miércoles, 10 de marzo de 2021

Isela Vega

En pleito con la ropa

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
21-03-09

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, hoy martes 9 de marzo fallece la actriz mexicana Isela Vega, de larga trayectoria en el cine, en particular en el de corte sexual, de los años sesenta y setenta, aunque llegó a participar en películas de diverso carácter.

Aquí reproducimos una entrevista realizada a Isela Vega por Ignacio Solares publicada en mayo de 1972 en un medio no especificado pero reproducida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes publicado por PIPSA.

Originaria de Hermosillo (1945), trabajó como secretaria y telefonista y luego como diseñadora de ropa femenina y modelo en Estados Unidos. Antes de cumplir 25 años adquirió fama por las atrevidas películas que filmó con Francisco del Villar: Las pirañas aman en cuaresma, La primavera de los escorpiones y El festín de la loba. También trabajó en el teatro bajo la dirección de Alejandro Jodorowski en la obra Así hablaba Zaratustra, al lado de Carlos Ancira. Estuvo casada con Alberto Vázquez y Jorge Luke y protagonizó numerosos escándalos por su liberalidad sexual y su desenfado al mostrarse desnuda en el cine y en el teatro.

TÓMALO O DÉJALO
A Isela Vega le parecen antieróticas, anticomunicativas, las escenas de desnudo –“las poses exóticas juntando las rodillas y cubriéndose los senos con las manos”– que tanto gustan a nuestros productores y, claro, a nuestro público.
E Isela Vega ha logrado un nombre, un prestigio, gracias a ese tipo de escenas.
–¿Por que?
Isela contesta con un gesto despectivo y con un largo ¡ca-ra-jo!
–Porque de algo tiene una que vivir…, porque algo tiene una que hacer en la vida…, porque además de todo me gusta trabajar en el cine. ¿Pero qué va a hacer una, exigirles a los productores y a los directores mexicanos que piensen menos en la taquilla y más en la calidad de las películas? ¿Y quién soy yo para hacerlo? ¿Greta Garbo?
–Soy simplemente Isela Vega: una muchacha que no tenía bien definido lo que quería ser en la vida  y que cayó en el cine como podía haber caído de obrera en una fábrica de alfombras. Porque ni siquiera estudié taquigrafía para trabajar de secretaria.
–Quizá, por como pintan las cosas, más le habría convenido trabajar en la fábrica de alfombras.
–No, porque también es cierto que me gusta actúale, me gusta el ambiente y me gusta la libertad; como obrera de la fábrica de alfombras tendría que pasar ocho horas diarias encerrada en un cuarto sórdido, ¡qué horror!
–Además el cine le ha dejado dinero.
–Claro. Y el dinero es muy importante para ser libre. Por eso en cuanto juntemos mi marido y yo lo suficiente nos largamos a otra parte, a un sitio en donde no haya que desnudarse para sobrevivir y en donde se pueda vivir en paz.
–¿Existe ese sitio?
–Sí, ya lo tengo hasta localizado: es una pequeña aldea suiza con capacidad sólo para seis familias. Ideal, ¿no?
–¿Cuánto hace que tiene ese plan?
–Muchos, muchos años, pero tarde o temprano tengo que conseguirlo. Palabra.
–¿No irá a ser un tanto aburrida la vida ahí?
–Para los enajenados que gustan de embrutecerse con la televisión y que consideran “muy excitante” verle los senos a una mujer, sí. Para mí no.
–¿A qué se va a dedicar?
–A cultivar hortalizas, a practicar ejercicios yoga, a hacer el amor con mi marido y a cuidar a mis hijos; en una palabra, a estar de veras en contacto con la Naturaleza.
–Tenemos la impresión, aunque quizás estemos equivocados, que ese plan es una mera fuga neurótica.
–Tal vez. Pero de una u otra forma me ayuda a sobrevivir, a soportar tanta estupidez que tengo que realizar –además como si se tratara de lo más importante del mundo– cada día de filmación. Así que no se meta en lo que no le importa y déjeme tranquila con mi aldea suiza.
–¿No sería mejor empezar a cambiar aquí y ahora?
–¿Cómo?
–Intentando filmar otro tipo de películas, no aceptando las que buscan el nudismo como mera fórmula comercial. Aunque muy de vez en cuando, en México ya se intenta filmar un cine más digno…
Isela suelta una carcajada y al dirigirse al entrevistador le haba de tú, en un tono casi desesperado.
–Mira chavo, cuando no se conocen las cosas a fondo es mejor no hablar, no criticarlas. Efectivamente, yo  ahora estoy en plan de exigir más calidad a los guiones, y resulta que llevo todo este año sin filmar. Los argumentos que me presentan son los que siempre le han presentado –y tal vez siempre le presentarán– a Isela Vega. Ya te imaginar qué tipo de argumentos: chavas que abandonan a su marido porque se enamoran de un lanchero de Acapulco, chava que pervierten adolescentes de nuestra prestigiada clase media; en fin , chavas que con cualquier pretexto se quitan la ropa, juntan las rodillas y se cubre los senos con las manos… Esa es la onda en la que quieren ver a Isela Vega. Y ni modo, o lo tomas o lo dejas. Es el destino. Por desgracia no estoy en los planes de los directores jóvenes. Ellos sí están haciendo un cine más digno, pero no piensan en mí, no me llaman. NI modo de ir yo a buscarlos.
–Quizá temen que cobre demasiado.
–A ellos no les cobraría demasiado. A los que me quieren utilizarme como carnada para meter más gente al cine, a ésos sí les cobro demasiado. Pero si se trata de cambia de onda estoy dispuesta a cobrar lo que sea.
–¿Y a continuar desnudándose?
–¿Por qué no? Total, ya es mi destino estar de pleito con la ropa. Pero qué diferente debe ser desnudarse en una película comercial, a desnudarse en una película de Bergman, ¿no? digo, nomás por poner un ejemplo. Además, la verdad es que me encanta andar desnuda, me parece mucho más cómodo y más saludable. Pero de ahí a considerarlo el más alto grado de erotismo…
–¿Qué es para usted erótico?
–Yo creo que es bastante más erótica una cierta mirada, una forma de caminar, un tono de voz, una leve caricia, que aparecer de repente sin ropa, dando la impresión de que el acto sexual es como comerse un bistec.

