El Enmascarado de Plata, la leyenda continúa
Dr. Héctor Darío
Aguirre Arvizu
19-09-23
23-09-23
#Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 23 de septiembre de 1917 nace Rodolfo
Guzmán Huerta quien diera vida al “Enmascarado de Plata” o "El
Santo". Luchador de gran fama y actor que dejó una serie de películas de
lo más original en los años 60 y 70.
Rodolfo Guzmán Huerta, nació en
Tulancingo, Hidalgo, México el 23 de septiembre de 1917.
Santo, El Enmascarado de Plata. (1) |
El
Santo fue el
nombre artístico que adoptó Guzmán, un luchador profesional y actor mexicano.
Con el sobrenombre de El enmascarado de plata, logró ser uno
de los luchadores más famosos de México y el mundo y, actualmente, uno de los
iconos en la cultura mexicana del siglo XX y hasta más adelante.
Al respecto del personaje Carlos
Monsivais indicaba que El Santo fue “el rito de la pobreza, de los consuelos
peleoneros dentro del gran desconsuelo-que-es-la-vida, la mezcla exacta de
tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y
catarsis laboral”.
Como luchador profesional ejerció desde
1942 hasta 1982, periodo de cuatro décadas en el que nunca fue desenmascarado,
todo un logro en el ambiente.
Ya desde lo años 50 era un héroe popular
y un símbolo de la justicia para las personas en México, ya que su personaje
trascendió el ámbito de la lucha libre y se transformó en un superhéroe
al lograr un manejo muy hábil de su imagen en diversos medios masivos.
Santo, El Enmascarado de Plata. (2) |
Allá por 1952 El Santo fue transformado en héroe de historieta con la
publicación semanal Santo, El
Enmascarado de Plata ¡Una aventura atómica!, editada por José G. Cruz y que
llegó a vender miles de ejemplares semanales.
El
Santo se
convirtió en un referente mediático internacional debido a su incursión en el
cine en 1958, llegando a protagonizar 52 filmes en los cuales peleó contra
distintos enemigos, reales y fantásticos: científicos locos, luchadores
invasores de países totalitarios, así como hombres lobo, mujeres vampiro y
extraterrestres. Estas películas fueron un éxito de taquilla no sólo en
México, sino en gran parte de América Latina, Europa y algunos lugares en
oriente como Líbano o Turquía.
El género de luchadores fue inaugurado en
1952 por otro luchador profesional enmascarado, El Médico asesino, en una película cuyo título fue, irónicamente, El Enmascarado
de Plata. Pero fue hasta 1958 cuando El
Santo se convirtió en personaje de
cine, logrando un éxito arrollador puesto que venía precedido por el éxito
logrado en la historieta que se publicaba desde 1952.
Santo, El Enmascarado de Plata. (3) |
Otras figuras del cuadrilátero
como Huracán Ramírez, Blue Demon y Mil Máscaras en particular aprovecharon
la corriente que favorecía a los luchadores en la pantalla grande e incursionaron
en el cine, aunque nunca tuvieron la fama de Santo, a pesar de ser en muchas de
ellas comparsas dignas. El Santo fue el
primer gran producto mercadológico surgido de la lucha libre.
El Santo murió en pie de lucha,
literalmente, ya que realizaba un espectáculo en el Teatro Blanquita esa tarde
fatal del 5 de febrero de 1984.
Después del fallecimiento de Rodolfo
Guzmán, uno de sus hijos, Jorge Guzmán Rodríguez, adoptó la máscara de su
progenitor, dándose a conocer como El Hijo del Santo.
A continuación reproducimos una
entrevista realizada por José Buil en enero de 1972 y publicada en algún diario de México, y que
está incluida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes.
El Santo, máscara y músculo
Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido
como el Santo, el Enmascarado de Plata. Es originario de Tulancingo, Hidalgo y
vino al mundo en 1926 (nota, dato equivocado del entrevistador). Se dedicó
desde 1942 a la lucha libre y años más tarde se convirtió en actor de cine.
Actuó en 56 películas, entre otras, Santo
contra las mujeres vampiro, El doctor
Muerte, Las momias de Guanajuato, Las
mujeres vampiro atacan de nuevo. Se presentó en televisión y murió cuando
trabajaba en teatro en 1984.
