Pintor inclasificable
Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
17-06-24
#Semblanza, #Efemérides,
#EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy, 24 de junio de 1991, muere el pintor mexicano Rufino Tamayo, creador
de la técnica llamada mixografía y considerado uno de los patriarcas de
la pintura iberoamericana, cuyos cuadros son de los más cotizados a nivel
mundial.
Rufino Tamayo |
Rufino Tamayo nació el 25 de agosto de 1899
en Oaxaca, pero a él le gustaba celebrar su cumpleaños el día 26, que se toma
como la fecha de la efeméride.
Hijo de Ignacio Arellanes, quien era
zapatero, y Florentina Tamayo, costurera, Rufino del Carmen Arellanes Tamayo
comenzó sus estudios en 1915 en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de la
Ciudad de México, mismos que abandonó, aunque su empeño y disciplina lo
llevaron a consagrarse en la pintura.
Pintó más de mil trescientos óleos, 20 de
ellos retratos de su esposa Olga, compañera durante 57 años; realizó además 465
obras gráficas como litografías y mixografías, 350 dibujos, 20 murales y un
vitral.
Fue director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas.
En arte |
En 1926 organizó su primera exposición individual y al poco tiempo viajó a Nueva York donde vivió una década y llegó a exponer en el Art Center.
Es autor de los murales El canto y la música, Revolución, El hombre, Naturaleza muerta, América, y Prometeo dando el fuego a los hombres, entre varios otros.
Su obra de caballete se expone en los principales museos de arte contemporáneo.
Sus murales se encuentran lo mismo en el
Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología y el Conservatorio
Nacional de Música en México, que en el Dallas Museum of Cine Arts, la
Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y en la sede de la UNESCO, en
París, mientras que su obra es expuesta en recintos tan emblemáticos como los
museos de Arte Moderno de México y Nueva York, el Guggenheim y la Philips
Collection, en Washington.
Fue galardonado con el Premio Nacional de
Ciencias y Artes, el de la Fundación Guggenheim, el internacional de la Bienal de México, el Albert Einstein del Techonio Institute de Israel y la medalla Belisario Domínguez del Senado de la República.
Perro de la Luna |
Además fue nombrado Doctor Honoris Causa por las universidades de Manila, la Nacional
Autónoma de México, la de Berkeley, la del Sur de California y la Veracruzana,
así como Caballero de la Legión de Honor de Francia.
También recibió el Gran Premio de Pintura de
la II Bienal de Sao Paulo, fue nombrado comendador de la República Italiana,
Hijo Predilecto por el gobierno de Oaxaca y el rey Juan Carlos de España le
entregó la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Senado de la
República hizo lo propio con la Medalla Belisario Domínguez y además fue
miembro honorario del Colegio Nacional, entre muchas otras distinciones.
Rufino Tamayo es uno de los pintores
mexicanos más reconocidos a nivel mundial, fue quien a lo largo del siglo XX
pudo conjugar su herencia mexicana y el arte prehispánico con las vanguardias
internacionales, en piezas marcadas por el color, la perspectiva, la armonía y
la textura.
En la opinión de Luis Ignacio Sáinz, en el
artículo Los rasgos plásticos de
Rufino Tamayo, el color y la textura son rasgos de una pintura siempre
moderna y siempre arcaica. Tamayo usa, en opinión del autor, la densidad del
color y la calidez de la textura, en diferentes medios y técnicas: óleo,
temple, grabado, dibujo, mural, mixografía, acuarela, litografía.
En su estudio |
Tamayo, agrega el especialista, “recupera el
sentido primigenio de la creación plástica: la geografía acotada del cuadro.
Cala en los orígenes de la pintura a fin de descubrir, una vez más, la
autonomía de la figura, la independencia de la composición, la libertad del
color, por encima de los significados políticos inmediatos”.
En 1981 fundó el Museo Rufino Tamayo, ubicado en el bosque de Chapultepec, al poniente del Museo Nacional de Antropología e Historia
Tamayo falleció el 24 de junio de 1991 en la
Ciudad de México.
A continuación reproducimos parte de la
entrevista realizada por el periodista Manuel García publicada en octubre de
1987 en un diario no especificado y reproducido en el libro 100 entrevistas,
100 personajes (1991).
La pintura del hombre
–¿Donde
se inicia , señor Tamayo, su formación artística?
–Estuve tres años en San Carlos,. Pero claro,
aquello era apenas una academia. Enseñaban a pintar. No gastaban el tiempo en
explorar la personalidad de uno. NI nada de eso. Simplemente copiar modelos.
Naturalmente, desde el principio no estuve de acuerdo con esa metodología. Por
eso duré muy poco en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de México. Eso
coincidió con la llegada de Diego Rivera. Creo que llegó de Europa a México
hacia 1918 o 1919. No me acuerdo exactamente. Venía, como he dicho, de Europa y
se suponía que traía ideas nuevas. Rivera promovió por primera vez cierto
interés entre los pintores jóvenes que asistíamos a San Carlos. Eso me ayudó en
el sentido de que el disgusto que tenía de asistir a la academia se convertía
en un deseo de explorarme a mí mismo. Me salía de vez en cuando de la Escuela.
