lunes, 10 de abril de 2023

Samuel Hahnemann

 Creador de la Homeopatía

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
17-04-10
23-04-10
 
   Nota: Debido a que Google y Facebook consideran "viejas" las publicaciones de antes del 2020 nos vemos en la necesitada (y el gusto) de publicar nuevamente todas las entradas importantes, como las semblanzas, para que puedan ser "vistas" por esos sistemas y puedan ser compartidas. Esta entrada, en particular, ha sido ampliada con información que no estaba contenida en la original.
 
#Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 10 de abril de1755 nace en Meissen, Alemania, Samuel Hahnemann, médico que retoma el modelo de la curación por el semejante y creador de la Homeopatía.
El doctor Samuel Christiano Federico Hahnemann Spiess nació el 10 de abril de 1755 dentro de un ambiente promisorio a su preparación intelectual: su padre era pintor dueño de una fábrica de porcelana en su ciudad natal bajo la protección de Federico el Belicoso. En esa época era importante la fabricación de porcelana, ya que se competía por el mercado dominado desde hacía siglos por los chinos. Roger Larnaudie anota en su biografía sobre el gran médico que:
“Tres grandes acontecimientos dominan en la historia de Sajonia, hechos que repercutieron en el mundo lo mismo que las revoluciones. La conversión al luteranismo, en el siglo XVI; la invención de la porcelana, en el siglo XVIII y en el siguiente, el descubrimiento de la Homeopatía.” (2)

Samuel Hahnemann.
En la fabrica de porcelana de su padre Hahnemann aprendió el manejo práctico de sustancias de la química de su tiempo, la preparación meticulosa, prácticamente alquímica, de esmaltes en “secreto” (para evitar la competencia, proteger la propiedad intelectual e industrial diríamos hoy). Además su padre lo orientó en la educación de las humanidades greco-latinas, en la química y la física. A los doce años de edad podía sustituir a su maestro de griego en la clase:
“Su padre insistía en darle cada día lo que llamada ‘su lección de pensar’ de media hora, en donde la unión de la inteligencia y de esfuerzo mental conducían a la concentración.” (3)
Dedicado diariamente al estudio Hahnemann compensaba su debilidad física y aprendió varias lenguas: alemán, latín, francés, italiano, español y griego, pero también leía en hebreo, árabe, sirio y caldeo. Obviamente esa variedad lingüística le dio una versatilidad de pensamiento, una capacidad enorme de percibir el mundo de forma global y desde muchos puntos de vista, así como una gran capacidad de análisis y síntesis que le serían útiles más adelante.
Monumento a Hahnemann en Washington, D. C.
Debido a sus antecedentes de servicio familiares y después de un descalabro económico de su padre, Hahnemann recibió una pensión del rey de Sajonia para ir a estudiar a Saint-Afra, una escuela situada entre la catedral y el castillo de Albrechtsburg, dedicada especialmente a los hijos de nobles, aunque Hahnemann no lo era. Allí destacó como estudioso, tenía a su disposición toda una gran biblioteca, donde leyó mucho de química, pero era rechazado por todos sus compañeros, quienes tenían un futuro asegurado dada su alcurnia. Como discurso de despedida de esta escuela, antes de ir a la Universidad, costumbre de aquella época, nuestro joven maestro eligió el tema “La curiosa formación de la mano”, que expuso en latín, en donde reflexionaba filosóficamente sobre la utilidad, importancia y carácter de ella, adelantándose a muchos otros como Marx y Vigotsky, un tema sin duda sobresaliente para su edad.
Monumento a Hahnemann en Washington, D. C.
Samuel decide ir a Leipzig, ciudad universitaria, cuna del intelectualismo de su tiempo, y estudiar medicina, lo que hizo durante dos años. Allí conoce las diversas teorías dominantes sobre la salud y la enfermedad, sobre lo científico y lo no científico. Unas corrientes chocaban contra otras en franca oposición y exclusión mutua, siendo dominantes las corrientes de la materia y las del espíritu. Allí conoce el vitalismo y el organicismo.
Existían además diversas escuelas como la humoral; la de la irritabilidad de Brown y la del espasmo de Federico Hoffmann (que también se había dedicado a la “patología demoníaca y al movimiento mórbido) y la de Cullen; la del sensualismo, dependiente de la filosofía de Condillac y los naturalistas filósofos observadores; y la de los historiadores, que recordaban los grandes estudios de la antigüedad y reaccionaban contra los que despreciaban a los antiguos.