Supermán es a Metrópolis lo que Santo,
El Enmascarado de Plata, es a Méxicodistritofederal (sic) y a sus cosmopolitas
habitantes. El superhéroe sobrevuela la ciudad, símbolo ésta de la modernidad,
para evitar una destrucción que acaso pudo ser fríamente calculada por algún
gigantesco y perverso cerebro del malo.
El Enmascarado de Plata es un ídolo nacional,
superhéroe autóctono pero muy actual. Su presencia ayuda a que el país
subdesarrollado se integre a la modernidad con todo y las lenguas indígenas que
olvidamos.
El Superhéroe de hoy se eleva hasta el
pedestal del mito en el vaivén de la anécdota. Arriesga la vida pero nunca
muere. Está en el filo de la navaja sistemáticamente. Permanece siempre
¡alerta! por el bienestar de los buenos
—Considerarme un superhéroe mexicano
sería muy vanidoso –dice el Santo moviendo sus labios como dos riñones
sobresaliendo de la máscara–. Odio la vanidad; modestamente, creo que he
logrado hacer un personaje para México, nada más. Aunque a veces sí he visto
que la gente se acerca a mí para palparme, tocarme, para ver si existo, si soy
de carne y hueso. Pero, eso a considerarme un superhéroe, no. Eso estaría mal.
—Santo,
¿no sientes que los superhéroes extranjeros te han desplazado del favor del
público? Hay muchos cómics como el de Supermán, Batman y Robin.
— Mira, si me estás hablando de héroes
de historieta, pues sí. Se llamaba Santo
El Enmascarado de Plata. Pero no, nadie me ha desplazado; entre más tiempo pasa
se acrecienta mi popularidad. Y como no soy un personaje de ficción, por eso
tengo éxito en cualquier parte donde me presento. No nada más en México sino en
el extranjero, como en Estados Unidos, donde existen esos héroes que mencionas.
—Hijos de Artistas me van a saludar:
“Hombre, yo quiero que conozcas a mi
hijo, mira cómo te admira”, y ven las películas. Pero desgraciadamente nací
aquí. No digo desgraciadamente porque sí estoy muy orgulloso de ser mexicano,
pero me refiero a la cosa publicitaria: si yo hubiera nacido en Estados Unidos,
hubiera sido un gran personaje. Aquí en México, desgraciadamente, cuando un
hombre va triunfando, quieren acabar con él por medio de publicidad negativa;
en lugar de que te apoyen sacan que si esto, que si lo otro. Eso sí es malo.
Cualquier personaje que va surgiendo aquí, tratan de terminarlo.
—¿Cuál
es el personaje que más admiras? Aparte de ti, claro.
—¿El superhéroe que más admiro?... Te
digo con honradez, si me pongo a leer cualquier revista que caen en mis manos,
me divierte. No te puede decir nombre porque no tengo predilección por alguno.
Paro si es un caso histórico, verdadero, mejor. Desde chiquillo me encantó la historia.
Leer cuentos, los personajes de la historia. Empiezo a leer desde los
zapotecas. Digo, nuestra historia ¿no? Los de Azcapotzalco, los de Texcoco, la
fundación de México, todos esos personajes, Netzahualcóyotl. Aquí en México, lo
que es mi patria, me sentí fascinado por esos personajes. Luego viene la
conquista… Hernán Cortés…
—¿Entonces
tu te sientes más un personaje producto de la historia mexicana que de las
influencias extranjeras?
—Nononono. A mí me fascinó la historia
no sólo mexicana, sino la universal. No puedo sentirme un personaje nacido de
la historia. Mi historia la hice yo mismo. Tal vez haga historia cuando me
muera, tal vez me olviden. Tú sabes que un personaje surge y muere. El
personaje de Santo quizá lo haga después uno de mis hijos, a lo mejor así el
Santo llega a ser una leyenda.
—Santo,
¿Cómo te gustan más las mujeres, sin maquillaje o con maquillaje?
—Sin maquillaje porque así se ve más la
hermosura de una mujer tal y como es. Si preguntas si me gusta con el pelo
corto o largo, te diré que con el pelo largo. Si el pelo es cortito diré que
estoy con un hombre. Creo que la feminidad de la mujer está en la cabellera.
—¿Tú
cómo tienes más éxito con ellas, sin máscara o con máscara?
