Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
23-11-30
Andrés Molina Enríquez nació en Jilotepec, Estado de México en 1866 y
falleció el 1 de agosto de 1940 en Toluca. Fue un abogado, docente,
periodista, político, sociólogo y etnólogo, su obra tuvo una gran
repercusión en la transformación político social y agraria del México
revolucionario[1].
Una de sus contribuciones más importantes a México fue su participación
en la elaboración de la Constitución de 1917, artículo 27º.
Ingresó al Instituto Científico y Literario de Toluca. De ahí pasó a
la Escuela Nacional de Jurisprudencia, en la Ciudad de México, donde fue
contemporáneo de Jesús Urueta y Francisco M. Olaguíbel. Pronto se
dedicó a la judicatura, se hizo cargo de un juzgado local.
Posteriormente, por enfermedad de su padre, se hace cargo de la notaría
que éste manejaba en Jilotepec, brindándole una oportunidad de conocer
el proceso de concentración de la tierra en manos de unos cuantos
españoles y criollos, mediante el sistemático despojo de ranchos y
ejidos a los indios y mestizos que carecían de titulación escrita[2].
Establece su despacho de abogado en Ciudad de México, con Luis Cabrera,
con quien compartió estrecha amistad, ideales, y trabajos periodísticos
y estudios.
Andrés Molina Enríquez fue precursor, actor y defensor de la
Revolución Mexicana. Su participación no fue con las armas, la realizó
en el campo de las ideas, que proporcionaron causa y propósito para la
lucha armada, estudió los problemas del país en su raíz y propuso de
manera precisa y analizada soluciones radicales, justas y convenientes.
Tal pasión tuvo por el problema agrario de México, que lo llevaba a
sentir molestia e inconformidad con quien no actuaba para solucionarlo.
Molina Enríquez exhibió como el gran problema nacional el de la
tierra. Realizó una investigación exhaustiva, documentándose a fondo,
estudiando antecedentes y la historia de México. Así, buscando la raíz,
encontró causas muy distintas a las que los Científicos” habían
establecido. Para el sociólogo, el problema de la tierra tenía su origen
en el despojo efectuado a partir de la Conquista, el cual se acentuó en
la época colonial y que las graves problemáticas del país en los largos
años de guerra e incertidumbre durante la lucha por la independencia y
su consumación impidieron corregirlo y la dictadura de más de tres
décadas del porfirismo vino a agravar. Le tomó varios años realizar su
investigación sobre el problema fundamental de la propiedad de la
tierra, realizando comparaciones en el tiempo y en las diversas regiones
del país. Como resultado de este exhaustivo trabajo publica en 1909 su
libro Los grandes problemas nacionales[3].
Don Andrés señalaba la necesidad urgente de la repartición de la
tierra entre el mayor número posible de mexicanos y proponía
detalladamente los medios legales disponibles en aquella época:
fraccionar las grandes haciendas y repartir en forma de pequeña
propiedad las tierras de la nación. También proclamaba que dicha obra
tendría que ser realizada, ya fuera por medios pacíficos o por una
revolución que –auguraba– tarde o temprano sobrevendría.
La obra del mexiquense señala las raíces de la injusticia y demuestra
la opción de un camino posible. Sus ideas fecundaron y alentaron a la
acción y esas chispas encendieron a muchos espíritus y los lanzaron a la
acción revolucionaria.
LA SOLUCIÓN PACÍFICA QUE PROPUSO ENRÍQUEZ NO SE SIGUIÓ, LA REVOLUCIÓN ANUNCIADA OCURRIÓ
Con la derrota de Porfirio Díaz, Molina ve factible que la Revolución
que había previsto, hiciera justicia, y realizara el cambio tan
necesario en el campo mexicano: dar la tierra a quienes la trabajan.
Así, el 21 de agosto de 1911 se lanzó a la lucha armada proclamando su
famoso Plan de Texcoco, manifiesto en contra del latifundismo y en favor
del reparto de tierras y en el cual desconocía al gobierno del
presidente interino Francisco León de la Barra, así como la autoridad de
los gobiernos de los estados, del Distrito Federal y de los territorios
de México, sin embargo, fue aprehendido y pasó dos años en la cárcel[4].
Aun así, el Plan se convirtió en un legado para los postulados
revolucionarios. El diplomático y escritor Luis Cabrera consideraba el
Plan de Texcoco como la semilla de donde habría de surgir el “Plan de
Ayala” de Emiliano Zapata.
El pensamiento de Andrés Molina Enríquez también fue de gran
influencia para los dirigentes revolucionarios y en la Ley del 6 de
enero de 1915, así como para los Constituyentes de 1917, redactores del
artículo 27 constitucional. El mismo Cabrera, quien intervino en la
redacción de la Ley Agraria, expedida por Venustiano Carranza el 6 de
enero de 1915 en Veracruz, considera como antecedentes de esta ley a Los
grandes problemas nacionales, y Molina lo ratifica al considerar que en
dicha ley se reflejan los postulados principales de su libro.