Le pedía permiso a los supuestos maestros y me iba a pintar solo. Una cosa muy
interesante fue que llegando Diego Rivera acudió a la Escuela de Bellas Artes,
donde había una pequeña exposición de todos nosotros, y señaló uno de mis
cuadros y dijo: “Este muchacho sí es pintor”.
–Claro, eso me estimuló mucho. A partir de
eso hubo otra coincidencia muy importante en mi vida. En ese tiempo el
secretario de Educación Pública era José Vasconcelos. Un hombre, como usted
sabe, muy importante en la cultura de México. Yo diría incluso en América. Un
hombre que, sin tener conocimiento de las artes, pensó que había que ayudar a
los artistas. De allí nació la pintura mural. Él mismo llamaba a la pintura que
hacían Diego Rivera, José clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros: «Monotes». Quería decir que no sabía bien lo que
hacían, pero tenía el deseo de entenderlos.
Chacal |
–Esos pintores, anteriores a mí, tenían la
intención de crear la Escuela Mexicana de Pintura. Coas que a mí, desde un
principio, me pareció un error. Porque yo considero que la cultura es
universal. Que si hacemos una cultura mexicana, quiere decir que nos estamos
aislando. Que no hay de esa manera comunicación. El mismo José Vasconcelos
decía en ese momento: “Olvidémonos de lo que pasa fuera. Lo importante es lo
que vamos a hacer dentro.” Eso es ¡vamos a aislarnos!
–Yo estuve en contra de eso desde un
principio. Por eso los pintores muralistas eran mis enemigos.
–Usted, en los años 20, empieza a ganarse la
vida como profesor de dibujo. ¿qué recuerda de esa experiencia?
–Fui profesor porque tenía necesidad. Tenía que
comer. Respecto a la importancia del dibujo en la pintura muchas gentes creen
que la pintura nace del dibujo. A mí eso me parece un error. Para mí el dibujo
es uno de los tantos elementos que intervienen en la pintura. Y el dibujo
entendido a la manera académica es lo menos importante. No se trata de copiar.
Yo creo que el arte es invención. No es copia de la naturaleza. Estamos
inventado si somos artistas. Así es que a partir de estos principios yo estuve
contra esa pintura, el muralismo, siempre. ¿Por qué? Porque se refería única y
exclusivamente a la Revolución Mexicana. Y era demagógica. Y digo demagógica
porque se suponía que staba en defensa del proletario, del campesino y vemos
que el campesinado sigue igual. Es decir, eran palabras nada más.
Olga Tamayo |
–¿Qué
le parece si hacemos un breve recorrido por su vida artística? Usted, en su
formación artística, ha estado muy vinculado con Nueva York. ¿qué ha supuesto
para usted esa ciudad?
–Mire usted, Nueva York fue mucho muy
importante para mí. En México, en realidad hasta el momento de irme a Nueva
York, yo creo que no sabíamos muy bien lo que era la pintura. Los que hablan de
los murales prehispánicos –que son por cierto muy bonitos ahora, porque la
humedad les ha dado texturas– exageran las cosas. A mí me parece que el arte
prehispánico era muy importante en arquitectura y escultura. Pero no en
pintura. La pintura era decorativa. Era plana. Con colores muy limitados.
Ahora, insisto, se ven muy bonitos, porque se han descascarado. Y tienen
texturas muy interesantes. Pero yo niego que los prehispánico fueran pintores.
La pintura nos viene de Europa. Con la llegada de los españoles. Empezamos, con
ellos, a sentir lo que era la pintura. La escultura y la pintura, sabíamos que
era excepcional. Grandiosas. Algo que no se ha valorado debidamente.
–¿Usted
accede, hacia 1932, a la jefatura de Artes Plásticas de la Secretaría de
Educación Pública de México?
–No es cierto eso. El nombramiento fue un
accidente. Yo fracasé en mi primer viaje a Nueva York. A pesar de que tuve buenas
críticas. Mire usted, yo me fui con el músico mexicano Carlos Chávez. Los dos teníamos las mismas
ideas. Él en la música. Y yo en la pintura. Nos fuimos juntos a Nueva York.
Fracasamos juntos durante los dos primeros años. Él regresó a México. En ese
momento había, en mi país, una señora que quería impulsar las artes. Era la
hija del que hizo el Monumento a la Independencia… Ella organizó la Orquesta
Sinfónica de México. Y como Carlos Chávez era el músico más aventajado, lo hizo
el director de la orquesta mencionada. Allí, Chávez resolvió sus problemas.
Porque era un hombre muy activo y un gran organizador. Lo hizo muy bien y desde
ahí se puso en contacto con músicos de todas partes. Él resolvió sus problemas.
Yo seguí descontento y me regresé a Nueva York. Me tocó el infortunio que al
volver da Nueva York fue la crisis famosa del “crac del veintinueve”, la crisis
terrible de Wall Street. Así pues me fue peor. Otros dos años. Al regreso me
nombraron no director de Artes Plásticas, sino director de la Sección de Dibujo
de las escuelas. Cosa que no me gusta que esté en mi currículum, pues fue un
empleo sin ninguna importancia. Además duré muy poco en ese trabajo.
