Creador de la Homeopatía
Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
17-04-10
23-04-10
Nota:
Debido a que Google y Facebook consideran "viejas" las publicaciones de
antes del 2020 nos vemos en la necesitada (y el gusto) de publicar
nuevamente todas las entradas importantes, como las semblanzas, para que
puedan ser "vistas" por esos sistemas y puedan ser compartidas. Esta
entrada, en particular, ha sido ampliada con información que no estaba
contenida en la original.
#Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 10 de abril de1755 nace en
Meissen, Alemania, Samuel Hahnemann, médico que retoma el modelo de la curación
por el semejante y creador de la Homeopatía.
El
doctor Samuel Christiano Federico Hahnemann Spiess nació el 10 de abril de 1755
dentro de un ambiente promisorio a su preparación intelectual: su padre era
pintor dueño de una fábrica de porcelana en su ciudad natal bajo la protección
de Federico el Belicoso. En esa época era importante la fabricación de
porcelana, ya que se competía por el mercado dominado desde hacía siglos por
los chinos. Roger Larnaudie anota en su biografía sobre el gran médico que:
“Tres grandes acontecimientos dominan en la historia de Sajonia,
hechos que repercutieron en el mundo lo mismo que las revoluciones. La
conversión al luteranismo, en el siglo XVI; la invención de la porcelana, en el
siglo XVIII y en el siguiente, el descubrimiento de la Homeopatía.” (2)Samuel Hahnemann. |
En la
fabrica de porcelana de su padre Hahnemann aprendió el manejo práctico de
sustancias de la química de su tiempo, la preparación meticulosa, prácticamente
alquímica, de esmaltes en “secreto” (para evitar la competencia, proteger la
propiedad intelectual e industrial diríamos hoy). Además su padre lo orientó en
la educación de las humanidades greco-latinas, en la química y la física. A los
doce años de edad podía sustituir a su maestro de griego en la clase:
“Su padre insistía en darle cada día lo que llamada ‘su lección de
pensar’ de media hora, en donde la unión de la inteligencia y de esfuerzo mental
conducían a la concentración.” (3)
Dedicado
diariamente al estudio Hahnemann compensaba su debilidad física y aprendió
varias lenguas: alemán, latín, francés, italiano, español y griego, pero
también leía en hebreo, árabe, sirio y caldeo. Obviamente esa variedad
lingüística le dio una versatilidad de pensamiento, una capacidad enorme de
percibir el mundo de forma global y desde muchos puntos de vista, así como una
gran capacidad de análisis y síntesis que le serían útiles más adelante.
Monumento a Hahnemann en Washington, D. C. |
Debido
a sus antecedentes de servicio familiares y después de un descalabro económico
de su padre, Hahnemann recibió una pensión del rey de Sajonia para ir a
estudiar a Saint-Afra, una escuela situada entre la catedral y el castillo de
Albrechtsburg, dedicada especialmente a los hijos de nobles, aunque Hahnemann
no lo era. Allí destacó como estudioso, tenía a su disposición toda una gran
biblioteca, donde leyó mucho de química, pero era rechazado por todos sus
compañeros, quienes tenían un futuro asegurado dada su alcurnia. Como discurso
de despedida de esta escuela, antes de ir a la Universidad, costumbre de
aquella época, nuestro joven maestro eligió el tema “La curiosa formación de la
mano”, que expuso en latín, en donde reflexionaba filosóficamente sobre la
utilidad, importancia y carácter de ella, adelantándose a muchos otros como
Marx y Vigotsky, un tema sin duda sobresaliente para su edad.
Monumento a Hahnemann en Washington, D. C. |
Samuel
decide ir a Leipzig, ciudad universitaria, cuna del intelectualismo de su
tiempo, y estudiar medicina, lo que hizo durante dos años. Allí conoce las
diversas teorías dominantes sobre la salud y la enfermedad, sobre lo científico
y lo no científico. Unas corrientes chocaban contra otras en franca oposición y
exclusión mutua, siendo dominantes las corrientes de la materia y las del
espíritu. Allí conoce el vitalismo y el organicismo.
Existían
además diversas escuelas como la humoral; la de la irritabilidad de Brown y la
del espasmo de Federico Hoffmann (que también se había dedicado a la “patología
demoníaca y al movimiento mórbido) y la de Cullen; la del sensualismo,
dependiente de la filosofía de Condillac y los naturalistas filósofos
observadores; y la de los historiadores, que recordaban los grandes estudios de
la antigüedad y reaccionaban contra los que despreciaban a los antiguos.
Además
de la proliferación de múltiples corrientes el cartesianismo había dado el
beneficio de la observación y de la investigación del conocimiento. Si por un
lado el nuevo científico se rehusa a admitir lo que él no percibe, por otro se
ve obligado a hacer más penetrantes los medios de percepción. Se crea el
experimento.
Continúo
estudiando y dedicándose a la traducción de libros. Conoció de Stahl la Teoría
Vitalista; de Van Helmont su farmacología; de Paracelso conoció su teoría del
macrocosmos y el microcosmos, así como su homunculus y la alquimia. En
Saint-Afra ya había leído de la alquimia y la cábala:
“…donde estudió la teoría de
los elementos, de la sal, del azufre y del mercurio colocados bajo la
dependencia sideral de las esencias, de las entidades reales, causas de las
enfermedades, la de los espíritus y de los demonios” (2, p. 43);
de
Cardan estudió su teoría de la diagnosis, conoció las doctrinas de Cornelio
Agrippa, de Rosa-Cruz y de las sectas masónicas y muchísimas otras lecturas.
Stahl
(1650-1734) fue un médico del duque de Sajonia-Weirmer. Admitía la unión del
cuerpo y del alma y declaraba que la materia tenía su alma propia:
“Conocido es el principio flogístico de Stahl para explicar los
fenómenos caloríficos, y que suponía formar parte de la composición de los
cuerpos, desprendiéndose de ellos durante la combustión. Esa llama era el alma.
“Stahl refutaba las teorías galénicas que hacía reposar la enfermedad
en el vicio material nacido de nosotros y que era preciso expulsar, y también
en un veneno mórbido. Estimaba que la naturaleza no enfermaba más que por la
alteración de sus disposiciones. Esta alteración del movimiento vital es la que
crea la enfermedad o como él decía: ’la idea turbulenta que tiene la naturaleza
de la administración de la economía animal’ “ (2, p. 41)
Con el
fin de poder practicar con enfermos Hahnemann, en 1777, pide consejo a su maestro de patología
quien le entrega una recomendación dirigida al doctor Querin, Jefe del Hospital
de los Hermanos de la Misericordia en Viena. Debemos hacer notar que la
práctica con enfermos estaba reservada a barberos y boticarios en la época que
estamos considerando. Tocar un enfermo era de poca categoría para el médico.
Como
Samuel había sido víctima del robo de sus únicos ahorros tuvo que traducir
rápidamente una obra en pocos días y completar el pasaje contratándose como
traductor en la empresa naviera.
Ya en
Viena continuó sus estudios y conoció al farmacéutico del hospital quien le
explicó que no existía el conocimiento de qué efectos tenían las sustancias con
que se pretendía curar, que la medicina de su tiempo era un azar.
Tradicional vehículo del medicamento homeopático: glóbulos o "chochitos" de lactosa. |
Querin
le había hablado a Hahnemann sobre las curaciones realizadas por Mesmer con un
imán, sin suministrar sustancia alguna al enfermo, y aunque no había un
principio que justificara la curación, se interesó por el fenómeno:
“Samuel creía que en ese imán, cuyo extremo se dirigía siempre hacia
el mismo punto del espacio, había un fluido, una especie de alma de esa
materia, el “spiritus purus” de Hipócrates, y que en su empleo quizás hubiese
un medio de curación” (2, p.67) Conocimiento que no pudo comprobar.
El
mismo doctor Querin lo instó a abandonar el hospital y lo recomendó a un noble.
Hahnemann pasó al servicio del barón Samuel de Bruckenthal un hombre extremadamente
sano, pero comprendió Hahnemann, de 22 años, que no era su camino la vida
cómoda que el barón le estaba entregando, un lugar donde solamente se dedicaba
a cuidar colecciones de monedas y libros (que aprovechó para leer), alimentando
su ego, por lo que, después de dos años, abandonó los lujos y se fue a la
Universidad de Erlangen, para hacer su tesis de doctor en 1779.
Se
lamentaba de que llevaba 5 años estudiando y no se había graduado, cuando que
la mayoría de sus compañeros médicos lo hacían después de 6 meses de estudio.
Se graduó con la tesis “Consideraciones sobre las causas y tratamiento de los
estados espasmódicos”, sobre la irritabilidad y los espasmos, basado en lo
estudiado en los escritos de Brown y Cullen.
Hahnemann,
religioso creyente en Dios y en el alma, pensaba que la medicina debía
intervenir con más utilidad en las enfermedades que las acciones piadosas de
los religiosos que atendían enfermos, como había visto en Viena, por lo que
decide trabajar en un manicomio.
Algunas
inquietudes filosóficas que explicaban los desordenes “del alma” pretendía que
todo era mecánico, incluso el pensamiento:
“que la vida era como un movimiento venido del exterior y que
estimulaba la irritabilidad corporal, que residía en los músculos del cuerpo. Y
otros estimaban que el principio de la vida existe solamente en el alma, que se
confunde con el cuerpo. Por último, también otros afirmaban que había un alma
para el pensamiento y un principio vital para la vida corporal.” (2, p. 68)
El
contacto con el sistema “hospitalario” del manicomio fue un enorme impacto para
Hahnemann. Era un lugar de tortura y no de cura, pacientes enjaulados,
amarrados, verdugos con varillas de hierro prestos a aplicar la “terapia”,
golpes y gritos de pánico. Se lanza entonces contra el sistema y las costumbres
y decide aplicar el trato amable y amigable como terapia, con lo que logra
varias curas.
Necesita
aprender a curar realmente y se marca un nuevo camino: primero investigar las
sustancias, los remedios de su época y sus componentes, en una palabra, la
farmacopea. Entra en contacto con hombres especializados en las materias que le
atraen: física, química, historia natura, mineralogía, y se hace de clientela
para su práctica médica.
Se le
hace manifiesta entonces una nueva contradicción de la medicina, mientras que
los teóricos de moda se disputan el poder, los prácticos continúan
administrando los remedios del pasado: laxantes, vomitivos, diuréticos,
sudoríficos, resolutivos carminativos, cefálicos nerviosos y antiepilépticos, hipnóticos
anodinos, astractivos y diatersivos, evacuantes, purgativos, depurantes,
aperitivos, meisisivos, etc.
“La mayor parte de los remedios tenía por base venenos violentos,
dados en dosis importantes y en netamente tóxicas. Los boticarios son los maestros
y corrigen las recetas de los médicos para el mayor efecto en los enfermos.”
(2, p. 68)
Y
todas las sustancias se daban mezcladas, un verdadero revoltijo.
Por
ello Hahnemann se dedica a estudiar química, para conocer con exactitud la
composición de las substancias. Investiga con tendencia biológica: ¿qué
reacciones se provocan en el organismo por la absorción de sustancias?
Materia Médica, libro fundamental para el médico homeópata. Contiene la colecta de síntomas que producen los medicamentos preparados homeopáticamente en el hombre sano (experimentación pura). |
Se
instala en Dessau, cerca de las minas de Harz, donde investiga cómo se emplea
en su época el carbón mineral para calentar y qué hacer para que sea más
eficiente como combustible casero. Analiza el vino y el arsénico, siendo
pionero en estos estudios.
En esa
ciudad conoció a un boticario llamado Hassler, que sabiéndolo médico graduado,
y él, siendo dueño de una botica, le presta incondicionalmente un laboratorio
de química ampliamente equipado. Poco tiempo después desposaría a su hijastra,
Leopoldina Enriqueta Hassler-Küchler, con el joven médico (a los 26 años).
Ya
casado trabajó en Gommern un pequeño pueblo cercano a Dessau, donde notó que
existían grandes condiciones de insalubridad, hábitos de suciedad, falta de
limpieza generalizada, entre los enfermos, en las casas y en las calles, por lo
que propuso la higiene como método preventivo. Escribió un libro llamado El
amigo de la salud: “aire, luz y sol son los tres elementos bien hechores que
dios extiende generosamente por la tierra”. (2, p.99)
En
Gommern pudo experimentar y probar las sustancias preparadas por él mismo para
descubrir sus efectos y posibles propiedades curativas. Cada vez que lograba
una curación estudiaba el caso a detalle para descubrir las verdaderas razones
de la cura, ya que no existían explicaciones convincentes en los manuales de su
tiempo.
Después
de mucho trabajar viaja a Dresde donde se encuentra al doctor Wagner en quien
suponía encontraría la fuente de la inspiración para la curación de los
enfermos: ¡gran decepción!, la curación era una meta azarosa y ocasional, por
lo que regresa a Leipzig, en la búsqueda del método anhelado y continúa sus
lecturas. Cuando el Director de Salud Pública se enfermaba Hahnemann lo
sustituía.
Con
años de ejercer la medicina le pasó que no pudo curar a un amigo y murió
(1787), por lo que abandonó la medicina, negándose a emplear los métodos
agresivos que se usaban en su época, con desconocimiento total de cómo curar,
pero siguió estudiando todo lo relativo a la medicina, física, química,
biología y todo lo que podía destruir al hombre o revitalizarlo, por lo que se
dedicó a traducir libros de medicina.
Organón de la Medicina, que contiene la filosofía y observaciones del creador de la Homeopatía. |
Varios
años después escribiría en su Organón, en 1833 sexta edición, obra fundamental
de la Doctrina homeopática, sobre la curación a lo largo de la historia hasta
sus días: “... diversos modos de pensar originaron infinidad de doctrinas y
teorías sobre la naturaleza de las enfermedades y sus remedios, creando sistema
en abierta contradicción los unos con los otros y aun consigo mismos...
“Al lado de esas teorías y sin ninguna dependencia de ellas, se fue
creando un método [de curación] que consiste en administrar y aplicar mezclas de medicamentos
desconocidos a distintas clases de enfermedades arbitrariamente administradas,
en contradicción siempre con la naturaleza y la experiencia, y por
consiguiente, sin resultado ventajoso.”(1)
Como toda absorción de substancias medicinales de su época ocasionaba
fenómenos extremadamente variados y distintos, las personas adquirían nuevos
síntomas que no tenían antes de iniciar un “tratamiento”, y el médico tomaba el
efecto por la causa y los síntomas que más se marcaban servían para designar cada
substancia pero no para curar la enfermedad. Una curación a principios del
siglo XIX era un verdadero milagro.
En esa época el médico:
“Considera las enfermedades de lesión externa como puramente locales,
aisladas e independientes del resto del organismo y cree haberlas curado
haciendo desaparecer esta manifestación externa por medio de los tópicos que
casi siempre provocan metástasis. No sabiendo qué hacer contra la enfermedad
que no cede o que se agrava tantean modificarla por los alternantes, principalmente
los calomelanos, el mercurio corrosivo y otras preparaciones mercuriales a
grandes dosis, que sólo minan la existencia.
“Volver incurables, si no es que mortales, el noventainueve por ciento
de las enfermedades crónicas debilitando y atormentando sin cesar al ya agotado
enfermo, o provocando nuevas y más temibles afecciones medicinales, tal parece
ser el objeto de los funestos esfuerzos de la antigua medicina, la Alopatía,
objeto fácilmente accesible con sólo seguir los métodos acreditados y no escuchar
la voz de la conciencia.”(1, p. 8)
Por lo
anterior, aún sin ejercer realizó trabajos científicos y múltiples
traducciones.
Corría
el año de 1779 cuando tradujo la Materia Médica de Cullen, de quién ya había
leído obras, donde hablaba sobre el espasmo. Cullen decía que la quinina,
siempre amarga, utilizada frecuentemente para curar el paludismo, criaba en el
estómago del enfermo una substancia contraria a la calentura. Hahnemann no
estuvo de acuerdo, por lo que decidió probar él mismo la quinina sin estar
enfermo y descubrió que adquiría los síntomas parecidos a los de las fiebres
intermitentes del paludismo y que al dejar de tomarla sentía otra vez la salud.
Usó lo que ahora se conoce como experimento de reversión A-B-A-B, en el cual se
determina un estado base inicial, se aplica el tratamiento y se revisan sus
efectos, se regresa a la condición inicial sin el tratamiento, se vuelve a
aplicar el tratamiento, se quita, y así sucesivamente.
En la
traducción de dicha obra agregó un ensayo con sus observaciones.
Siguió
experimentando con otras substancias y plantas como ipecacuana, azufre,
mercurio, belladona, digital, plata, oro, sal común y otras, y se dio cuenta de
que el azufre produce una erupción cutánea semejante a la que el mismo azufre
tiene propiedad para curar. El mercurio, en su poderosa acción sobre el
organismo, desarrolla síntomas análogos a los que ordinariamente hace
desaparecer. La belladona provoca una erupción en placas de color rojo oscuro,
acompañadas de síntomas que le son característicos y que también puede curar.
Al experimentar (o probar) una sustancia, siempre se producían los mismos
efectos, los cuales se retiraban en ausencia de ella.
¡Los
mismos efectos eran producidos en todos los experimentos con la misma
sustancia!
Se
afanó en buscar una ley racional de curación que estuviera presente en los
escritos que traducía, primero, y posteriormente a pensar en dónde se
encontraba en la experimentación que realizaba, en un proceso de síntesis de
información.
Dentro
de una concepción vitalista, realizó un triple descubrimiento:
a) la
investigación científica y sistemática de las sustancias de la naturaleza
(treinta años antes que Claude Bernard lo hiciera en la fisiología),
b) la
experimentación en el hombre sano, la llamada experimentación pura (Bernard
llegaría a hacerlo con animales),
c) y
la aplicación práctica de la Ley de curación de la medicina, lo semejante se
cura con lo semejante. El remedio que cura es aquel que facilita la aparición
de síntomas semejantes. El cuerpo humano era el elemento sensible a las
sustancias y objetivaba su acción por medio de síntomas.
El medicamento homeopático se prepara de sustancias naturales sometidas a ciertos procedimientos. |
En
1791 publica sus descubrimientos.
Antes
que Hahnemann, Hipócrates (460-370 a.C.) ya había dado a conocer los tres
principios para obtener la curación:
1. La
Naturaleza se cura por sí misma.
2. La
Ley de Similitud.
3. La
curación por el contrario.
Paracelso
(1493-1541), un médico y alquimista, que poseía una concepción del universo
integradora, hablaba de la semejanza entre el Hombre y el Universo, afirmaba que estas relaciones de analogía
debían de estudiarse al detalle, sin lo cual no se comprendería la “Analogía de
las cosas”, y sus relaciones con las del hombre:
“Entonces -decía- la
medicina hallará concordancia, la concordancia de la anatomía de los seres y de
las enfermedades que son semejantes y se relacionan entre sí. De este modo lo
semejante corresponde a lo semejante”, agregando que “los nombres de las
enfermedades no sirven para indicación de los remedios; es el semejante el que
debe compararse con su semejante y esta comparación sirve para descubrir los
arcanos para curar”. (2)
Paracelso
encuentra su doctrina en Hermes.
Hahnemann
no se consideraba el descubridor de la Ley de Semejanza, pero reclamaba el
derecho de haber sido el primero en hacer una demostración práctica de ella. En
ese mismo año es nombrado maestro integrante de la Academia de Ciencias y la
sociedad económica de Leipzig.
Al año
siguiente se permite atacar la aplicación de sangrías, ya que esa “terapia” se
la habían aplicado al emperador de Austria con fatales consecuencias.
Con su
nueva terapéutica, en 1799 combate eficazmente una epidemia de escarlatina.
Una
vez comprendido el hecho de que una sustancia produce en el organismo sano un
grupo de síntomas similares a los que cura, y después de mucho experimentar,
Hahnemann hizo extensiva la ley, referida inicialmente al tipo de sustancia,
ahora a la cantidad de la misma: observó que si se suministraba en cantidades
medibles (equivalentes a miligramos, gramos o mayores), se producían los
síntomas característicos de intoxicación, por lo que pensó en disminuir
gradualmente la cantidad suministrada diluyendo el extracto usado en cantidades
medibles, lo que hoy es llamado tintura madre, en alcohol o en agua. Las
proporciones que eligió fueron de una parte de sustancia por 99 de diluyente, y
agitaba intensamente el recipiente con el fin de obtener una dilución lo más
completa y homogénea posible (el número de agitaciones vigorosas -sucusiones- fue
de 100). Y experimentó con el medicamento diluido una, dos, tres, doce,
treinta, (... hasta doscientas veces y más en la actualidad), encontrando que
cuando más diluía la sustancia más se manifestaban los síntomas en la
experimentación pura y que más fácilmente curaba los síntomas semejantes, sobre
todo los mentales, con una gran diferencia en relación al medicamento alopático
(que Hahnemann denominaba de la Escuela Tradicional): al dejar de tomar la
sustancia, gradualmente desaparecían los síntomas y la persona se restablecía
totalmente en su salud, lo que no ocurría con las sustancias en cantidades
ponderables, que siempre dejaban (y dejan) efectos secundarios. Este proceso de
dilución y sucusión sucesivas, conocido como dinamización, es exclusivo de la Homeopatía.
Preparación del medicamento homeopático. |
Hahnemann
tomó la idea de diluir el medicamento de lecturas hechas hacía ya muchos años, en
particular de Bütler, un irlandés que había sido acusado de brujería, el cual
afirmaba que:
“había fabricado una piedrecita
que él llamaba ‘Lapilum’. Bütler la bañaba en aceite o en agua y hacía de estos
dos vehículos, mezclados de una manera infinitesimal, un precioso agente para
la curación”. (2, p. 70)
Van
Helmont, también alquimista, fue testigo de varias curaciones por Bütler.
“Aceptó y declaró que las enfermedades de la peste, el virus de la
rabia y el veneno de la serpiente son insuficientes en cantidades pequeñísimas
para matar, y que el remedio que da la salud puede ser también de cantidades
mínimas.” (2, p. 71)
El
método de diluir sucesivamente es, a las claras, una herencia de la alquimia.
Y es
donde Hahnemann hace un gran aporte, el descubrimiento de que la sustancia,
después de una transformación por dilución infinitesimal, adquiere cualidades
que antes no estaban presentes: la cualidad de producir síntomas sin efectos
tóxicos.
Hacemos
notar que Hahnemann hacía la preparación obteniendo el llamado por él principio activo: en el caso de plantas
o animales, empleaba la flor, la raíz, el tallo o toda la planta, la secreción
del animal o todo el mismo, lo trituraba y lo diluía en alcohol, algunas
sustancias puras y mezclas naturales, obteniendo la tintura madre (hay varios
procedimientos para esta preparación, dejados por el maestro), que será
posteriormente diluida sucesivamente.
En
este sentido “principio activo” tiene un significado totalmente diferente al
que se da en la química moderna, ya que Hahnemann tomaba el todo o la parte
completos de la planta o el animal y con ellos preparaba el medicamento base
pero no extraía una sustancia específica “esencial” que produjera los síntomas
que experimentaba. Esto es importante por que, por ejemplo, al tomar la raíz,
ésta contiene gran cantidad de sustancias aparte de la “activa” y, aunque están
en menor cantidad, tienen una influencia sobre el preparado final. Hacer un
preparado con múltiples sustancias y hacer otro con una sola “activa” no produce
los mismos efectos, al menos en Homeopatía, en las diluciones infinitesimales,
y los efectos que se encuentran en la experimentación pura no son exactamente
los mismos.
Para
la química actual principio activo es
un compuesto químico aislado del resto de las sustancias producidas por la
planta o el animal o contenida en el mineral y se supone es el causante único de
efectos específicos considerados.
