Pollitos en fuga
Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
21-05-31
21-05-31
La Real Academia Española define farsa, en su segunda entrada, como “acción para aparentar o fingir”.
Mucho en la educación en México, debido a que es tomada como botín político, es una farsa. Aparenta ser, pero no termina de ser. Hay muchos profesionales involucrados comprometidos, millones de maestros y directivos, pero debido a las decisiones políticas sus esfuerzos se ven minados, o, al menos, disminuidos. Aunque oficialmente se diga en el discurso que funcionan, hay aspectos de la educación en México que no funcionan.
Uno de los aspectos de la farsa mencionada es la duración del calendario, que ha ido variando en los últimos años entre 180, 190 o 200 días (el ciclo 2020-2021 de 190 días), o lo que se quieran ajustar a capricho de las autoridades en turno. El periodo vacacional se ha reducido y se ha pretendido, en administraciones pasadas y por compromisos internacionales con la OCDE, que el calendario sea del mayor número de días posible. Ello implica intereses internacionales que interfieren o afectan en los procesos educativos nacionales. Y al respecto no hay pruebas contundentes de que a más días de clase los chicos aprendan más.
Por otra parte, en los niveles medio y superior se da un número determinado de clases y unas dos semanas después se entregan las calificaciones a los alumnos, tal vez un poco más en algunos casos. En ese periodo posterior los estudiantes no tienen que acudir a la escuela, aunque las instalaciones siempre están abiertas para cuestiones administrativas, cursos optativos o eventos culturales.
Lo más contradictorio y absurdo de un calendario tan largo en la educación básica, preescolar, primaria y secundaria, es que las calificaciones se entregan, por parte de profesores a autoridades, al menos cuatro semanas antes de que termine el curso oficialmente, lo que provoca que, al ser conocidas por los estudiantes, los alumnos abandonen la escuela, negándose a asistir más a clases, lo que llamo síndrome de “Pollitos en fuga”, y que los alumnos comiencen sus vacaciones dos o tres semanas antes del que termine el periodo oficial. Desde que entré al sistema en 2012, en diferentes escuelas, siempre he visto ese fenómeno, las últimas tres o cuatro semanas el ausentismo va aumentando, aunque nadie hable de él como situación grave de la educación. Es un desastre quedarse, en menos de una semana, con 20 alumnos en toda la escuela (siendo el número original de 700-800 alumnos), con 50 maestros tratando de atenderlos, claro, distribuidos en los diferentes horarios.
Por cierto, esta conducta de “pollitos en fuga” es tomada en cuanta por escuelas particulares para dar cursos de verano adelantados, lo que hace que los alumnos menos quieran acudir a clases.
Además de lo anterior, el día del cierre de clases, cuando se debe realizar la ceremonia de fin de curso, acuden muy pocos alumnos y más por que quieren recibir sus documentos oficiales que por otra razón. La falta de un cierre oficial crea una sensación de vacío. Todo proceso humano necesita apertura, desarrollo y cierre. El mal cierre que se da debido a la entrega temprana de las calificaciones provoca que no todo vaya bien. Ese aspecto no se toma en cuenta ya que la mayoría no conoce la necesidad humana de cierre.
Es cierto, se ha pasado de las actividades de verano a que en las últimas semanas se realicen “Clubes” y otras actividades, pero con muy pocos alumnos no se puede llevar a cabo ninguna actividad realmente, sobre todo por que no son los mismos alumnos siempre. Se dan cursos fragmentados, ya que unos alumnos aprenden un tema y otros otro o hay que repetir lo que no vieron antes los que ahora sí llegaron. Ha sido un milagro la realización de productos tanto en los anteriormente llamados “cursos de verano” como en los “clubes” o en posibles futuras “actividades de cierre”.
En una próxima entrega comentaré otro aspecto que hace que nuestra educación tienda a ser una farsa.
Imagen tomada de: El periódico.
D. R. Darío Aguirre 2021
Por otra parte, en los niveles medio y superior se da un número determinado de clases y unas dos semanas después se entregan las calificaciones a los alumnos, tal vez un poco más en algunos casos. En ese periodo posterior los estudiantes no tienen que acudir a la escuela, aunque las instalaciones siempre están abiertas para cuestiones administrativas, cursos optativos o eventos culturales.
Lo más contradictorio y absurdo de un calendario tan largo en la educación básica, preescolar, primaria y secundaria, es que las calificaciones se entregan, por parte de profesores a autoridades, al menos cuatro semanas antes de que termine el curso oficialmente, lo que provoca que, al ser conocidas por los estudiantes, los alumnos abandonen la escuela, negándose a asistir más a clases, lo que llamo síndrome de “Pollitos en fuga”, y que los alumnos comiencen sus vacaciones dos o tres semanas antes del que termine el periodo oficial. Desde que entré al sistema en 2012, en diferentes escuelas, siempre he visto ese fenómeno, las últimas tres o cuatro semanas el ausentismo va aumentando, aunque nadie hable de él como situación grave de la educación. Es un desastre quedarse, en menos de una semana, con 20 alumnos en toda la escuela (siendo el número original de 700-800 alumnos), con 50 maestros tratando de atenderlos, claro, distribuidos en los diferentes horarios.
Por cierto, esta conducta de “pollitos en fuga” es tomada en cuanta por escuelas particulares para dar cursos de verano adelantados, lo que hace que los alumnos menos quieran acudir a clases.
Además de lo anterior, el día del cierre de clases, cuando se debe realizar la ceremonia de fin de curso, acuden muy pocos alumnos y más por que quieren recibir sus documentos oficiales que por otra razón. La falta de un cierre oficial crea una sensación de vacío. Todo proceso humano necesita apertura, desarrollo y cierre. El mal cierre que se da debido a la entrega temprana de las calificaciones provoca que no todo vaya bien. Ese aspecto no se toma en cuenta ya que la mayoría no conoce la necesidad humana de cierre.
Es cierto, se ha pasado de las actividades de verano a que en las últimas semanas se realicen “Clubes” y otras actividades, pero con muy pocos alumnos no se puede llevar a cabo ninguna actividad realmente, sobre todo por que no son los mismos alumnos siempre. Se dan cursos fragmentados, ya que unos alumnos aprenden un tema y otros otro o hay que repetir lo que no vieron antes los que ahora sí llegaron. Ha sido un milagro la realización de productos tanto en los anteriormente llamados “cursos de verano” como en los “clubes” o en posibles futuras “actividades de cierre”.
En una próxima entrega comentaré otro aspecto que hace que nuestra educación tienda a ser una farsa.
Imagen tomada de: El periódico.
D. R. Darío Aguirre 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario