A quien no se le hizo de noche
Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-07-13
20-07-13
20-07-13
Nota:
Debido a que Blogger de Google oculta las publicaciones hechas en el blog antes de 2018 a las búsquedas internas del
público, y en las
búsquedas externas coloca a las mismas como "no seguras", he decidido
volver a publicar todas las semblanzas realizadas en 2016, 2017 y 2018 el
mismo día a que correspondan en las efemérides. Todas las publicaciones
anteriores a junio serán reeditadas el siguiente año, pero puede accederse
a ellas a través de las Efemérides Mexicanas de este 2020 ya que en
cada fecha se pone la liga a la entrada del blog.
#Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 13 de julio de 1954, muere en la Ciudad de
México la pintora Frida Kahlo, una de las más importantes y cotizadas figuras
de la plástica mexicana a nivel mundial. Entre sus obras destacan Las dos Fridas, Diego y yo y La columna rota.
Nace el 6 de julio de 1907.
Nació y murió en Coyoacán, Distrito Federal
(1910-1954). Estudió en la Escuela Normal de Maestros y en la Escuela Nacional
Preparatoria de la Ciudad de México. En 1925 sufrió un accidente que marcó el
resto de su vida. Durante su larga convalecencia comenzó a pintar. Primero fue
realista –rosas, caballos, niños–; después, a consecuencia de la tragedia
íntima de su cuerpo hecho pedazos, pintó imágenes cargadas de rarezas oníricas:
a veces en una brutal expresión. En 1929 contrajo nupcias con el pintor Diego
Rivera, y militó con él en el Partido Comunista Mexicano. En 1953 ingresó como
profesora en La Esmeralda y se abrió una exposición individual de su obra en la
galería de Arte Contemporáneo de la capital del país, la única que se presentó
en México con ella en vida. Museos célebres de Europa y Estados Unidos poseen
cuadros suyos. Existe en Nueva York recientemente un enorme interés por su vida
y su obra, incluso se habla de una “Fridamanía” que se ha apoderado de los
círculos artísticos e intelectuales estadunidenses. Párrafo tomado de: 100 entrevistas, 100 personajes, editado por PIPSA, 1991,
(p. 124-127).
Su nombre era Magdalena Carmen Frida Kahlo y
Calderón. Nació el 6 de julio de 1909.
Frida fue la tercera hija de la unión entre
el fotógrafo alemán, Guillermo Kahlo, y Matilde Calderón. La primera hija fue
Matilde, de ahí siguió Adriana, Guillermo (murió a los pocos días), Frida y
Cristina; Cristina fue la más unida a Frida y fue la única que dejó
descendencia.
Guillermo Kahlo fue un inmigrante húngaro que
rompió con su familia en Europa y vino a México, dedicándose con gran éxito a
la fotografía. Frida fue hija de un segundo matrimonio en nuestro país, yendo a
vivir a la que ahora conocemos como Casa Azul en Coyoacán, ubicación del Museo
Frida Kahlo.
Desde pequeña Frida sufrió diversas
enfermedades, entre ellas poliomielitis, enfermedad que le dejó disminuida la
pierna derecha. Sin embargo, al parecer, las enfermedades la fortalecieron a lo
largo de su vida.
Ingresó a la escuela preparatoria a los 12
años de edad.
El accidente de transporte que sufrió el 17
de septiembre de 1925 le dejó prácticamente destrozado el cuerpo, teniendo que
someterse a diversas operaciones a lo largo de su vida.
Su primer autorretrato lo dedicó a Alejandro
Gómez Arias con quien había tenido un noviazgo.
En 1927 ya había hecho varios retratos.
Frecuentando diversos ambientes políticos, intelectuales y artísticos llegó a conocer
al comunista cubano Julio Antonio Mella y a su esposa Tina Modotti, que se
dedicaba a la fotografía. Ambas hicieron buena amistad y Frida comenzó a
frecuentar las reuniones del Partido Comunista Mexicano.
Al siguiente año volvió a ver a Diego Rivera,
a quien había conocido estando en la Preparatoria. Volviendo a visitarlo en su
trabajo, ahora en la Secretaría de Educación Pública, Diego conoció la obra de
ella, misma que lo dejó fascinado, animándola a que continuara trabajando.
Las dos Fridas (1939). (5) |
Por primera vez embarazada en 1930 Frida tuvo
que abortar a los tres meses por complicaciones debido a sus afectaciones del
accidente en el vientre.
Entre 1931 y 1934 Frida y Diego vivieron en
Nueva York, ya que el pintor contaba con una beca. En 1932 vivieron en Detroit para Diego
cumplir con varios encargos. Allí Frida tuvo otro aborto.
Ambos tuvieron diversos amoríos fuera de su
relación pero lo que a Frida le afectó más fue la que tuvo Diego con su hermana
Cristina. Frida tuvo relaciones tanto con hombres como con mujeres.
Entre 1937 y 1939 León Trosky estuvo exiliado
en México y vivió en la casa de Frida. Allí tuvieron un amorío. Al ser
asesinado el revolucionario Frida y Diego fueron arrestados y acusados del
hecho pero luego liberados.
Para 1939 la pareja se separa. Ese año
también expuso en París en la galería Renón et Collea, con apoyo de Bretón.
Allí conoció a Picasso.
En 1940 Frida y Diego se reencuentran y
vuelven a casarse bajo un pacto de colaboración.
En 1943 ella entra a dar clases a Escuela
Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La
Esmeralda .
En 1950 recae su salud y es hospitalizada casi
un año.
Para 1953 tuvo una exposición individual en
la Galería de Arte Contemporáneo.
Por si todo lo que había sufrido en su cuerpo
hubiera sido poco sufrió de gangrena y tuvieron que cortarle la pierna derecha debajo
de la rodilla. Vinieron entonces varios intentos suicidas, aunque temía
faltarle a Diego.
Fallece el 13 de julio de 1954. Fue velada en
el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México y su cuerpo fue cremado en el
crematorio civil del panteón de Dolores. Sus cenizas fueron guardadas en la
casa Azul.
Se incluye una entrevista realizada por
Miguel A. Mendoza en noviembre de 1949 a Frida Kahlo, publicada en un medio no indicado y reproducida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes, editado por PIPSA, 1991,
(p. 124-127).
NOCHE EN LA VIDA
Frida Kahlo es la imagen viviente de un gran
espíritu, de una gran fuerza física que es un cuerpo destrozado en ciertos de pedazos
por un accidente espantoso que le ocurrió a los 16 años de edad. Esta podría
ser, en síntesis, la idea que se obtiene de Frida Kahlo después de conversar
con ella durante preciosos sesenta minutos destinados a apretar la semblanza
periodística de una extraordinaria mujer. Éste es el trabajo somero de una
figura dotada de profundidades e ímpetu vital, que de pronto quedase
inmovilizada para ser contemplada, de algún modo, por ojos profanos.
Año de 1922, Frida entró a estudiar a la
preparatoria. Una chiquilla de escasos doce años, con vestido corto, sombrero a
la marinera, de anchas alas echadas hacia arriba, y mochila atrás. Éste era el
uniforma con el que Frida llegaba a la Preparatoria. Era recuerdo de su paso
por el Colegio Alemán, de esa ciudad de México.
Por aquel entonces las pasiones estaban muy a
lo vivo. Los ánimos caldeados de la Revolución aún no se apagaban. Y un síntoma
de ello era la belicosidad de los estudiantes de la escuela prócer.
Frida misma confiesa:
—Estudiaba
yo preparatoria para entrar después a medicina; pero junto con Pepe Gómez
Robleda fundamos un grupo llamado “Los Cachuchas”, que tenía una finalidad:
vagar en las esquinas y no estudiar, sino pasar de panzazo. El nombre se lo
puso el propio Pepe, que fue el que nos hizo unas cachuchas cafecitas, iguales
a las que usaban él y Alejandro Gómez Arias. Otros miembros de la banda –porque
éramos casi bandidos– fueron Alfonso Villa, que ya murió, Fernando Lira, Manuel
González Ramírez, Carmen Jaime, Ernestina Marín, Miguel N. Lira, Enrique
Morales Pardavé y Jesús Ríos y Valles –a quienes llamábamos, por aquello de los
ríos y los valles, “Chucho Paisajes”.
