sábado, 12 de septiembre de 2020

Silvia Pinal Hidalgo

La más bella mujer

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-09-12
20-09-12


 Nota: Debido a que Blogger de Google oculta las publicaciones hechas en el blog antes de dos años a la fecha de hoy a las búsquedas internas del público, y en las búsquedas externas coloca a las mismas como "no seguras", he decidido volver a publicar todas las semblanzas realizadas en 2016, 2017 y 2018 el mismo día a que correspondan en las efemérides. Todas las publicaciones anteriores a junio serán reeditadas el siguiente año, pero puede accederse a ellas a través de las Efemérides Mexicanas de este 2020 ya que en cada fecha se pone la liga a la entrada del blog.

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 12 de septiembre de 1931 nace Silvia Pinal Hidalgo, actriz, productora, empresaria y política mexicana. Inicia su carrera en cine a los 18 años, sobresale en filmes como “Viridiana”, “El rey del barrio” y “Un rincón cerca del cielo”. En televisión presenta "Mujer, casos de la vida real" y “Mi marido tiene familia”. En teatro destaca en musicales como “Mame”. Diputada, senadora, secretaria general de la Asociación Nacional de Actores. Regenta un teatro con su nombre. Publica su biografía “Esta soy yo”.
Silvia Pinal es una verdadera institución en el mundo del espectáculo mexicano, y también posee un importante reconocimiento en la cinematografía internacional, debido ello a su trabajo como protagonista en varias obras de Luis Buñuel, pero en particular Viridiana (1961), que la catapultó al cine europeo y a sus deliciosas interpretaciones en películas españolas como Adiós, Mimí Pompón (1960), de Luis Marquina, y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué.
Silvia Pinal Hidalgo, actriz. (1)
Nació en esta fecha en Guaymas, Sonora.
Se inició como actriz de teatro sobre el escenario del Teatro Ideal capitalino muy joven, gracias a su relación sentimental (que pronto se formalizaría en matrimonio) con el actor y director Rafael Banquells, el cual tenía una compañía. Su trabajo allí le proporcionó un sólido aprendizaje del oficio y una casi inmediata popularidad, por lo menos en la capital de la República.
Debutó en 1948, a los 17 años de edad, en la película Bamba (1948) de Miguel Contreras Torres, presentando ya algunas de las características de su calidad. De voz más bien ronca y sensual y un gran atractivo físico, con seguridad, encarnó a una joven veracruzana, embarazada por el arrebato erótico del villano interpretado por Tito Junco. La publicidad de este melodrama folclórico indicaba: "El excesivo calor de estas regiones permite a las mujeres ir ligeras de ropa y mostrar el encanto de sus formas...".
Realizó casi sin interrupción diversas películas de corte comercial que le dieron gran popularidad, entre las que están El pecado de Laura (1948), de Julián Soler, encarnando a una estudiante de piano que triunfa como concertista (Silvia aspiraba a cantar ópera) y cae en los brazos de su primer gran amor en la vida real, Rafael Banquells; Puerta..., joven (1949), de Miguel M. Delgado, que le permitió formar pareja con el destacado Cantinflas; o La mujer que yo perdí (1949), de Roberto Rodríguez, en la que su personaje disputa con cualquiera los favores del ídolo Pedro Infante.
Formó pareja artística con el cómico Germán Valdés "Tin Tan", en dos películas producidas el mismo año (1950) y por el mismo director, Gilberto Martínez Solares: El rey del barrio y La marca del zorrillo, que contribuyeron a popularizar definitivamente la imagen de Silvia Pinal en todo el país. A partir de entonces, su categoría se elevó al nivel de las estrellas indiscutibles del período (Pedro Infante, Marga López o Silvia Derbez), con los que compitió en ocasiones en el mismo reparto. Tal es el caso de Infante, con el que volvió a coincidir a lo largo de 1952 en tres títulos: Sí... mi vida, de Fernando Méndez; Por ellas, aunque mal paguen, de Juan Bustillo Oro; y Un rincón cerca del cielo (1952), de Rogelio A. González, que le deparó la oportunidad de porfiar con Marga López por el galán cantante. La última película que los emparejó fue El inocente (1955), también de Rogelio A. González, quien tuvo el acierto de dar el papel de madre de Silvia Pinal a otra institución del cine mexicano, Sara García.
