sábado, 25 de agosto de 2018

Manuel Acuña

El poeta romántico


Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-08-25

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 25 agosto de 1849 nace en Saltillo, Coahuila Manuel Acuña, poeta y dramaturgo, uno de los más destacados y característicos del romanticismo mexicano.

Algunas referencias indican que nació o el 26 o el 27 de agosto, del mismo año.
Recibió la primera educación en el Colegio Josefino de su ciudad natal.
A los 16 años se traslada a la capital de la República pretendiendo iniciar estudios de latinidad, matemáticas, francés y filosofía, aunque llegando a inscribirse en la Escuela de Medicina en 1868.
Sin embargo, su incipiente afición a la literatura se fue imponiendo en su espíritu y, en 1869, se lanza a realizar una una prolongada y fecunda serie de colaboraciones en distintos diarios y revistas mexicanos. Manuel Acuña comienza así a colaborar en las páginas de numerosas publicaciones periódicas, como El Renacimiento (1869), El Libre Pensador (1870), El Federalista (1871), El Domingo (1871-1873), El Búcaro (1872) y El Eco de Ambos Mundos (1872-1873).
Perteneció al Liceo Hidalgo, como su amigo el poeta Juan de Dios Peza.
Funda con Agustín F. Cuenca la Sociedad Literaria Nezahualtcóyotl, que se inspira en el ferviente ideario nacionalista del escritor, educador y diplomático Ignacio Manuel Altamirano, con su deseo de lograr que las letras mexicanas fueran, por fin, la fiel expresión de la patria y un elemento activo de integración cultural. 
El 9 de mayo de 1872, Manuel Acuña pudo ver cómo subía a los escenarios mexicanos El pasado, la única obra dramática que ha llegado hasta nosotros (pues escribió otra, Donde las dan las toman, que se ha perdido).
“Violentamente romántico, este drama plantea la redención de una joven prostituta gracias al amor y, en sus páginas, pueden ya rastrearse todas las características de la personalidad humana y literaria del joven poeta; una personalidad balbuciente todavía y que, desgraciadamente y por su propia voluntad, no tendrá tiempo para llegar a sazón.
“Su apasionado y no correspondido amor por Rosario de la Peña, a la que elige como inspiradora de todos sus escritos y el objeto de todos sus sueños, le dicta el poema Nocturno a Rosario, la más popular y conocida de sus obras. Pese a cierta ingenuidad romántica, que convierte a Rosario en la musa por excelencia de las letras mexicanas, la elegancia de este poema, desprovisto de los oropeles, efectismos y exageraciones que desmerecen algunas de sus obras, puede hacernos pensar que se abría ante el joven Acuña un prometedor y esperanzado porvenir literario. Pero el sufrimiento moral puede llegar a ser insoportable, el amor desgraciado no engendra tan sólo obras dramáticas o inflamadas creaciones literarias y, por lo demás, como nuestro infeliz enamorado sabe muy bien, los héroes románticos suelen morir jóvenes; ahí están para demostrarlo las tumultuosas vidas de Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, ahí está también Mariano José de Larra llamándole desde el otro lado del Atlántico.” (1)
Privada su vida del amor de su esquiva musa Manuel Acuña decide, el 6 de diciembre de 1873, truncar las esperanzas que en él se habían depositado y cierra, con el suicidio, el curso de su existencia.
Es hasta mucho tiempo después que su obra es conocida más allá de algunos periódicos que las publicaran. 

Véase su poema Nocturno a Rosario aquí:  Vida de Peatón.

Aquí algunos de sus poemas.
A una flor
Cuando tu broche apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?
¿No ves, acaso, que esa sombra impía
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?…
¡Resucita y levántate!… Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.
Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.


Adiós a México
Pues que del destino en pos
débil contra su cadena,
frente al deber que lo ordena
tengo que decirte adiós;
Antes que mi boca se abra
para dar paso a este acento,
la voz de mi sentimiento
quiere hablarte una palabra.
Que muy bien pudiera ser
que cuando de aquí me aleje,
al decirte adiós, te deje
para no volverte a ver.
Y así entre el mal con que lucho
y que en el dolor me abisma,
quiero decirte yo misma,
sepas que te quiero mucho.
Que enamorada de ti
desde antes de conocerte,
yo vine sólo por verte,
y al verte te puse aquí.
Que mi alma reconocida
te adora con loco empeño,
porque tu amor era el sueño
más hermoso de mi vida.
Que del libro de mi historia
te dejo la hoja más bella,
porque en esa hoja destella
tu gloria más que mi gloria.
Que soñaba en no dejarte
sino hasta el postrer momento,
partiendo mi pensamiento
entre tu amor y el del arte.
Y que hoy ante esa ilusión
que se borra y se deshace,
siento ¡ay de mí! que se hace
pedazos mi corazón…
Tal vez ya nunca en mi anhelo
podré endulzar mi tristeza
con ver sobre mi cabeza
el esplendor de tu cielo.
Tal vez ya nunca a mi oído
resonará en la mañana,
la voz del ave temprana
que canta desde su nido.
Y tal vez en los amores
con que te adoro y admiro
estas flores que hoy aspiro
serán las últimas flores…
Pero si afectos tan tiernos
quiere el destino que deje,
y que me aparte y me aleje
para no volver a vernos;
Bajo la luz de este día
de encanto inefable y puro
al darte mi adiós te juro,
¡oh dulce México mío!
Que si él con sus fuerzas trunca
todos los humanos lazos,
te arrancará de mis brazos
¡pero de mi pecho, nunca!


La brisa
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.
Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?
Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.


La felicidad
Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!…
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad…!


Imágenes tomadas de:
(2) Proceso.

Con información de:

D. R. 2018 Darío Aguirre




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