—Este grupo de “Los Cachuchas” nos dedicábamos a robar la biblioteca
Iberoamericana. Y los libros que nos sacábamos los vendíamos en 10 o 12 pesos,
y comprábamos “hasta” torta compuesta. Éramos un grupo de muchachos
anticlericales, que estábamos pro Diego, pro Orozco, y que defendíamos las
pinturas y a los pintores que estaban pintando los murales de la Preparatoria,
a punta de ladrillazos. Juntábamos centavos y se los dábamos a ellos. Pero al
mismo tiempo éramos “rupas” (ladrones). Recuerdo una vez en que nos sacamos de
la biblioteca toda una colección de Quijotes en distintas ediciones, y los
fuimos a vender…
Y una risa que distiende nerviosamente los labios de Frida Kahlo la
lleva, junto con el resplandor de su mirada, a aquellos días en que todo era
despreocupación. Luego completa su imagen así:
—“No Era yo “machetera” sino, al contrario, muy floja. En ese tiempo
Alejandro Gómez era mi gran amor…”
En ese punto interviene Diego Rivera –que estaba presente en la
entrevista– para iluminar el cuadro que apuntaba Frida, con colores más vivos.
“Estos ‘Cachuchas’ eran unos bandidos que colocaban bombas en todos
los salones de la Preparatoria. Frida fue la que echó la bomba que explotó en
una de las ventanas de “El Generalito” cuando Antonio Caso estaba dando una
conferencia. Los vidrios le cayeron a Caso y por poco lo matan.
Al inquirir porqué tanta violencia en contra de Antonio Caso, Frida
interrumpe; para decir con su estilo pintoresco de hablar:
—No es cierto que la hubiera colocado. A mí nada más me tocó
prenderla. Y se la pusimos porque nos caía “re gordo”: por filósofo y por
chocante. Para darle una idea de cómo era yo, le diré que a mí me habían hecho
un versito, que decía:
“Frida Kahlo,
pata de palo,
calcetín a moda gringa,
ya ni la friega”.
—Pero aparte de que defendíamos a los pintores, yo “maloreaba” a
Diego. Cuando lo veía con Lupe Marín, le gritaba: “Diego, ahí viene Lupe”; que
era Lupe Rivas Cacho. Y cuando lo veía con la Rivas Cacho, le gritaba: “Diego,
ahí viene la modelota!”. Poco después, Diego iba a dar una serie de
conferencias en la misma escuela y yo quería que se cayera al bajar la escalera
central, de modo que enjaboné tres escalones completos, para que al pisarlos
Diego se llevara un trancazo.
Aquí interviene nuevamente Diego, para decir. “pero a mí me avisaron y
no bajé por ahí”.
—En otra ocasión –continúa Frida– entré a ver pintar a diego en el
anfiteatro, donde estaba haciendo su encáustica, y al poco rato llegó Lupe
Marín, su esposa, que me odiaba. Y al querer echarme fuera, yo le dije a Diego:
“Maestro, ¿le molesta que lo vea pintar?”. A lo que me contestó que al
contrario. Y de esta manera crucé palabras por primera vez en mi vida con
Diego. Ya antes, al verlo pasar rumbo al anfiteatro, le grité en una ocasión:
“¡Qué ganas de tener un hijo de Diego Rivera!”.
Diego y Frida en una marcha organizada por el Sindicato de Pintores y Escritores (1931). (2) |
Y hay que recordar que Frida entonces era una niña de doce años de
edad. Pero cuya verdadera imagen es absolutamente imposible reconstruir a base
de palabras. Habría que haberla conocido para saber quién fue.