Tradicionales frascos ámbar usados para contener medicamento homeopático. |
En la
experimentación pura o en el hombre sano Hahnemann observó toda una gama de
manifestaciones tanto anímicas (hoy decimos mentales o, de modo más
generalizado, psíquicas) como físicas en el sujeto de experimentación, por lo
que concluyó que toda afección se debía a un desequilibrio en toda la economía
del hombre, en mente y cuerpo, pero considerando que las producidas en lo sutil
(la mente, el espíritu) eran más importantes, aseverando que con cada dilución
la sustancia, ahora medicamento, se acercaba más a lo sutil: la fuerza vital,
justificando en este razonamiento y en la experimentación, la aplicación de
dosis mínimas y del Similimum, que no producían reacciones agresivas en el
enfermo y sí lo curaban. La semejanza no sería solo de sustancia sino de
dinamismo: una sustancia sometida al proceso de dilución y sucusión se
dinamiza, adquiere la propiedad de influir (¿“energéticamente”?, no sabemos) en
el organismo, y mientras más diluida más se acercaba a curar los síntomas
mentales. El medicamento curaba, en la explicación del maestro, porque era
sutil, igual que la enfermedad, y los síntomas eran el tesoro invaluable del
médico, ya que le permiten conocer cómo está reaccionando el cuerpo del hombre
ante la enfermedad: no son la enfermedad misma, que es de tipo dinámico, es un
desbalance en un nivel sutil, inmaterial, ya que para Hahnemann la enfermedad era
así algo sutil, no material. Hoy sabemos que el medicamento homeopático,
sustancia diluida y sucusionada varias veces, tiene influencia directa sobre el
sistema nervioso central, el periférico, el autónomo y el voluntario, y el
sistema endócrino.
En
1805 edita su primera materia médica incluyendo 27 sustancias experimentadas.
En 1810 aparece la primera edición del Organón
de la Medicina, obra cumbre, y al siguiente año inicia la publicación de la
materia médica en 6 volúmenes con 64 patogenesias.
Debemos
aclarar que Hahnemann no confiaba en los resultados que no se revelaran
claramente en la experimentación y realizó un tipo de investigación llamada
ahora de “Ciego” y de “Doble ciego”, administrando placebos para confirmar los
síntomas producidos.
Cada
sustancia que experimentó Hahnemann produjo en el hombre sano una conjunto
específico e inconfundible de síntomas mentales y físicos, en diferentes grados
de afección, que incluso hoy siguen produciéndose, si el medicamento se prepara
“hahnemanianamente”, en las reexperimentaciones: es la enfermedad
medicamentosa. Esos grupos de síntomas están contenidos en la Materia Médica
Pura, 64 sustancias que experimentó, y cada uno de los grupos se nombra en
función de la sustancia que lo produce, empleando su nombre en latín: azufre -
Sulphur, sal común - Natrum muriaticum, oro - Aurum metallicum, ácido nítrico -
Nitricum acidum, cantárida (un escarabajo) -
Cantharis vesicatoria, Hierba del Rocío -
Drosera rotundifolia, Pie de lobo o Lycopode -
Lycopodium clavatum, etc.
Única fotografía de Hahnemann existente. |
Para
curar a un enfermo Hahnemann, como todo homeópata actual, hacía una lista de
los síntomas tan llanamente como el paciente los mencionaba, una historia
clínica, y posteriormente buscaba una sustancia previamente experimentada que
pudiera producir en la persona los mismos síntomas que ella indicaba o por lo
menos la mayoría de ellos. Este medicamento es el Similimum o similar.
Hahnemann,
que alguna vez había renunciado a ejercer, regresa con una nueva fuerza y las
curaciones se suceden, haciendo que dos grupos se le opongan: los médicos y los
farmacéuticos. La envidia por la curación y la posibilidad de perder la fuente
de riquezas, el paciente enfermo, les hacía atacar a quien sí curaba. El médico
de Meissen decide preparar él mismo su propios medicamentos para evitar
falsificaciones o la “creatividad” de los boticarios, en boga entonces,
expertos en mezclar al arbitrio.
A la
vez que buscado por unos y rechazado por otros, visitaba muchas ciudades,
conquistando enfermedades.
Hospital Nacional Homeopático en México. En nuestro país la Homeopatía se practica desde 1848, en 1893 fue fundado este hospital por Porfirio Díaz. |
Después
de varios años de práctica logra dar conferencias en la Universidad de Leipzig
(1812). Gran interés causan sus aseveraciones públicas. El gran escándalo lleva
a prohibir sus pláticas.
Clarius,
un profesor jefe de clínica, ataca fuertemente, decidido a aplastar la
terapéutica. Hahnemann es solicitado por el príncipe de Schwarzenberg, vencedor
de Napoleón, quien ha sufrido las sangrías y cauterios de la medicina
tradicional. Logra reponerlo, pero éste, dado a los excesos lujuriosos, se
debilita de nuevo y los médicos oficiales impiden a Hahnemann nuevos
tratamientos y aplican más sangrías al príncipe hasta que muere. Culpan a
Hahnemann de ser la causa del deceso. De este tipo de problemas siempre fue
acusado el maestro.