Pero la aportación fundamental para la nación del abogado de
Jilotepec es su participación en el Congreso Constituyente de Querétaro
de 1917, en la Comisión redactora del Artículo 27 de la nueva
Constitución –actualmente con vigencia en México–. Al ser Enríquez el
mejor conocedor del problema agrario en México y sus ideas las más
convenientes para solucionarlo, fue invitado por Carranza. Si bien su
proyecto inicial no fue aprobado, buena parte de sus ideas fueron
recogidas en la versión final. Allí sostuvo el error de la legislación
liberal, que solo atendió a la propiedad, debiendo legislar también para
la propiedad comunal y la de las corporaciones, entre otras,
estableciendo el primado de la propiedad nacional estatal y la creación
de la propiedad privada como concesión revocable[5].
El artículo 27 establece la soberanía económica y la rectoría del
Estado, y es el fundamento legal de la Reforma Agraria que además de
otorgar justicia a los campesinos favorecería la producción de alimentos
nacionales. Este artículo es de gran importancia al establecer la
propiedad originaria de la nación sobre el suelo y el subsuelo, la
capacidad de imponer modalidades a la propiedad privada y a las bases
para la expropiación.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917
afectó muchos intereses, por lo que desde su puesta en vigor no estuvo
exenta de múltiples ataques. El articulo 27 fue uno de los más
impugnados por la gran cantidad de intereses materiales que afectaba,
sobre todo entre la Iglesia, hacendados y empresas extranjeras, y por
sus disposiciones que permiten al Estado actuar en beneficio de la
colectividad, por lo que, a través de artículos periodísticos y cartas
públicas, don Andrés Molina se convirtió en un tenaz defensor de su
contenido y de las acciones ejecutadas para su cumplimiento.
Al triunfo de la Revolución, el insigne maestro se dedicó a sus
investigaciones antropológicas en el Museo Nacional, siendo nombrado
director del Departamento de Etnografía, en donde enseñó y contribuyó a
la formación de una pléyade de notables mexicanos, como el educador y
antropólogo Miguel Othón de Mendizábal, quien compartía su lucha por la
Reforma Agraria y el bienestar de la población indígena, dejando el
maestro un ejemplo de investigación y dedicación como legado admirable.
Sus trabajos en el servicio público fueron fundamentalmente en cargos de
especialidad jurídica, además de dedicar parte de su tiempo a la
cátedra y al periodismo.
Al triunfo de la Revolución el insigne maestro se dedicó a sus
investigaciones antropológicas en el Museo Nacional, siendo nombrado
Director del Departamento de Etnografía, enseño y contribuyo a la
formación de una pléyade de notables mexicanos como el educador y
antropólogo Miguel Othón de Mendizábal quien compartía su lucha por la
Reforma Agraria y el bienestar de la población indígena, dejando el
maestro un ejemplo de investigación y dedicación como legado admirable.
Sus trabajos en el servicio público fueron fundamentalmente en cargos de
especialidad jurídica, además de dedicar parte de su tiempo a la
cátedra y al periodismo.
Dejó una gran cantidad de artículos políticos, sociológicos y
antropológicos publicados en numerosos periódicos como: El Siglo XX, El
Partido Liberal, El Imparcial, El Reformador, los Anales del Museo
Nacional de Arqueología e Historia; así como varios libros históricos
como La Reforma y Juárez, estudio histórico-sociológico (1906), premiado
en un concurso por el centenario del Benemérito; otros de
interpretación sociológica sobre el desarrollo del país, destacando dos
temas fundamentales: la influencia del mestizaje en la evolución
histórica de México y la necesidad de una Reforma Agraria centrada en la
propiedad de la tierra: Una Sociología de la Raza; Una nueva escritura
común para los indios; El Evangelio de una nueva Reforma (1897); El
agrarismo de la revolución: exégesis, crítica y reencauzamiento; La
cuestión del día: la agricultura nacional” (1902); Los grandes problemas
nacionales (1909) y La Revolución Agraria en México (1932-36); Esbozo
de la historia de los primeros diez años de la Revolución Agraria de
México (de 1910 a 1920) hecho a grandes rasgos (1932 y 1937)[6]:
En su obra magna, a la cual dedicó los últimos años de su vida, La
revolución agraria en México, realiza una apasionada defensa de los
campesinos mexicanos, a quienes consideraba el fundamento de la Nación.
Concibe al agrarismo como una síntesis de tradición comunitaria asiática
con la de la propiedad privada romana, la que señala inequívocamente
como producto de la guerra y la violencia[7].
Al morir, el 1 de agosto de 1940, era magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México, su estado natal.
[1] https://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/lecturas/T3/LHMT3_012.pdf
[2] https://www.memoriapoliticademexico.org/Biografias/MEA68.html
[3] https://inehrm.gob.mx/work/models/Constitucion1917/Resource/1630/Los_grandes_problemas_nacionalesp_65.pdf
[4] https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia:322354
[5] https://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/lecturas/T3/LHMT3_012.pdf
[6] https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/fotografia:322354
[7] http://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/5763/03_Perspectiva_03_1980_Villegas_Abelardo_17-20.pdf?sequence=1&isAllowed=y
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