Nuevamente incrusta Diego Rivera su versión en la entrevista:
“Nomás diré que Frida fue quien echó fuera a Vicente Lombardo Toledano
de la dirección de la Preparatoria. Ella y sus “Cachuchas”, que fueron quienes
lo pusieron. Con decirle a usted, amigo nuestro, que cuando el secretario de
Educación, que era Vasconcelos, se enteró de que Lombardo había expulsado a
Frida de la escuela, lo mandó llamar y, delante de mí le puso una regañada
bárbara y le dijo, textualmente: “Si usted cree que yo me voy a poner de parte
de usted, Vicente, y en contra de una inocente criatura de doce años, está
usted loco”. Y después lo corrió del despacho de la Secretaría.
“Ya antes Vicente me había dicho que su vida era imposible en la
Prepa, porque una banda de forajidos colocaba bombas y mataba gendarmes. Yo
tengo entendido que fue Frida la que mató a uno de ellos, aunque ella dice que
fue otro “cachucha” llamado “Satanás”. Y cuando yo le pregunté que por qué no
imponía el orden él me dijo: “Pero, Diego, bien se ve que usted no conoce a
Frida Kahlo”. Y cuando yo me imaginaba ver a una mujerota, del tamaño de una
walquiria, entró una ratita de doce años, que le extendió un dedito y lo agitó
en la cara de Lombardo, diciéndole: “Señor director, ya estamos cansados de sus
disposiciones. Y si usted no cambia de manera de ser lo vamos a sacar de aquí”.
Y en seguida se dio la vuelta y cientos de estudiantes se fueron con ella, a la
que abrían valla al pasar. Entonces yo le dije a Lombardo: “Realmente, Vicente,
si usted no puede dominar a una criatura como ésta, más vale que renuncie. Y a
poco renunció”.
Ésta era Frida Kahlo antes de que un espantoso suceso torciera una
carrera que quién sabe a dónde la habría
llevado; pero que contribuyó, en mucho, a modelar a la Frida Kahlo que hoy
vemos atravesar por la calle, muy seria, pero llevando a cuestas un sufrimiento
inaudito.
Frida era hija de un epiléptico: Guillermo Kahlo, hungaroalemán que al
llegar a México se hizo fotógrafo y dejó, a su muerte, la más bella
colección de fotografías de al
arquitectura y los monumentos coloniales de nuestra patria. Durante su infancia
batalló al lado de su padre, viéndole agonizar y resurgir de la muerte a cada
instante. Como herencia, quizás –ella así lo dice– su padre le dejó una
debilidad y una propensión a la terrible parálisis infantil, que se resumió,
después de un ataque incipiente, en un adelgazamiento de la pierna derecha que
le deformó su presencia. Ella explica que de esta particularidad le vino el
que le hicieran el versito en la Preparatoria.
Pero apenas llegaba a los dieciséis años, un día, de regreso de la
escuela a su casa en Coyoacán –allí vive aún–, un tranvía arrolló al camión en
donde ella venía y le produjo tremendas heridas. Pero dejemos que ella lo diga
a su modo:
—Venía yo de la Prepa para mi cantón, cuando me aplastó el camión.
Sufrí dos fracturas de la espina dorsal; me desbaraté el pie derecho, del que
me tuvieron que quitar varias falanges; un brazo se me volteó hacia delante;
tuve, también, dos fracturas en la pelvis y un fierro me entró por la cadera.
Estuve tres meses en la Cruz Roja, y después un año inmóvil en un carrito con
ruedas en el que me sacaban a que me diera el sol. Los médicos, cuando me
recogieron, decían que yo no viviría ni veinticuatro horas Pero ya me ve usted.
Desde entonces no veo la mía. En la cara no me pasó nada. Pero dentro de mí yo
creo que sí, porque de esa “echa-bombas” que había sido, me volví así como mas
buena gente.