—No, pues ya me quieres sacar de qué o
qué. Si lo lee mi mujer me va a matar. Te contestaré superficialmente nada más:
con máscara. Será porque ellas sienten más curiosidad por mí, que cómo será el
Santo, que si así, que si asado. Pero sin máscara me siguen mucho porque soy
carita, jajajajaja, no no no. De cualquier manera me va igual. Pero creo que sí, a la mujer le
gustaría saber cómo soy sin máscara.
Santo en el comic. (4) |
—¿Alguna vez has hecho el amor con
máscara? (Los ojillos de atleta vencedor bailan en el ojal de la máscara,
suspira profundo, mira al techo, al entrevistador y contesta dibujando en el
aire:)
—Interrogación, mano, interrogación, de
veras.
—¿Alguna
vez se te han acercado los homosexuales? Como supongo que las mujeres te
asedian.
—Cómo no. Pero ya no por ser Santo, sino
porque dicen “¡ay qué brazotes tienes, qué músculos!” Pero nasa más hasta allí.
—¿Cómo
ves el asunto del machismo?
—Pues como se está actualizando en la
actualidad, creo que el machismo quieren darle otro sentido. En México siempre
ha existido el macho mexicano, pero aquí se ha exagerado. Se entiende que el
macho es un hombre viril que se da a respetar con su mujer, con sus hijos, en
cualquier parte se da a respetar. Creo en el machismo más o menos en ese
sentido, pero aquí se ha cambiado: que si un hombre tiene dos mujeres es por
machismo. Eso no es el machismo: el macho es un hombre responsable que sostiene
su hogar. Yo me considero macho, pero en el buen sentido: tengo mi hogar, tengo
diez hijos con mi señora y he sido responsable con ellos. Porque no nada más se
tiene un hijo y se le echa a la calle.
—¿Y del complejo de Edipo qué piensas?
—¡¿?! (agita las manos, hace un gesto de
no sé nada).
—Se
dice que en México casi todos estamos enamorados de nuestra mamá y que eso
afecta nuestras relaciones con las mujeres.
—Nonono. Yo creo que estamos equivocados
aquí. El mexicano por regla general quiere mucho a sus padres, yo lo he visto
con muchas personas y sobre todo yo adoré a mi madre. Cuando murió pensé que
junto a ella se morían todas mis ilusiones, a pesar de estar casado y con
hijos. Eso no significa que yo estaba enamorado de mi madre: la adoré, pero en
otro sentido, en otra forma. El mexicano es así. Ahora que por querer a la
madre no vas a dejar de querer a otras mujeres.
—Tienes
treinta y tantos años de luchador. Cuando comenzaste eras más ágil. ¿Sientes
que ha habido un cambio en ti? ¿Sientes que las cosas que haces hoy son
diferentes a las de ayer?
—No me hables de años porque fíjate que
si me preguntas por mi cuerpo de hace treinta años, posiblemente te dé la razón
y te diga que sí tenía más agilidad. Pero mi cuerpo está mejor ahora que antes
(el Santo levanta las manos enérgicamente, las baja y sus dedos comienzan a
retorcer los botones de su saco: ¡se está desvistiendo!. Será la dedicación que
he tenido al deporte –agrega–. No tengo arrugas en la cara (el saco beige del
enmascarado sale volando desde su mano izquierda. Parece uno de esos gestos
típicos del luchador que le arranca la máscara al adversario). He visto
luchadores que son más jóvenes que yo (su camisa se abre lentamente. La carne quemada
por el sol comienza a asomar entre la tela. Sus ojos negros brillan de
contento), pero esos luchadores ya tienen un cuerpo adiposo, en cambio mi
cuerpo, míralo (la camisa del Santo queda colgada como una bandera. Mete la
barriga, inflama y endurece sus pechos.) No creo que este sea el cuerpo de un
anciano (espera la afirmación del entrevistador que, por supuesto, no lo niega
y asiente). Yo no tengo colgados los pechos (El Santo se endurece como un
concursante de Mr. Universo, es un gorila que muestra con orgullo su pecho
iracundo) y los brazos no se me cuelgan (el bíceps salta cual conejo.
Seguramente debajo de la máscara el orgullo le cosquillea. Sus ojos parecen
centellear, ávidos de elogios, espera que le digan “¡pero Santo, qué fuerte
eres!”, que se lo repitan, que se lo repitan). Yo he sabido cuidarme; tengo
algunas llantas y las debo tener, claro. Comprende que el deporte que yo
practico (dice mientras se abotona la camisa y se sienta) necesita que se queme
mucha grasa y tenemos que conservarnos así, precisamente. Me siento como si
tuviera veinticinco años, o treinta en realidad. No me siento viejo, ni
físicamente, ni sexualmente: soy casi un muchacho de treinta años.
