señor Sergio Eisenstein; era la película Tormenta sobre México. Dije: “Sí, voy a aprender a hablar ese idioma”, porque para mí el cine es un acontecimiento.
Como falso chamán en El ringón de las vírgenes, (4)
LECCIÓN EN LA VAQUERÍA
Algunos sicólogos dicen que el machismo tiene que ver con el homosexualismo.
¡No! ¡Nada de eso! Es una mentira. El machismo es para defenderse en un momento en que lo ataque a usted, o lo insulten. Le voy a contar una anécdota, es más bien cuento.
Venga.
Cuando los norteños llegaron a Yucatán con mi general Salvador Alvarado –yo era muy jovencito, tenía 16 o o17 años de edad: le estoy hablando de 1919– se dio una fiesta, una vaquería. Todos andaban felices, bailando. Entonces a uno de los norteños le gustó una yucateca y la agarró, se la arrebató a otro, y el otro yucateco que estaba cerca del marido de la mujer le dijo: “Bochito, pero cómo te dejas que te arrebaten a tu mujer?” Respondió: “Bochito, yo prefiero que me desputen a que me desmadren”. Así es que en esos casos yo no sé si funcione el machismo o no, o si convenga o no. Nosotros abueleamos. No somos españoles, somos nietos de árabes, tenemos las mismas características, el amor al caballo, el puñal, el celo a la mujer y el celo a la propia persona. Vea usted los machetes de Aragón, de Oaxaca, maravillosos con sus inscripciones, sus leyendas que dicen: “No me saque sin razón ni me enfundes sin honor”. Ahora somos un país de copistas, de imitadores, ya los hombres no parecen hombres, parecen maricones, y las mujeres parecen hombres.
Yo fui muy pobre, lo soy y lo seré siempre porque pesa sobre mí una conciencia y ése es el complejo. No puedo con las situaciones de la vida. Recuerdo tener los zapatos con un agujero y ponerle cartones, haber conseguido, con trabajo, dinero para comprar u par de zapatos y he regresado a mi cas con un par de espuelas, porque soñaba en un caballo. Yo lavaba mi camisa en la noche para tenerla limpia en la mañana y la planchaba, y cuando tuve dinero para comprar camisas me compraba una gruesa de camisas. He tenido más de cien pares de zapatos recordando aquello. Este es el complejo que tiene uno y no se lo puede quitar. Son traumas que a uno se le meten en el espíritu desde niño. Mi padre, en un combate, me agarró y me estrujó y me dijo: “No sea usted pendejo, agáchese, escóndase, me lo van a matar, ¿y después quien sostiene a la familia?” Eso me causó un trauma. Siempre que yo veía a mi familia decía: ¡caray, yo tengo que sostenerla porque se va a morir mi papá! Desde entonces y o he querido simplificar mi vida a lo mínimo para tener los menos compromisos posibles. Sin embargo, por los complejos mismos, he creado elefantes blancos en mi vida que no sé cómo los puedo sostener. Tengo una casa que me costó toda la vida hacerla, porque yo vivía antes en celdas, en jacalitos, en cuartitos, y me hice mi casa y ahora, conforme las circunstancias actuales de nuestro México, no sé cómo hacerle, no gano para sostenerla, para pagar los prediales, y voy a tener que ponerle una bomba o vendérsela al gobierno o dejarla nada más. pero le tengo tanto cariño, ahí está toda mi vida y tengo mis animales. Yo no puedo vivir sin el canto de un gallo de pelea, el relincho de un caballo, el ladrido de un perro. Con eso me basta para vivir feliz en mi casa.
¿Padece usted de insomnios?
Sí, y me preocupan. Sé que es lógico, por la edad que tengo. Sé que la gente mayor duerme menos. Despierto completamente, me pongo a leer, me pongo a pensar. Soy una persona que desde hacer tiempo tengo que dormir con el radio puesto, es el único contacto que yo tengo con el éxito.
¿Qué oye usted en el radio?
Nada. Todo es una porquería. Lo que se dice ahí toda la noche es una bola de pendejadas, pero están vivos, están trabajando, están despiertos y les agradezco. A veces, de vez en cuando, escuchos cosas interesantes.
¿Ve uste la tele?
Nada más el box.
Yo empecé abajo en el cine. Fui extra y me fascinaba y era feliz. Fui carpintero, fui electricista y fui de técnicos y manuales. Aprendí cine viéndolo porque me interesaba muchísimo y sobre todo después de que vi la película hecha por técnicos y manuales comprendí que tenía que aprender. Cuando había llamado para alguno de los extras yo le preguntaba: “¿Cuánto vas a ganar?” Que siete cincuenta. “Te doy diez por tu llamado”. Así trabajaba para aprender. El señor John Ford nunca me saludó, y yo lo miraba como un dios. Después él llegó a considerarme como el mejor director del mundo y ser mi compadre.
"La fortaleza", su casa en Coyoacán. (5)
Sin embargo, los desnudos que aparecen en Zona roja molestaron a muchos porque esa morbosidad más que exaltar la belleza de la mujer parecía humillarla.
Lo que pasa es que ustedes tiene una mente tortuosa. Mostré la belleza de la mujer, de las prostitutas. Amo a las prostitutas. Y no hago pornografía. Exalto la belleza de la mujer mexicana, y así son las mexicanas.
¿Es usted un hombre violento?
Sumamente violento. La violencia me viene de no tolerar la injusticia. No me gusta que me molesten. Usted ha visto que aquí se acerca la gente y me saluda y yo los atiendo. Le invito una copa, a sentarse a comer conmigo. Pero que no venga un hijo de puta a mentarme la madre porque no lo tolero. El mexicano es muy macho, y el hombre debe serlo.
Viví en una casa en Hollywood y en esa casa vivía un segunda cámara, más bien eran dos segundas cámaras, y vivían con Ronald Colman esos dos segundas cámaras, ayudantes de Toland, gran fotógrafo americano de Artistas Unidos. Esos dos eran Alex Phillips y Red Toller. Eran muy amigos y tenían además allí un taller para tomar fotografías y Alex tomaba fotografías más maravillosas que Currel, que Beaton. Yo aprendí con ellos. Convencía a Alex Phillips de que viniera a México. Todavía me quedé allá, luego a Red Toller yo le presenté a Gabriel Figueroa con una carta y se hicieron los mejores amigos, tanto así que venía a ver a su entrañable amigo Alex Phillips, y a Gabriel y de paso a mí.