Estos recuerdos son tremendamente dolorosos para cualquiera, y a pesar
de que Frida tiene un carácter indómito que la hace alardear de lo sucedido, se
nota que algo pasa en su interior. Algo como una rebeldía infinita que no se
doblega ni ante el desastre. Nada, aparentemente, se revela cuando dice:
—Entonces cambié. Me empecé a
vestir de largo. Así, de almartigón y cola amarrada como me ven usted ahora (se
refiere a los trajes de tehuana que sempiternamente usa), quizás por coquetería
para que no se me viera la pata chueca, o por lo que usted quiera. Entonces
empecé a pintar, totalmente sin ilusión. Un día vino Clemente Orozco y vio lo
que estaba yo pintando y le gustó. Diego también lo vio y dijo que estaba yo
influida. Desbaraté entonces lo hecho, y empecé a ser yo. Ahora dicen que soy
surrealista; “pos quién sabe”. Luego empezó el relajo de Diego, viejas y
viejas…
Y de repente se pone muy seria y me dice:
—¿Todo lo va a chismosear en su periódico?
Le digo que no todo; pero sí lo publicable, puesto que su léxico no
siempre es de lo más correcto. Y queda satisfecha. Luego, antes de proseguir
con su historia, me confiesa que años más tarde le fijaron cuatro vértebras por
medio de una placa de metal vitalino a la que atravesaron siete tornillos que
fueron atornillados a las vértebras. De manera que actualmente así es como se
mantiene erecta. Posteriormente, para obtener radiografías de su columna
vertebral, le fueron inyectados 15 centímetros cúbicos de lipiodol, lo que le
produjo una cadena de tumores artificiales, pues provocaron la inflamación de
la primera meninge –la aracnoides–, ocasionándole, por la torpeza de los
médicos, una enfermedad mecánica que le produce los dolores más inenarrables:
no puede estar mucho tiempo de pie, ni sentada, y sólo encuentra cierto alivio
estando yacente, sobre la cama.
Autorretrato con el pelo suelto (1947). (9) |
Ésta es la tortura física de esta enorme mujer, desde hace veinte
años. Con ella a cuestas pretendió concebir hijos con Diego Rivera. Pero en
tres ocasiones se lo impidieron las condiciones de su pelvis. De manera que ha
tenido que renunciar a lo más preciado para una mujer: la maternidad.
—En 1927, al año del accidente, empecé a salir e ingresé en el Partido
Comunista, a causa de dos cosas: primero, porque mi mamá trataba mal a las
criadas, y, en segundo lugar, porque ahogó a unos ratoncitos recién nacidos que
estaban dentro de una peluca. Mi madre, doña Matilde Calderón, era una señora
muy “mocha”, chapada a la antigua. Yo quería más a mi padre.
En ese momento me advierte, sentenciosa:
— Aquí entra Freud y todas esas cosas. Pero lo cierto es que lo
quería, en parte porque sufría mucho con su enfermedad, y en parte porque yo le
tenía mucha envidia: él tenía muchos lápices de colores. Yo no tuve ni niñez ni
juventud, ni una vida normal tampoco: ni en lo matrimonial ni en nada. Durante
una gran temporada anhelé tener un hijo. Hasta lloraba por él. Pero, ¿de qué me
sirvió? También durante un tiempo me dio por pintar hijos. Pero ya me di cuenta
que no podré tenerlo. Ya se me hizo noche en la vida. Después, he vaciado mi
anhelo en Diego. Diego es mi hijo. Pero, ¿qué niño me ha salido? ¡Qué
barbaridad! Yo hubiera querido ser una gente normal –en una forma realista y
materialista, se entiende–; pero la vida me “fregó”, y ahora, ¿qué me queda? Me
duele, la verdad, pero ¡ni modo!
Respecto de Diego, él hace lo que le da la gana. Siempre lo ha hecho,
por encima de quien sea. Dicen que es inmoral. No es cierto. Él no cree en la
moral, así es que no tiene moral. Diego vive para su trabajo, de su trabajo y
por su trabajo. Nunca ha robado a nadie. Le encanta construir: todo lo que sea
edificar. Ya sea pintura, arquitectura o lo que sea. Es el hombre más
trabajador que he visto. Trabaja con un entusiasmo que ya quisiera en mí para
los puros domingos.