—Santo,
¿si te quedaras cojo, manco, o ciego, qué harías?
—¡Ni lo mande Dios! ¿Qué te he hecho
mano?
—¿Crees
que la lucha tiene algo que ver con el arte, el ballet, el teatro?
—Creo que sí, sí claro. Siempre critican
a la lucha libre que porque es de payasada, que porque no es verdad, que no se
qué la lucha libre. La lucha libre tiene mucho de teatro, pero el teatro se lo
da el luchador. Y según el teatro que pueda hacer un luchador arriba del ring,
ene l cuadrilátero, es el espectáculo.
Ni los periódicos amarillistas pudieron con su fama. (4) |
—Si
te ofrecieran un puesto en el gobierno ¿cuál te gustaría que fuera y qué harías
en el puesto?
—Modestamente, yo no soy un hombre
nacido para mandar gente. En primera siento la tragedia de otra pesona. No
puedo vivir de alquien que está mal. No sería capaz de robarme el dinero para
vivir bien, cuando están muriendo miles de personas. Yo no soy millonario ni
nada, pero si siento que puedo ayudar a una persona la ayudo, sin
vanagloriarme. Como decía mi madre: “lo que haga tu mano izquierda que no lo
sepa la derecha”. En un puesto de esos, te doy mi palabra de honor, no
aseguraría mi futuro. Una vez me propusieron: “Oye, ¿por qué no te lanzas para presidente municipal de mi pueblo?” Y
les dije tomándoselas a guasa: “Mira, mano, yo lanzo mi candidatura y si gano,
en primer lugar el tapado se destapa” (Santo hace un movimiento como si se
arrancara la máscara). Jajajajaja.
—Santo,
¿para ti hay algún punto en común entre la lucha libre y la lucha de clases?
—Pues yo creo que no, definitivamente.
Porque la lucha de clases ¡es como el Tercer Mundo, yo no entiendo el Tercer
Mundo, mano…!
—No,
Santo es que mira, la lu…
—¡Pérate mano! Yo no entiendo al Tercer
Mundo, porque yo creo que nacimos en un solo mundo. Hay un solo mundo, ¿o no?
Ahora, ¡qué es eso de la lucha de clases? Yo creo que todos somos iguales. Yo
no estoy ni contra el rico ni contra el pobre ni contra nadie. Me doy cuenta de
que hay pobres flojos y que hay ricos sinvergüenzas… En la actualidad dicen que
no hay trabajo, pero si quieres un jardinero, no lo encuentras; si quieres una
sirvienta, no la encuentras.
—Santo,
digo el nombre de un personaje y tú en una o dos palabras dices qué piensas de
él ¿sí?
—Bueno… Blue Demon: Gran deportista, buen luchador, un buen amigo mío. El Pato Donald: Simpático animalito. Octavio Paz: Es un escritor ¿verdad?,
pero la verdad es que la obra de él no la conozco. Roger Moore el Santo: Pues la gente creía que yo me había robado el
nombre, pero no, yo tengo más tiempo que él, además no usa máscara.
—Santo
¿cuál es el santo de tu devoción?
—Primero que nada (señala al cielo) Dios
sobre todo. Luego la Virgen de Guadalupe. Y luego, pues los que vienen.
—Santo,
si como luchador hubieras sido un rudo, ¿te hubieras puesto Satanás o Diablo?
—No, si yo comencé como rudo. Me puse el
Santo para que hubiera un contraste. También me iba a llamar Ángel. Al
principio tenía miedo de llamarme Santo porque la gente qué iba a pensar, que
me estaba burlando de Dios o algo. Pero luego me aceptaron y el nombre me
gustó.
—¿Tienes
pesadillas, Santo?
—Jajajaja. Mis pesadillas son mis hijos.
Jajajajaja. Bueno, mira, el otro día soñé que una mano muy grande y fría se
posaba sobre mi pecho. Me sentí desesperado, un poco agitado. Pero cuando
desperté asustado, me di cuenta que era mi propia mano que estaba puesta en mi
pecho.
—¿Algún
sueño que insista en aparecer, que se repita?