Por aquel entonces apareció en su vida profesional Tulio Demicheli, un realizador argentino exiliado en México desde 1953 que contribuyó de forma decisiva a modelar la imagen de Silvia Pinal como encarnación de la mujer fatal, perdición de los hombres y señuelo de sus fantasías sexuales más comunes y, a veces, sorprendentemente imaginativas.
La simple mención de títulos de las diversas películas de Demicheli revela con extraordinaria plasticidad sus significados e intenciones: Préstame tu cuerpo, Una golfa y Desnúdate, Lucrecia, las tres producidas en 1957. En Préstame tu cuerpo se remedaba con cierto descaro el asunto de El diablo dijo no; Silvia Pinal encarnaba a una bellísima y escultural cantante que, tras fallecer inesperadamente, se veía envuelta en intrigas de alcoba. Respondiendo al imperativo título de Desnúdate, Lucrecia, la actriz posaba desenvuelta y reiteradamente para calendarios... Y en Una golfa daba cuerpo a Diana, una infeliz prostituta atribulada. Fue tal el éxito de estos tres títulos que Silvia Pinal y Tulio Demicheli decidieron trasladarse a España en busca de una proyección más amplia para sus trabajos.
La permisividad de la censura era menor entonces en España que en México, por lo que hubo de rebajarse el explícito erotismo de las comedias que habían constituido su lanzamiento comercial. Así y todo, Demicheli utilizó en las dos comedias a dos galanes que gozaban de popularidad al otro lado del Atlántico: Rubén Rojo en Las locuras de Bárbara (1958) y Alberto Closas en Charlestón (1959). Más calidad tuvieron las dos siguientes películas en las que Silvia Pinal, sin renunciar a su constante de clara incitación erótica, demostró un talento de primer orden para la comedia: Adiós, Mimí Pompón y Maribel y la extraña familia (1960).
Divorciada de su primer marido, Silvia Pinal se casó con el productor Gustavo Alatriste, lo que le proporcionó en el aspecto profesional la mejor oportunidad de su vida: conocer a Luis Buñuel y trabajar a sus órdenes, consecutivamente, en tres obras significativas del director aragonés: Viridiana (1961), El Ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965).
Sólo por estas interpretaciones magistrales cualquier actriz merecería figurar en la historia del cine. Silvia Pinal no desaprovechó las posibilidades que le ofrecían tanto el personaje principal de Viridiana, al que infundió la sutileza y la ambigüedad erótica necesaria, como el agresivo carácter de Leticia "La Valkiria", que le permitió destacar en el reparto coral de El Ángel exterminador. Pero donde las cualidades de una actriz madura, en posesión de sus mejores recursos (forjados, no hay que olvidarlo, en folletines o comedias vulgares de intenciones claramente sexuales), se pusieron de manifiesto con una brillantez desusada fue en su divertida y maliciosa encarnación del Diablo en Simón del desierto.
Si la carrera de Silvia Pinal puede establecerse a través de sus compromisos matrimoniales, el tercer marido condicionó su vuelta a los escenarios y su establecimiento como estrella de la televisión mexicana: el popular cantante Enrique Guzmán, con el que protagonizó ¡Cómo hay gente sinvergüenza! (1971), de René Cardona Jr., le proporcionó una fama en su país que alcanzaba a los espectadores más jóvenes y que le permitió presentarse como estrella de comedias musicales (Mame y Hello, Dolly!), así como regentar dos teatros propios, el Silvia Pinal y el Diego Rivera, y aparecer de modo estelar en numerosos espectáculos televisivos.
Habiendo alcanzado el grado de "gran dama" del espectáculo mexicano, contrajo todavía un cuarto matrimonio con el político Tulio Hernández. Además de los méritos de su propia carrera, es justo consignar que la actriz ha sido además el centro y origen de una saga artística que incluye a sus hijos (la actrices Silvia Pasquel y Viridiana Alatriste, la cantante Alejandra Guzmán, el músico Enrique Guzmán Jr.) e incluso a una nieta, la cantante pop Stephanie Salas.