¿Amantes? Siempre ha tenido. Muchas. Y lo que he tenido que hacer es
“apechugar”. Ni modo de ir a hacer un escándalo. He tenido celos, es cierto.
Pero, ¿de qué me sirve? ¿Ponerme celosa de esas que echa balazos y trompadas?
No. Nunca. Yo quiero que él viva como quiera, por otra parte. Vivo una vida muy
triste pero ni modo.
Cuando le pregunté a Frida si esa actitud suya tendría un origen
fatalista, ella me replicó vivamente:
—No. No soy fatalista. Creo en mí y en la vida. En mí mientras viva y
en todo lo que vive. No soy ni suicida, ni amargada, ni triste. A Diego lo
quiero más que a mi vida; pero comprendo que es un señor con el cual es muy
difícil vivir. Por su parte, sí creo que Diego me quiera, pero a su modo. Desde
que conocí a este individuo creo que nos juntamos el hambre con las ganas de
comer.
Frida en un festival cómico (1951). (3) |
Y ya no hurgo más por este lado, que es profundamente doloroso, como
todo lo que está muy cerca de Frida, que ha sido una víctima del dolor. De todo
el dolor del mundo, que parece que hubiera caído sobre ella. En cambio, escarbo
un poco dentro de su propia opinión para conocer más íntimamente a Frida y
poder presentarla al lector:
—Todo me interesa y todo me cansa. Es decir, me sigue interesando la
pintura, la revolución, estado de cosas en la sociedad y en el mundo; pero no
sirvo para nada. Vivo a base de puritita voluntad. Soy una gente rara. Tengo
pocos amigos, y los pocos que tengo me quieren mucho. Soy picardieta. Me gustan
los pelados y me chocan los decentes. Quizás sea por complejo de inferioridad.
Me choca todo lo antirrevolucionario: los curas y este señor Truman. Soy
rebelde sin tener conocimiento de las cosas. Soy rebelde de nacimiento. Tampoco
conozco mi oficio. Sólo practico el óleo. La acuarela me da miedo.
Y después de esta estupenda confesión de sinceridad, en la cual, como
es evidente, no hay gran dosis de autocrítica, puesto que Frida Kahlo –como
pintora– será una de las gentes que andando el tiempo ocupará un sitio del más
alto privilegio. Frida intenta una nueva actitud de conformidad que viene a ser
una nueva muestra del vigor incomparable de su espíritu:
—No tengo ninguna ambición, porque es natural que una gente que se
halla en el estado en que yo estoy no la tenga. La última operación de las
trece que ya me han hecho– me ha dejado muy mal desde hace tres años. Estoy más
fregada. Pero no sé por qué.
Y después de un momento la reflexión se hace más honda y más negra,
Frida dice:
—Ora que quién sabe si ya es la edad. ¡Se me está haciendo noche!
Y esta frase terrible queda zumbando en los oídos de quien la escucha.
Pero no . No es cierto, Frida. Los espíritus como el de usted sirven para
mostrar, a quienes no tenemos las mismas dotes, que hay un camino infinito de
superación , que ni siquiera hemos intentado.
No, Frida, usted es una antorcha. Y su vida es un ejemplo para quienes
la conocemos.
Infografía. (10) |
Imágenes tomadas de:
(1), (2) y (3) 100 entrevistas, 100 personajes, editado por PIPSA, 1991,
(p. 124-127).
(4) Primera vez.
(5) CMujer.
(6) MxCity.
(8) AulaSiete.
(9) WahooArt.
(10) Poblanerías.
Con información de:
(1) Biografías y vidas.
(2) Historia biografía.
(3) Mendoza, M (1949). Noche en la vida, entrevista realizada a Frida Kahlo en 1949 y contenida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes, editado por PIPSA, 1991,
(p. 124-127).
D. R. 2018 Darío Aguirre
D. R. 2020 Darío Aguirre
D. R. 2020 Darío Aguirre
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