Además de la proliferación de múltiples corrientes el cartesianismo había dado el beneficio de la observación y de la investigación del conocimiento. Si por un lado el nuevo científico se rehusa a admitir lo que él no percibe, por otro se ve obligado a hacer más penetrantes los medios de percepción. Se crea el experimento.
Continúo estudiando y dedicándose a la traducción de libros. Conoció de Stahl la Teoría Vitalista; de Van Helmont su farmacología; de Paracelso conoció su teoría del macrocosmos y el microcosmos, así como su homunculus y la alquimia. En Saint-Afra ya había leído de la alquimia y la cábala:
 “…donde estudió la teoría de los elementos, de la sal, del azufre y del mercurio colocados bajo la dependencia sideral de las esencias, de las entidades reales, causas de las enfermedades, la de los espíritus y de los demonios” (2, p. 43);
de Cardan estudió su teoría de la diagnosis, conoció las doctrinas de Cornelio Agrippa, de Rosa-Cruz y de las sectas masónicas y muchísimas otras lecturas.
Stahl (1650-1734) fue un médico del duque de Sajonia-Weirmer. Admitía la unión del cuerpo y del alma y declaraba que la materia tenía su alma propia:
“Conocido es el principio flogístico de Stahl para explicar los fenómenos caloríficos, y que suponía formar parte de la composición de los cuerpos, desprendiéndose de ellos durante la combustión. Esa llama era el alma.
“Stahl refutaba las teorías galénicas que hacía reposar la enfermedad en el vicio material nacido de nosotros y que era preciso expulsar, y también en un veneno mórbido. Estimaba que la naturaleza no enfermaba más que por la alteración de sus disposiciones. Esta alteración del movimiento vital es la que crea la enfermedad o como él decía: ’la idea turbulenta que tiene la naturaleza de la administración de la economía animal’ “ (2, p. 41)
Con el fin de poder practicar con enfermos Hahnemann, en  1777, pide consejo a su maestro de patología quien le entrega una recomendación dirigida al doctor Querin, Jefe del Hospital de los Hermanos de la Misericordia en Viena. Debemos hacer notar que la práctica con enfermos estaba reservada a barberos y boticarios en la época que estamos considerando. Tocar un enfermo era de poca categoría para el médico.
Como Samuel había sido víctima del robo de sus únicos ahorros tuvo que traducir rápidamente una obra en pocos días y completar el pasaje contratándose como traductor en la empresa naviera.
Ya en Viena continuó sus estudios y conoció al farmacéutico del hospital quien le explicó que no existía el conocimiento de qué efectos tenían las sustancias con que se pretendía curar, que la medicina de su tiempo era un azar.
Tradicional vehículo del medicamento homeopático:
glóbulos o "chochitos" de lactosa.
Querin le había hablado a Hahnemann sobre las curaciones realizadas por Mesmer con un imán, sin suministrar sustancia alguna al enfermo, y aunque no había un principio que justificara la curación, se interesó por el fenómeno:
“Samuel creía que en ese imán, cuyo extremo se dirigía siempre hacia el mismo punto del espacio, había un fluido, una especie de alma de esa materia, el “spiritus purus” de Hipócrates, y que en su empleo quizás hubiese un medio de curación” (2, p.67) Conocimiento que no pudo comprobar.
El mismo doctor Querin lo instó a abandonar el hospital y lo recomendó a un noble. Hahnemann pasó al servicio del barón Samuel de Bruckenthal un hombre extremadamente sano, pero comprendió Hahnemann, de 22 años, que no era su camino la vida cómoda que el barón le estaba entregando, un lugar donde solamente se dedicaba a cuidar colecciones de monedas y libros (que aprovechó para leer), alimentando su ego, por lo que, después de dos años, abandonó los lujos y se fue a la Universidad de Erlangen, para hacer su tesis de doctor en 1779.
Se lamentaba de que llevaba 5 años estudiando y no se había graduado, cuando que la mayoría de sus compañeros médicos lo hacían después de 6 meses de estudio. Se graduó con la tesis “Consideraciones sobre las causas y tratamiento de los estados espasmódicos”, sobre la irritabilidad y los espasmos, basado en lo estudiado en los escritos de Brown y Cullen.