–En los
años 30 y 40, prácticamente vive usted en Estados Unidos de Norteamérica.
Usted, además, fue testigo del cambio de la pintura realista estadunidense,
como Ben Shan, al expresionismo abstracto americano, Pollack, De Kooning,
Tothko, etcétera. ¿Le influyó este cambio pictórico en su formación artística?
–Me dio gusto comprobar ese cambio. Yo sobre
Estados Unidos de Norteamérica tengo una teoría. Por lo que respecta al tema
pictórico del que habla usted. Se habla siempre de que Estados Unidos de
Norteamérica no tiene tradición. Y en el fondo hay una cierta verdad en esa
afirmación. El valor de estos pintores consiste en que dijeron: “Muy bien, no
tenemos tradición. Vamos a iniciarla”. Y se pusieron a trabajar en el arte
abstracto y lo hicieron muy bien. Yo creo que los pintores estadounidenses
contemporáneos son muy buenos. Pero a base de eso: “No somos nada, vamos a
hacerlo”. Y lo lograron.
–En 1948 tiene lugar la primera muestra
Retrospectiva de Rufino Tamayo en el Palacio de Bellas Artes. ¿Supone el
reconocimiento de México de la obra de Tamayo? ¿Empieza con su pintura de
entonces una nueva etapa del arte mexicano?
–Yo, en cierta forma, fui el iniciador de la
libertad en el arte en mi país… le vuelvo a repetir. Con ello no quise hacer
escuela. Pero me parecía de justicia, pues, que la pintura se hiciera a base de
libertad. Ahora la libertad existe. Todos estos jóvenes de ahora ya pueden
seguir sus propios caminos. Ahora no hay una sola idea central. Como decía
entonces David Alfaro Siqueiros en aquel manifiesto de “No hay más ruta que la
nuestra”… Por favor, en arte eso no se puede decir.
–Pasemos
a su presencia artística en Europa. En 1950 expone usted, por vez primera, en
la Bienal de Venecia ¿Qué recuerdos tiene de aquella experiencia?
–Sí, expuse en aquellas fechas en Venecia. En
ese tiempo privaban varios pintores europeos importantes como Giorgio de
Chirico. Yo conocí precisamente a Chirico en Venecia. Sé que estuvo en mi
exposición en la Bienal. No le pregunté directamente a él su opinión sobre mi
obra. Lo hice al conservador de la Bienal. Y me dijo que la impresión había
sido muy favorable. Fue una cosa muy importante para mí el contacto con Europa.
Artistas, por cierto, a los que conocí , a muchos en Nueva York, pues durante
la Segunda Guerra Mundial yo vivía en la capital neoyorquina, adonde había
emigrado buena parte de los artistas de la vanguardia histórica europea. Ese
fue el momento extraordinario, culturalmente, en Nueva York, Allí conocí a casi
todos los pintores importantes de origen europeo. Fui amigo de Braque, Leger,
Tanguy, etcétera. De una serie de artistas que se refugiaron allí y compartimos
el tiempo juntos…
–En
1952, Señor Tamayo, termina usted el mural del Palacio de Bellas Artes de la
ciudad de México. ¿No supuso para usted todo un reto hacer un mural frente a
los grandes maestros del muralismo mexicano: Orozco, Rivera y Siqueiros?
–Ese mural al que usted se refiere es uno de
los murales menos malos que he hecho en mi vida. Y claro está, debo confesarle
que, en lo que se refiere a la conquista de América, yo estoy de parte de los
indios, porque mi origen es indio, pero yo considero que el padre de México es
Cortés. Indiscutiblemente. A pesar de todo. Es decir que tenemos un padre al
que podemos odiar, pero es el que hizo la nacionalidad mexicana. Allí está en
ese mural el hecho de que le estoy hablando. Ve usted que es una mujer india pariendo un niño que
es de dos colores: blanco y color tierra. Ese es el mexicano. Los mexicanos.
Los mexicanos tenemos el compromiso con el padre que es Cortés,
indiscutiblemente… Sí y con la madre… la madre es la madre.
–De
todas maneras ese mural exige una lectura lenta, profunda, compleja.
–Sí, es cierto. Cuando yo lo estaba haciendo,
estaba pintando su mural Rivera en la parte de arriba. Él criticaba el hecho de
que en mi mural apareciera el español poniendo una columna sobre os escombros de
la arquitectura mexicana. Y yo le explicaba que eso era muy sencillo. Es la
cultura occidental que se viene a superponer sobre la cultura prehispánica. Está
clara la cosa.
Museo Rufino Tamayo |
Aquí la página del: Museo Tamayo.
Con información de:
(1) Rufino Tamayo.
(2) García, M. (1991). La pintura del Hombre. Entrevista contenida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y Comercial. 1991. (pp. 244-247)
D. R. 2017 Darío Aguirre
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