A continuación reproducimos una entrevista realizada por Josefina King en diciembre de 1968 y publicada en el libro 100 entrevistas, 100 personajes.

Nació en Guaymas, Sonora, en 1931. Se inició en el teatro en la compañía de Rafael Banquells con la esenificación de Un sueño de cristal. Entre otros, ha participado en las obras Ring, ring llama el amor, Divorciémonos y Mame. Ha trabajado, entre otras, en las películas Bamba (1948), Mujer de media noche (1949), La marca del zorrillo (1950), Ahora soy rico (1951), Por ellas aunque paguen mal (1952), Las tres viudas alegres (1953), La verdad sospechosa (1954), Cabo de hornos (1955), Dios no lo quiera (1956), Préstame tu cuerpo (1957), El hombre que me gusta (1958), Juego peligroso (1966), María Isabel (1967), Los novios (1969), ¡Cómo hay gente sinvergüenza! (1971) y La mariposas disecadas (1977). Fue dirigida en cuatro filmes por Luis Buñuel: Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962), El diaro de una recamarera (1966) y Simón del desierto (1970). En 1953 ganó el Ariel por Un rincón cerca del cielo, otro en 1956 por Locura pasional y un tercero en 1957 por La dulce enemiga. Ha recibido dos Diosas de Plata: en 1965 por Lo cuervos están de luto y en 1977 por Divinas palabras. También  ha actuado en televisión, medio para el que en 1988 innició el programa Mujer, casos de la vida real.