Hahnemann, religioso creyente en Dios y en el alma, pensaba que la medicina debía intervenir con más utilidad en las enfermedades que las acciones piadosas de los religiosos que atendían enfermos, como había visto en Viena, por lo que decide trabajar en un manicomio.
Algunas inquietudes filosóficas que explicaban los desordenes “del alma” pretendía que todo era mecánico, incluso el pensamiento:
“que la vida era como un movimiento venido del exterior y que estimulaba la irritabilidad corporal, que residía en los músculos del cuerpo. Y otros estimaban que el principio de la vida existe solamente en el alma, que se confunde con el cuerpo. Por último, también otros afirmaban que había un alma para el pensamiento y un principio vital para la vida corporal.” (2, p. 68)
El contacto con el sistema “hospitalario” del manicomio fue un enorme impacto para Hahnemann. Era un lugar de tortura y no de cura, pacientes enjaulados, amarrados, verdugos con varillas de hierro prestos a aplicar la “terapia”, golpes y gritos de pánico. Se lanza entonces contra el sistema y las costumbres y decide aplicar el trato amable y amigable como terapia, con lo que logra varias curas.
Necesita aprender a curar realmente y se marca un nuevo camino: primero investigar las sustancias, los remedios de su época y sus componentes, en una palabra, la farmacopea. Entra en contacto con hombres especializados en las materias que le atraen: física, química, historia natura, mineralogía, y se hace de clientela para su práctica médica.
Se le hace manifiesta entonces una nueva contradicción de la medicina, mientras que los teóricos de moda se disputan el poder, los prácticos continúan administrando los remedios del pasado: laxantes, vomitivos, diuréticos, sudoríficos, resolutivos carminativos, cefálicos nerviosos y antiepilépticos, hipnóticos anodinos, astractivos y diatersivos, evacuantes, purgativos, depurantes, aperitivos, meisisivos, etc.
“La mayor parte de los remedios tenía por base venenos violentos, dados en dosis importantes y en netamente tóxicas. Los boticarios son los maestros y corrigen las recetas de los médicos para el mayor efecto en los enfermos.” (2, p. 68)
Y todas las sustancias se daban mezcladas, un verdadero revoltijo.
Por ello Hahnemann se dedica a estudiar química, para conocer con exactitud la composición de las substancias. Investiga con tendencia biológica: ¿qué reacciones se provocan en el organismo por la absorción de sustancias?
Materia Médica, libro fundamental para el médico homeópata.
Contiene la colecta de síntomas que producen los medicamentos preparados homeopáticamente
en el hombre sano (experimentación pura).

Se instala en Dessau, cerca de las minas de Harz, donde investiga cómo se emplea en su época el carbón mineral para calentar y qué hacer para que sea más eficiente como combustible casero. Analiza el vino y el arsénico, siendo pionero en estos estudios.
En esa ciudad conoció a un boticario llamado Hassler, que sabiéndolo médico graduado, y él, siendo dueño de una botica, le presta incondicionalmente un laboratorio de química ampliamente equipado. Poco tiempo después desposaría a su hijastra, Leopoldina Enriqueta Hassler-Küchler, con el joven médico (a los 26 años).
Ya casado trabajó en Gommern un pequeño pueblo cercano a Dessau, donde notó que existían grandes condiciones de insalubridad, hábitos de suciedad, falta de limpieza generalizada, entre los enfermos, en las casas y en las calles, por lo que propuso la higiene como método preventivo. Escribió un libro llamado El amigo de la salud: “aire, luz y sol son los tres elementos bien hechores que dios extiende generosamente por la tierra”. (2, p.99)
En Gommern pudo experimentar y probar las sustancias preparadas por él mismo para descubrir sus efectos y posibles propiedades curativas. Cada vez que lograba una curación estudiaba el caso a detalle para descubrir las verdaderas razones de la cura, ya que no existían explicaciones convincentes en los manuales de su tiempo.
Después de mucho trabajar viaja a Dresde donde se encuentra al doctor Wagner en quien suponía encontraría la fuente de la inspiración para la curación de los enfermos: ¡gran decepción!, la curación era una meta azarosa y ocasional, por lo que regresa a Leipzig, en la búsqueda del método anhelado y continúa sus lecturas. Cuando el Director de Salud Pública se enfermaba Hahnemann lo sustituía.