—Bueno, eso es sexual dicen ¿no? Sí,
tengo un sueño que se repite. A veces sueño que subo una montaña muy alta y que
me caigo desde lo más alto. Me veo volar primero muy rápido, caigo y luego ,
más lento, voy cayendo hasta lo más hondo. Primero rápido y luego despacito,
pero nunca me pasa nada, siempre despierto antes de que nada suceda.
—Sin
el cine ¡crees que hubieras llegado a ser tan popular?
—Sí, Mano. Yo me hice en la lucha, en el
ring. Antes que nada soy luchador. El cine lo hice porque fue una meta más a la
que yo tenía que llegar, pero cuando llegué ya era popular, si no no hago cine.
Yo siempre he tenido metas, una tras otra. Toda mi vida ha sido eso. Primero
meta y luego que la alcanzo, otra y luego otra. Así hasta que me muera.
—¿Qué
clase de cine te gusta?
—Pues todo el que sea sano, porque hay
mucha inmoralidad. Una vez fui con mi mujer, en Los Ángeles. Y oye: mi mujer es
una señora casada, mano. Vimos a la entrada el anuncio de una película
mexicana: “Oye, vamos a ver ésta”, le dije a mi señora. Y entramos, el nombre de
la película no te lo digo porque la vas a reconocer, pero me salí luego;
comienza con una soldadera que llega con un niño a una casa donde hay
federales, va buscando a su Juan. El niño se queda afuera y ella entra. Luego
su hijo entra a buscarla y se encuentra con que a la soldadera le están dando
una… ¿Cómo es eso?
—¿Es
cierto que hay tres Santos? Se dice que haces negocio, que luchas al mismo
tiempo en Toluca y aquí.
—No es cierto eso. Yo soy el único
Santo, este que tienes aquí. Además mira, la gente no se deja engañar. Me
reconocen, el cuerpo del Santo es inconfundible, la gente lo sabe. Una vez, un
cuate se ofreció a salir por mí cuando ya nos íbamos y la gente me esperaba
fuera; el cuate se puso la máscara y salió, todos se fueron atrás de él, pero inmediatamente
se dieron cuenta que no era el Santo porque no tenía los brazos peludos
(muestra sus brazos peludos). Las suplantaciones me las han hecho. Hasta en
Beirut donde soy muy popular, en el extranjero, en la provincia.
—Pero si un cuate se para a luchar con
mi nombre lo linchan. Además tengo una cicatriz en el brazo por la que me
reconocen.
—¿Tienes
necesidad de rasurarte todos los días?
—Todos los días, tengo la barba cerrada.
—¿Cómo
son tus cejas?
—Pobladas.
—¿Tienes
cicatrices, lunares, señas particulares en el rostro?
—No tengo cicatrices. Y no es que haya
recurrido al cirujano plástico o algo así, no. No, no lo necesito, de verdad,
no tengo arrugas siquiera.
—¿Tienes
lo que se llama frente amplia?
—Lo que se dice amplia amplia no. Más
bien mi frente es regular.
—¿A qué nombre están tus papeles
oficiales, tu pasaporte, tu licencia?
—¡Santo, El Enmascarado de Plata! Así
dice mi pasaporte, así decen todos mis papeles, mi licencia. Cuando viajo al
extranjero, a Guatemala o a cualquier país que quieras, llego con todo y
máscara a migración. Ahí me pasan con el oficial encargado, el principal. Entro
en su oficina, nada más él y yo, y ¡ras! me quito la máscara, me mira bien, es
el único que me ve y paso sin ningún problema ¡hasta sin aduana!
—Finalmente, Santo, ¿qué consejo le
daría a la juventud mexicana?
—Que practiquen algún deporte. No es
porque yo haga lucha libre, no. Cualquier deporte: basket, futbol, lo que
quieran, lo que más les guste, pero que lo practiquen. Y sobre todo, que no se
droguen.
Imágenes tomadas de:
(1) Siete
de Junio.
(2) Twitter.
(3) Periódico NMX.
(4) El
Correo de Oaxaca.
(5) y (6) El
azote venezolano.
Con información de:
(1) Noticia
Al Día.
(2) Buil, J. (1972). El Santo, máscara y
músculo. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y
Comercial. 1991. (pp. 233-235).
(3) Tulancingo.
D. R. 2019 Darío Aguirre
D. R. 2023 Darío Aguirre
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