Sueño de una noche de verano

De mediana estatura, rubia, bien formada, con una encantadora sonrisa en los labios (la misma del cartel, igualita) y una chispeante alegría en los ojos, Silvia es una envidiable suma de vitalidad dinámica y riqueza interior. Sus movimientos, sus miradas que todo lo quieren abarcar, las intempestivas frases que brotan como sin pensar de sus labios, todo ello proyecta la personalidad polifacética de la actriz. es un ser espontáneo, sin artificios. Al contrario de otras celebridades llenas de verdades a medias, siempre desdibujadas y con un arsenal de máscaras, Silvia se muestra tal cual es: una mujer sin disimulos. Quizá la clave de su éxito como artista reeside, precisamente, en el hecho de rechazar el subterfugio y tocarlo en naturalidad. Sin poses de prima donna y casi impersonal, explora en su propio pasado:
⎯Casi toda mi niñez la pasé en Tequisquiapan, aunque nací en Guaymas, Sonora. Después, hasta que cumplí 14 años, radicamos en Cuernavaca. Mi padre era un activo ingeniero militaar y a mí me gustaba acompañarlo a todas partes. Era un hombre muy bohemio y, por supuesto, simpático; a veces estábamos muy bien económicamente y a veces no, pero la íbamos pasando. Bonachón, llano en su manera de ser, directa e indirectamente me enseñó lecciones, inolvidables para vivir sin complejos. De su debilidad de padre, siendo yo hija única, aprendí a tener carácter; de su bondad aprendí a respetar a mis semejantes; de su espíritu despilfarrador aprendí a conocer el valor de las cosas prácticas. En fin, aprendí de sus virtudes y de sus defectos.
⎯¿Y fue él también quien le metió el "gusanito del arte"?
⎯Bueno, ése pienso se lo debo tanto a él como a mi madre. Quiero decir que creo haber nacido con esa inquietud, aunque nadie de la familia pertenece al ambiente artístico. En realida, yo sólo quería ser cantante de ópera. Ni más ni menos. A los 14 años empecé a estudiar canto. Tenía una maestra que me daba muchos ánimos, pero no me convencía, así que consulté a otro maestro, quien fue muy honesto. "Lo primero que tienes que hacer, me dijo, es quitarte esa timidez tan pavorosa que tienes para cantar frente a un público." Me recomendó que estudiara actuación para adquirir desenvoltura, así que entré en la escuela de Bellas Artes, con el resultado (¿lógico?) de que perdí no sólo la timidez para pararme y hacer payasada y media frente al público, sino también la pretensión de cantar ópera.
⎯A mi papá, francamente, no le gustaba mucho la idea de que fuera yo actriz, pero mi mammá intecedió a mi favor desde un principio, con una condición: que estudiara yo una carrera "provechosa". Así que estudié mecanografía.
⎯Creo que siempre he sido muy "aventada" -agrega-, y eso me ha servido tanto en mi carrera como en mi vida personal. A los 16 años me contrataron por primera vez para un papel de comparse, en la obra Sueño de una noche de verano. Mi papá iba a recogerme al teatro a la una o dos de la mañana, pero cuando vio que lo único que hacía yo era un apequeña caravana (además de pisar, a propósito, la cola del vestido de Georgina Barragán que hacía el papel de la reina), me sacó de ahí alegando que "mi actuación no justificaba sus diarias desveladas".
Sonríe con picardía y dice:
⎯Siempre que me tropezaba con Georgina en el escenario, me decía: "Niña, eres insoportable, nunca llegarás a ser nadie en este ambiente". Ahora, cuando nos vemos, recuerda su spalabras con un ligero cambio. "Ya ves, me dice, yo siempre supe que tú llegarías a ser una buena actriz".
⎯Poco después de esos primeros pasos en las tablas, el director del antiguo Teatro Ideal me ofreció trabajo en su compañía. De esto hace 17 años. Empecé a actuar en obras quizá no muy importantes, pero ya en plan profesional. Era un trabajo esclavizante, pero muy satisfactorio. Cada ocho días representábamos algo diferente. Después salí de gira con Joaquín Pardavé y recorrimos varios estados de la República: hacíamos dos obras diarias. No teníamos tiempo ni siquiera para ensayar, así qeu usábamos apuntador... uno de esos viejitos que se encerraban en una concha para susurrar los parlamentos a los actores. Esa actividad tan intensa me fogueó más que si hubiera estudiado años y años en alguna academia de arte dramático.
⎯Acababa de morir mi padre y yo estaba casada con Rafael Banquells cuando nació Silvia, mi hija mayor. Empecé a trabajar en el cine. Muchas de esas películas, ya no recuerdo cuántas, fueron verdaderos churros, que sólo se hacían con fines comerciales. En ese plan estuve trabajando cerca de cinco años, hasta que tuve la primera oportunidad importante en Un extraño en la escalera. Fue entonces cuando empecé a construir esta casa, mi casa.
⎯Voy y vengo por todas partes pero desearía tener más tiempo para vivir, para estar con mi familia, para atender mejor a Enrique mi marido, para hacer todo lo que por falta de tiempo no puedo hacer. ¿Defectos? ¿Quién no los tiene? Es difícil hablar de uno mismo, y yo nunca he sido modesta. Me parece que aparentar modestia cuando no se tiene es caer en la hipocresía, y yo no lo soporto. Como no soporto que me griten o que me mientan. Además de que tengo un carácter muy fuerte, soy tremendamente celosa. Y me gusta que me celen. Y soy terca. Me gusta pensar que siempre tengo la razón aunque no sea así. Ese es otro de mis defectos, lo sé. Me gustaría no ser tan posesiva con las personas que quiero ni ser tan desconfiada, porque sufro mucho. Pero, naturalmente, tengo que aceptarlo: las cosas no so n siempre como uno desea. Todo lo que quiero (y todo lo que he conseguido) tiene que costarme, tiene qu ser a lo derecho, a lo firme. Sólo que andar con la verdad como bandera es muy difícil. cuando uno exige, tiene que responder de igual maneera... Esboza una casi sonrisa, pensativa, en tanto apaga en un cenicero de cristal un cigarrillo con filtro, y continúa:
⎯Pienso que durante lo poco que estamos en esta vida vale la pena intentr ser feliz, vivir sin detenerse, sin cruzarse de brazos, buscar...
⎯¿Qué es la felicidad, Silvia? ¿Qué es lo que usted busca?