Con años de ejercer la medicina le pasó que no pudo curar a un amigo y murió (1787), por lo que abandonó la medicina, negándose a emplear los métodos agresivos que se usaban en su época, con desconocimiento total de cómo curar, pero siguió estudiando todo lo relativo a la medicina, física, química, biología y todo lo que podía destruir al hombre o revitalizarlo, por lo que se dedicó a traducir libros de medicina.
Organón de la Medicina, que contiene la filosofía y observaciones
del creador de la Homeopatía.
Varios años después escribiría en su Organón, en 1833 sexta edición, obra fundamental de la Doctrina homeopática, sobre la curación a lo largo de la historia hasta sus días: “... diversos modos de pensar originaron infinidad de doctrinas y teorías sobre la naturaleza de las enfermedades y sus remedios, creando sistema en abierta contradicción los unos con los otros y aun consigo mismos...
“Al lado de esas teorías y sin ninguna dependencia de ellas, se fue creando un método [de curación] que consiste en administrar y aplicar mezclas de medicamentos desconocidos a distintas clases de enfermedades arbitrariamente administradas, en contradicción siempre con la naturaleza y la experiencia, y por consiguiente, sin resultado ventajoso.”(1)
Como toda absorción de substancias medicinales de su época ocasionaba fenómenos extremadamente variados y distintos, las personas adquirían nuevos síntomas que no tenían antes de iniciar un “tratamiento”, y el médico tomaba el efecto por la causa y los síntomas que más se marcaban servían para designar cada substancia pero no para curar la enfermedad. Una curación a principios del siglo XIX era un verdadero milagro.
 En esa época el médico:
“Considera las enfermedades de lesión externa como puramente locales, aisladas e independientes del resto del organismo y cree haberlas curado haciendo desaparecer esta manifestación externa por medio de los tópicos que casi siempre provocan metástasis. No sabiendo qué hacer contra la enfermedad que no cede o que se agrava tantean modificarla por los alternantes, principalmente los calomelanos, el mercurio corrosivo y otras preparaciones mercuriales a grandes dosis, que sólo minan la existencia.
“Volver incurables, si no es que mortales, el noventainueve por ciento de las enfermedades crónicas debilitando y atormentando sin cesar al ya agotado enfermo, o provocando nuevas y más temibles afecciones medicinales, tal parece ser el objeto de los funestos esfuerzos de la antigua medicina, la Alopatía, objeto fácilmente accesible con sólo seguir los métodos acreditados y no escuchar la voz de la conciencia.”(1, p. 8)
Por lo anterior, aún sin ejercer realizó trabajos científicos y múltiples traducciones.
Corría el año de 1779 cuando tradujo la Materia Médica de Cullen, de quién ya había leído obras, donde hablaba sobre el espasmo. Cullen decía que la quinina, siempre amarga, utilizada frecuentemente para curar el paludismo, criaba en el estómago del enfermo una substancia contraria a la calentura. Hahnemann no estuvo de acuerdo, por lo que decidió probar él mismo la quinina sin estar enfermo y descubrió que adquiría los síntomas parecidos a los de las fiebres intermitentes del paludismo y que al dejar de tomarla sentía otra vez la salud. Usó lo que ahora se conoce como experimento de reversión A-B-A-B, en el cual se determina un estado base inicial, se aplica el tratamiento y se revisan sus efectos, se regresa a la condición inicial sin el tratamiento, se vuelve a aplicar el tratamiento, se quita, y así sucesivamente.
En la traducción de dicha obra agregó un ensayo con sus observaciones.
Siguió experimentando con otras substancias y plantas como ipecacuana, azufre, mercurio, belladona, digital, plata, oro, sal común y otras, y se dio cuenta de que el azufre produce una erupción cutánea semejante a la que el mismo azufre tiene propiedad para curar. El mercurio, en su poderosa acción sobre el organismo, desarrolla síntomas análogos a los que ordinariamente hace desaparecer. La belladona provoca una erupción en placas de color rojo oscuro, acompañadas de síntomas que le son característicos y que también puede curar. Al experimentar (o probar) una sustancia, siempre se producían los mismos efectos, los cuales se retiraban en ausencia de ella.
¡Los mismos efectos eran producidos en todos los experimentos con la misma sustancia!