Isela usa el pelo suelto hasta los hombros. Va vestida con una blusa blanca, pantalones y huaraches. Vive en un departamento diminuto, al final de una larga privada en donde niños salvajes transitan en peligrosas bicicletas que hay que sortear al entrar. Isela, pensamos, podrías vivir en una casa más amplia, más lujosa, pero tal vez prefiere conservar el ambiente de sus primeros años en el cine, cuando, dice, imaginaba que desnudarse frente a la cámara era sólo un medio para después conseguir los papeles que a ella le gustaría interpretar. Cuando imaginaba que una actriz que leía a Marcuse tarde o temprano tenía que imponerse al raquítico medio artístico que la rodea.
¿Isela Vega? Sí, aquella que salía sin ropa en Zaratrustra, aquella que salía sin ropa en Las pirañas aman en cuaresma. La actriz ideal para el cine Prado, para el cine de voyeurs, para “el cine de los hombres solos”. Y todo estaría muy bien si ella se conformara; pero no, se rebela ante la idea de que ése será su destino.
–Pero no es fácil, de veras. dentro de este mugroso ambiente es del cocol hacer algo diferente, no resignarse. Aquí lo mejor es resignarse. Que ni sueñe con realizarse –existencialmente– trabajando en nuestro cine. Que ni lo sueñe. Aquí hay que conformarse con ser carne de cañón, carne para anzuelo que meta más gente al cine, carne para saciar la avidez de idiotas frustrados sexualmente. A eso hay que resignarse. Yo hace algunos años todavía andaba con la idea de ser actriz, de montar buen teatro, de poner a Valle Inclán. Y sí, lo puse, puse aquella de Romance de lobos, una obra padrísima: ahí sí se realizaba una existencialmente y se encontraba a sí misma y todas esas ondas filosóficas. Pero estuvimos en cartelera unas cuantas semanas solamente porque apenas se paraba una docena de gatos por función. Y entonces una dice: al diablo, mejor junto un poco de lana y me largo a mi aldea suiza, a un sitio en donde viva tranquila y sin remordimientos de conciencia.