Ante
el tifus la Homeopatía triunfa.
El
primer periódico homeopático aparece en esos días.
Pero
Clarius contraataca con mentiras provocando confusión y que en Austria, Hungría
y Prusia se prohíba la terapéutica.
El
maestro no se defiende, está en etapa de profundo estudio y síntesis, no tiene
tiempo para hombres nimios.
Ante
el cólera también triunfa.
En
1825 aparece Enfermedades Crónicas, su
naturaleza especial y su tratamiento homeopático en 2 volúmenes, donde
presentó sus observaciones de 12 años, y en 1830 publica los volúmenes 3º, 4º y
5º, conteniendo la teoría trimiasmática.
Hahnemann
llevó más de 45 años experimentando y reexperimentando las sustancias en él
mismo y en discípulos y pacientes, ¿por qué?, por que el medicamento diluido
produce una enfermedad artificial, hace que el cuerpo del hombre active todos los
sistemas de defensa para producir síntomas. Éstos son los indicadores de que el
cuerpo quiere eliminar la enfermedad, que es sutil, y no son la enfermedad
misma, los síntomas buscan restablecer la salud y no son la enfermedad, y él
necesitaba saber cuáles son las manifestaciones específicas de cada sustancia
en el organismo que deseaba curar: el ser humano.
The Hahnemann Medical Collage and Hospital en Filadelfia, 1898. |
Escribe
Larnaudie que cuando Hahnemann atendió a la señorita Mélanie d’Hervilly, ella
regresó a la posada donde se hospedaba (ella era francesa y había viajado al a
ciudad de Köthen, donde vivía el médico) y le preguntó al posadero sobre la
vida del maestro:
“El posadero no se hizo rogar mucho y le contó cuanto él sabía.
Hahnemann vivía ahora tranquilo en Köthen pero había pasado muchas miserias en
Sajonia. Los otros médicos no le querían porque curaba a los enfermos. También
le dijo que sin el apoyo del duque Federico, se le hubiera matado a pedradas, y
después añadió el posadero que con su familia sufrió grandes disgustos, que no
fue bondadosa con él y que como epílogo tuvo que lamentar las tragedias
sucedidas a sus hijas y al hijo, diciendo que las dos últimas no podían hacerle
dichoso, pues eran poco afables, rudas y estaban siempre apenadas.”
Al mes
Mélanie estaba curada de tisis, enfermedad para la que, en su época, el único
diagnóstico seguro era la muerte. Tal fue el impacto que le produjo su curación
y su reconciliación con Dios (ya que Hahnemann le había dicho que él, Dios, era
el que curaba y no el médico), que decidió difundir en Francia la terapéutica
llevándose al viejo médico de 80 años a ese país en 1835, casándose con él, y
contribuyendo a la difusión de tan importante conocimiento.
Tumba de Hahnemann en París. |
Hahnemann
murió el 21 de julio de 1843. Terminó su vida, su extraordinaria obra sigue.
Referencias:
1.
Hahnemann, S. (1978) Organón del
arte de curar. Doctrina homeopática. Editor F. Olmedo. 7ª ed. México.
2.
Larnaudie, R. (1975). La vida
sobrehumana de Samuel Hahnemann, fundador de la Homeopatía. Fernando Aldape
Barrera Editor. México.
3.
Sananés, R. (1990). Lenguaje del
cuerpo y Homeopatía. Ediciones Urano, S. A. Barcelona, España.
4.
Roberts, H. A., Wright, E. (1883). La
clínica homeopática. Sin referencia editorial. Oaxaca, México.
5.
Chirón, P. (1978). Elementos de
Materia Médica homeopática. Editor F. Olmedo. 2ª ed. México.
6. Bidwell, G. I. (1940). Cómo manejar el repertorio. Propulsora
de Homeopatía, S. A. México.
7. Aguirre, H. D. (2000). Para entender la Homeopatía. Edición personal.
Para conocer del Hospital Nacional Homeopático.
D. R. 2017 Darío Aguirre
D. R. 2023 Darío Aguirre
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