Se afanó en buscar una ley racional de curación que estuviera presente en los escritos que traducía, primero, y posteriormente a pensar en dónde se encontraba en la experimentación que realizaba, en un proceso de síntesis de información.
Dentro de una concepción vitalista, realizó un triple descubrimiento:
a) la investigación científica y sistemática de las sustancias de la naturaleza (treinta años antes que Claude Bernard lo hiciera en la fisiología),
b) la experimentación en el hombre sano, la llamada experimentación pura (Bernard llegaría a hacerlo con animales),
c) y la aplicación práctica de la Ley de curación de la medicina, lo semejante se cura con lo semejante. El remedio que cura es aquel que facilita la aparición de síntomas semejantes. El cuerpo humano era el elemento sensible a las sustancias y objetivaba su acción por medio de síntomas.
El medicamento homeopático se prepara de sustancias naturales sometidas a ciertos procedimientos.
En 1791 publica sus descubrimientos.
Antes que Hahnemann, Hipócrates (460-370 a.C.) ya había dado a conocer los tres principios para obtener la curación:
1. La Naturaleza se cura por sí misma.
2. La Ley de Similitud.
3. La curación por el contrario.
Paracelso (1493-1541), un médico y alquimista, que poseía una concepción del universo integradora, hablaba de la semejanza entre el Hombre y el Universo,  afirmaba que estas relaciones de analogía debían de estudiarse al detalle, sin lo cual no se comprendería la “Analogía de las cosas”, y sus relaciones con las del hombre:
 “Entonces -decía- la medicina hallará concordancia, la concordancia de la anatomía de los seres y de las enfermedades que son semejantes y se relacionan entre sí. De este modo lo semejante corresponde a lo semejante”, agregando que “los nombres de las enfermedades no sirven para indicación de los remedios; es el semejante el que debe compararse con su semejante y esta comparación sirve para descubrir los arcanos para curar”. (2)
Paracelso encuentra su doctrina en Hermes.
Hahnemann no se consideraba el descubridor de la Ley de Semejanza, pero reclamaba el derecho de haber sido el primero en hacer una demostración práctica de ella. En ese mismo año es nombrado maestro integrante de la Academia de Ciencias y la sociedad económica de Leipzig.
Al año siguiente se permite atacar la aplicación de sangrías, ya que esa “terapia” se la habían aplicado al emperador de Austria con fatales consecuencias.
Con su nueva terapéutica, en 1799 combate eficazmente una epidemia de escarlatina.
Una vez comprendido el hecho de que una sustancia produce en el organismo sano un grupo de síntomas similares a los que cura, y después de mucho experimentar, Hahnemann hizo extensiva la ley, referida inicialmente al tipo de sustancia, ahora a la cantidad de la misma: observó que si se suministraba en cantidades medibles (equivalentes a miligramos, gramos o mayores), se producían los síntomas característicos de intoxicación, por lo que pensó en disminuir gradualmente la cantidad suministrada diluyendo el extracto usado en cantidades medibles, lo que hoy es llamado tintura madre, en alcohol o en agua. Las proporciones que eligió fueron de una parte de sustancia por 99 de diluyente, y agitaba intensamente el recipiente con el fin de obtener una dilución lo más completa y homogénea posible (el número de agitaciones vigorosas -sucusiones- fue de 100). Y experimentó con el medicamento diluido una, dos, tres, doce, treinta, (... hasta doscientas veces y más en la actualidad), encontrando que cuando más diluía la sustancia más se manifestaban los síntomas en la experimentación pura y que más fácilmente curaba los síntomas semejantes, sobre todo los mentales, con una gran diferencia en relación al medicamento alopático (que Hahnemann denominaba de la Escuela Tradicional): al dejar de tomar la sustancia, gradualmente desaparecían los síntomas y la persona se restablecía totalmente en su salud, lo que no ocurría con las sustancias en cantidades ponderables, que siempre dejaban (y dejan) efectos secundarios. Este proceso de dilución y sucusión sucesivas, conocido como dinamización, es exclusivo de la Homeopatía.
Preparación del medicamento homeopático.
Hahnemann tomó la idea de diluir el medicamento de lecturas hechas hacía ya muchos años, en particular de Bütler, un irlandés que había sido acusado de brujería, el cual afirmaba que:
 “había fabricado una piedrecita que él llamaba ‘Lapilum’. Bütler la bañaba en aceite o en agua y hacía de estos dos vehículos, mezclados de una manera infinitesimal, un precioso agente para la curación”. (2, p. 70)
Van Helmont, también alquimista, fue testigo de varias curaciones por Bütler.