⎯Busco la paz del espítiru, la estbilidad económica... Busco sobre todo la estabilidad sentimental. Es decir, actualmente tengo las tres cosas. Sí, tengo la seguridad y la realización personal que yo deseaba, pero quisiera que fuera duradera, firme como hasta ahora. Busco también un poco de comprensión de las personas, y desería a mi vez aprender a ser más comprensiva, porque somos muy elásticos al juzgarnos a nosotros mismos, pero generalmente severos para juzgar a los demás. Me hace feliz encontrar lo que deseo. Y también dar y recibir, sólo que esas son emociones de un momento; en cambio, vivir es algo ininterrumpido, que a veces damos por un hecho consumado, sin tener conciencia deq ue vivimos. Soy, lo sé bien, una mujer inconforme. He tenido satisfacciones muy valiosas, tanto en el terreno artístico como en el personal, pero no puedo detenerme ahí: todos los días busco algo que aprender o algo que enseñar.
⎯Todo actor que se precie de serlo en un sentido completo, tiene la obligación de identificarse sicológicamente con los conflictos y las circunstancias del personaje que caracteriza. Desde luego, Viridiana fue una experiencia hermosa. El simple hecho de trabajar con Buñuel, a quien admiro profundamente, ya era mucho. Esa cinta me abrió las puertas del cine europeo, el mejor del mundo en cuanto a calidad. Además, hice cosas que no había logrado antes. Aprendí francés en sólo tres meses (Buñuel se emocionó al escucharme); me di a conocer en plana internacional y, lo que considero aún más importante: llegué a adquirir una sencillez y humildad que normalmente no tengo, al identificarme plenamente con Viridiana, una mujer que tipifica la nulidad por impotencia.
⎯En mi carrera cinematográfica, lo reconozco, mi labor no ha sido totalmente de grandes pretensiones. pero tampoco soy un caso aislado; no siempre había yo de filmar con Buñuel. También tengo varios churros en mi haber y, claro, de películas así, concebidas con fines netamente comerciales, no debe esperarse obras de arte ni realizaciones tipo Antonioni. Además, dentro de esas películas sin grandes alientos, también las hay decorosas y bien hechas, María Isabel, por ejemplo, fue un jitazo de taquilla; convencional, es verdad, pero no todo el mundo acude al cine para recibir tesis filosóficas. Y menos en épocas de vértigo como la nuestra en que, si bien no podemos darle la espalda a los problemas humanos, también necesitamos de diversiones blancas, que no despierten polémica o bajen el ánimo.
Sin tratar de se indiscreta (aunque creo que no lo logré), le pedí que me hablase un poco de sus ex-maridos. Íbamos en su automóvil (equipado recientemente con un teléfono particular que el mismo Enrique instaló) y se volvió a mirarme directamente a los ojos. Después de un instante de silencio tenso (ya lo pensaba yo: no debí preguntarle), repondió rápidamente:
⎯Con ellos llevo la relación de... borrón y cuanta nueva. Por mis hijas, debo llevar una relación natural; además de que no los puedo odiar ni tenerles rencor. Esto no quiere decir que los vea, porque no me gustaría ni le gustaría a Enrique. Es mejor de lejos... así nos llevamos mejor.
⎯Además -agrega después de una corta pausa-, me parece que esta pregunta es un poco violenta. Y no es fácil responder porque tal vez lo haría hipócritamente, y prefiero no hacerlo.
⎯Cada una de mis hijas -dice la Pinal-, es sus diferentes edades, me refleja fielmente. Silvia es igualita a mí cuando yo tenía su edad: seria, segura de sus ambiciones artísticas, cuya responsabilidad tengo que afrontar como madre y como figura del medio con un prestigio hecho. Enrique la estimula y le ayuda mucho, pues se tratan como si fueran hermanos; pero yo no quiero que mi carrera influya en la suya si acaso decide seguirla. Lo que ella logre, bueno o malo, tendrá que ser el resultado de su propio esfuerzo. Viridiana, por su parte, es una criatura con mucho ángel, con chispa para hablar; lo hace con tal espontaneidad y con un desefado tal, que a veces tengo que voltear la cabeza para que no vea que celebro sus ocurrencias. Enrique -y eso me enternece porque al hacerlo descubre un candor infantil siempre adorable en las personas mayores- juguetea con Viridiana a tú por tú. Y Alejandra, por su lado, tiene lo suyo. Es berrinchuda no tanto por razones de su socho meses de edad, sino como una evidente manifestacion de su carácter. Bueno, de tal palo tal astilla, ¿verdad?
⎯Me encantan las pieles, las joyas, las pelucas, la ropa... Quizá mucho de esto sea superfluo, vano, estúpido, pero me gusta. Vivo la época y, si ésta cambia, también lo haré yo.
⎯Me encanta viajar, cierto. Pero siempre extraño mi casa. Me cuesta trabajo «arrancar» para salir del país. Ya estando fuera me divierto como uno debe hacerlo: asimilando todo lo qeu puedo de otros lugares, de otras personas. En el extranjero no me sale "lo mexicano" como les sucede a muchos. Sencillamente, no veo la necesidad de hacer ostentación de mexicanismo. Yo soy mexicana más allá de cualquier actitud exhibicionista. Basta oírme hablar, inclusive decir lo que llaman malas palabras (cuando son necesarias), para comprender que el origen lo llevo hasta en la médula de los huesos. 
⎯El papel que tengo es muy interesante. Está lleno de vida. Además, en las telenovelas, uno tiene cien medias horas para llorar, para reír, para morir... La comedia y la tragedia se funden. Sencillamente se vive. Con este capítulo termina mi intervención en Los caudillos. Ya estoy libre para preparar una bola de cosas qeu me tendrán activa durante los próximos meses.
Antes de despedirme de ella siento, sé, que falta mucho por oírle decir; la verdad es que no es posible encerrar a Silvia Pinal en la brevedad de una entrevista. Y no porque sea esquiva, ¡todo lo contrario!, sino por su misma vitalidad exuberante. Ella percibe esta limitación y ofrece la única respuesta que puede definirla:
⎯No entiendo la existencia contemplativa. Necesito el movimiento que permite crear, descubrir nuevos horizontes, nuevas formas de sensibilidad. En una frase: necesito sentirme intensamente viva.

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D. R. 2018 Darío Aguirre
D. R. 2020 Darío Aguirre

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