ALCURNIA, LA DE DOLORES
Dolores del Río en ese tiempo era la estrella y yo en la primera película que trabajé fue de extra. Aquí dijeron que aquí la hicimos. No es cierto, Dolores del Río –yo la conocí allá, a distancia naturalmente– fue una de las guapas; fue considerada como la representante de la sociedad, lo más alto de México. A Dolores del Río se la distinguió dándole las mejores películas y las más caras, con los más grandes artistas que había entonces y para eso ahí están Ramona, ahí está Ave del paraíso, ahí están las películas de guerra. Las más grandes películas las tuvo Dolores del Río, considerándola como de lo más grande que existía en la cinematografía. Tanto ella como Ramón Novarro –ése fue otro grande de allá, mexicano–. Luego llegó Lupe Vélez con un talento más grande que los dos, y arrolló, pero nunca llegó a la altura de una Dolores del Río y un Ramón Novarro. Luego vinieron otros actores. Nancy Torres y Delia Magaña fueron artistas que incursionaron allá pero no llegaron a ser los grandes, lo alto de Dolores del Río.
Digo estas cosas porque aquí siempre se ha querido menospreciar a Dolores del Río. Al principio no la querían, creían que era pocha, ahora todos aquí son pochos y la única mexicana es ella.
Dirigí la primera película que hizo Dolores del Río en México. A mí se me escogió, ella me escogió a mí para ser su director, cuando había nombres y gente con muchos intereses. Hicimos Flor Silvestre, hicimos luego María Candelaria, después hicimos Las abandonadas, más tarde La malquerida, una obra de don jacinto Benavente. Don Francisco D. Cabrera –Panchito como le decíamos nosotros–, un gran productor que no quería tenerme a mí quería a otro, pero Dolores, la señora Dolores me escogió a mí y dijo: “Si quiere reescribir todo el libreto de don Jacinto Benavente, qué le importa a usted, a usted lo que le debe importar es que le entreguen una buena película y no importa quién sea el autor, él tendrá sus razones”. Yo dije que sería una película mexicana, y va a ser una película mexicana, y no hay nadie mejor, y yo hice La malquerida. Después de La malquerida, si alguien, algún productor llegó a amarme y quererme, fue don Panchito Cabrera. Por cada una de esas películas –y yo tenía compromisos también, y la vida estaba subiendo– yo solamente gané seis mil pesos por cada cinta.
Interior de su casa en Coyoacán.
¿Influía lo bajo del pago en que usted era el adaptador, el director, el dialoguista?
Todo eso lo hice en colaboración con mis amigos: con Mauricio Magdaleno, con Pepe Revueltas. A Mauricio, que me adoraba, pero que no tenía él tampoco qué comer y nosotros lo que queríamos era hacer cine, y éramos nosotros ya bien pagados, con pensar que estábamos trabajando para una actriz como Dolores del Río era suficiente.
El cine no es el artista nada más; él lo interpreta, pero el cine es el camarógrafo, el cine es el que produce la película, lo que sea: las cámaras, los trailers, los camiones, todo; todo entra al cine porque el cine es así de grande.
Sin embargo, en momentos en que se era y se representaba una obra, o se dirigía una obra, o se le pagaba, era lo excelso, lo máximo. Se acababa la película se acababa el sueldo y veníamos a la realidad. Las más grandes, más adoradas, admiradas del mundo han sido las personas más solas, han muerto en la soledad –porque la soledad es algo nuestro y sobre todo cuando se es grande se siente uno solo si lo apartan a uno–, de la soledad viene la tristeza, y de la tristeza viene el spleen y viene la muerte, y viene el abandono absoluto, y uno quier, como María Conesa, como Dolores del Río, como María Félix, vivir con al fuerza de que fuimos –pero nosotros no queremos creer que fuimos, queremos creer que somos–. Queremos seguir ahí, sin darnos cuenta que, a pesar de ser actores, no sabemos representar nuestra propia vida, que es el más difícil de todos los papeles que puede desempeñar un actor y son muy pocos los que saben cómo hacerlo y logran la felicidad. No sabemos concluir nuestra vida y nos sentimos dolidos porque se nos trata con indiferencia y asta con desprecio, y cuando la vida se acaba y se tiene uno que morir en medio de un abandono tan bárbaro como este, el triunfo es triste, porque el pago, al final, es la tristeza.

Imágenes tomadas de:

(1) Flickr.
(5) y (6) CDMXTravel.

Con información de:

(1) Wikipedia.
(4) Domínguez Aragonés, E. (1974). Sólo para Hombres. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y Comercial. 1991. (pp. 78-81).


D. R. 2018 Darío Aguirre


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