PLANES MAFUFOS O ESTIÉRCOL
–Hay algo en todo esto que suena medio falso. ¿No serán puros planes para aplacar un poco esos remordimientos de conciencia, y ni va a cambiar el tipo de películas que filma ni va a viajar a esa soñada aldea suiza?
–Como quien dice: estoy felizaza con mi situación de encueratriz, perpetradora de churros y más churros y no lo sé. Puede ser. Lo he pensado. A lo mejor nomás se está una calentando la cabeza con planes mafufos que nunca va a realizar porque lo que le gusta, lo que de veras le gusta, es el montón de estiércol en donde está sentada. Lo he pensado, chavo, no creas que me vienes a sorprender.
Al entrar en casa de Isela la primera sorpresa es un enorme póster de Peter Fonda manejando fieramente una motocicleta, frunciendo el entrecejo y pelando unos dientes de perro rabioso. A la derecha, en la subida de la escalera que lleva a las recámaras, una foto del Che Guevara. Luego una columna tapizada de fotos de John Lenon. En otra de las caras de la columna, hacia abajo, una foto de Alexandro Jodorowski con la cabeza y las cejas rasuradas. En el suelo, sillas de plástico inflable y pufs. Empotrado en la pared, un librero con títulos de filosofía hindú, Herman Hesse, El Quijote, Nietzsche, La Biblia… y varios tomos de la historia del cine apilados.
–Isela vega es vegetariana. ¿Por qué?
–Porque no soy cementerio para almacenar cadáveres –contesta–. Y porque no soporto la idea de matar a un animal para alimentarme.
–Tenemos una idea muy curiosa de la vida; creemos que somos los reyes de la creación y que todo nos está permitido. La nuestra es una moral inmoral, caduca, que no tiene ningún respeto por la vida. Y sí hay algo que respeto yo es la vida.
–Ahondemos sobre esto. ¿Qué más puede decirnos sobre la moral que nos rige?
–Que con tal de atacarla me siento bien desnudándome en cualquier churro intrascendente. Yo sé que para las buenas conciencias de nuestro ciudadanos es una agresión el que yo me muestre como Dios me trajo al mundo; se ruborizan frente a sus esposas, hablan mal de mí, pero bien que gozan y me escudriñan el cuerpo con unos ojos de lupa.
–¿No nos decía hace un momento que se sentía mal desnudándose en películas comerciales?
–Sí, porque después de todo es darle gusto y seguirle el juego a esos imbéciles. Ellos felices de verme desnuda, qué más quisieran los malditos. Lo que más me molesta es pensar que trabajo para ellos, que son los que, en cierta forma, me mantienen y mantienen a mis hijos. Todo se lo debo a ellos. Y, claro, como el público siempre tiene la razón, y el público quiere ver a Isela Vega desnuda, los productores no tienen más remedio que continuar desnudándome. Y yo de babosa que me dejo desnudar y hago cuanto me ordenan.
–¿Cómo fue que Isela Vega cayó en este ambiente? ¿Qué planes tenía de adolescente?
–Bueno, mis primeros planees de adolescente fueron salirme de michas, lo que conseguí a los quince años. Me fui a Estados Unidos a estudiar diseño de ropa. Luego me arrepentí, me entraron los sentimientos de culpa y regresé un año más tarde al lado de mis padrees, únicamente para convencerme de que nada tenía que hacer ahí, así que me los cotorreé otro años y por fin me decidí a salirme de mi casa definitivamente. Per, hasta eso, era yo una chica buena, cumplida, respetuosa, simplemente con un montón  de ideas confusas en la cabeza. Regresé a Estados Unidos a terminar de estudiar diseño de ropa y también a estudiar un poco de pintura. Ya en ese tiempo tenía yo un montón de dudas respecto a qué diablos hacemos en este mundo, ¿por qué yo?, ¿adónde iré después de muerta? y todas esas ondas tan necesarias en la adolescencia. Leía cuanto caía en mis manos y veía mi futuro como algo maravilloso: continuaría en el diseño de ropa y el resto del tiempo lo dedicaría a pintar y a estudiar. Buenos planes, ¿no? Y quizá de veras los habría conseguido y ahora estaría más tranquila conmigo misma si no me proponen trabajar de modelo. Acepté porque en aquel tiempo unos cuantos dólares más me caían de perlas y ahí empezó a rodar la bola. Regresé a México, entré de cantante de Tony Espino, continué de modelo y me entró la cosquillea del cine y del teatro, de ser la Greta Garbo mexicana, nomás. Di el bikinazo, acepté papeles intrascendentes, me quité la ropa “cuando así solo exigía el guión”, y la Greta Garbo mexicana se quedó , simplemente, en Isela Vega. Y ahí sigo, sin que me permitan volver a vestirme.


Imagen tomada de:

(1) Mercado Libre.

Con información de:

(1) Solares, I. (1991). En 100 Entrevistas, 100 personajes. coordinado por Vicente Leñero. PIPSA. México.
 

 

D. R. Darío Aguirre 2021

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