“Aceptó y declaró que las enfermedades de la peste, el virus de la rabia y el veneno de la serpiente son insuficientes en cantidades pequeñísimas para matar, y que el remedio que da la salud puede ser también de cantidades mínimas.” (2, p.  71)
El método de diluir sucesivamente es, a las claras, una herencia de la alquimia.
Y es donde Hahnemann hace un gran aporte, el descubrimiento de que la sustancia, después de una transformación por dilución infinitesimal, adquiere cualidades que antes no estaban presentes: la cualidad de producir síntomas sin efectos tóxicos.
Hacemos notar que Hahnemann hacía la preparación obteniendo el llamado por él principio activo: en el caso de plantas o animales, empleaba la flor, la raíz, el tallo o toda la planta, la secreción del animal o todo el mismo, lo trituraba y lo diluía en alcohol, algunas sustancias puras y mezclas naturales, obteniendo la tintura madre (hay varios procedimientos para esta preparación, dejados por el maestro), que será posteriormente diluida sucesivamente.
En este sentido “principio activo” tiene un significado totalmente diferente al que se da en la química moderna, ya que Hahnemann tomaba el todo o la parte completos de la planta o el animal y con ellos preparaba el medicamento base pero no extraía una sustancia específica “esencial” que produjera los síntomas que experimentaba. Esto es importante por que, por ejemplo, al tomar la raíz, ésta contiene gran cantidad de sustancias aparte de la “activa” y, aunque están en menor cantidad, tienen una influencia sobre el preparado final. Hacer un preparado con múltiples sustancias y hacer otro con una sola “activa” no produce los mismos efectos, al menos en Homeopatía, en las diluciones infinitesimales, y los efectos que se encuentran en la experimentación pura no son exactamente los mismos.
Para la química actual principio activo es un compuesto químico aislado del resto de las sustancias producidas por la planta o el animal o contenida en el mineral y se supone es el causante único de efectos específicos considerados.
Tradicionales frascos ámbar usados para contener medicamento homeopático.
En la experimentación pura o en el hombre sano Hahnemann observó toda una gama de manifestaciones tanto anímicas (hoy decimos mentales o, de modo más generalizado, psíquicas) como físicas en el sujeto de experimentación, por lo que concluyó que toda afección se debía a un desequilibrio en toda la economía del hombre, en mente y cuerpo, pero considerando que las producidas en lo sutil (la mente, el espíritu) eran más importantes, aseverando que con cada dilución la sustancia, ahora medicamento, se acercaba más a lo sutil: la fuerza vital, justificando en este razonamiento y en la experimentación, la aplicación de dosis mínimas y del Similimum, que no producían reacciones agresivas en el enfermo y sí lo curaban. La semejanza no sería solo de sustancia sino de dinamismo: una sustancia sometida al proceso de dilución y sucusión se dinamiza, adquiere la propiedad de influir (¿“energéticamente”?, no sabemos) en el organismo, y mientras más diluida más se acercaba a curar los síntomas mentales. El medicamento curaba, en la explicación del maestro, porque era sutil, igual que la enfermedad, y los síntomas eran el tesoro invaluable del médico, ya que le permiten conocer cómo está reaccionando el cuerpo del hombre ante la enfermedad: no son la enfermedad misma, que es de tipo dinámico, es un desbalance en un nivel sutil, inmaterial, ya que para Hahnemann la enfermedad era así algo sutil, no material. Hoy sabemos que el medicamento homeopático, sustancia diluida y sucusionada varias veces, tiene influencia directa sobre el sistema nervioso central, el periférico, el autónomo y el voluntario, y el sistema endócrino.
En 1805 edita su primera materia médica incluyendo 27 sustancias experimentadas. En 1810 aparece la primera edición del Organón de la Medicina, obra cumbre, y al siguiente año inicia la publicación de la materia médica en 6 volúmenes con 64 patogenesias.
Debemos aclarar que Hahnemann no confiaba en los resultados que no se revelaran claramente en la experimentación y realizó un tipo de investigación llamada ahora de “Ciego” y de “Doble ciego”, administrando placebos para confirmar los síntomas producidos.
Cada sustancia que experimentó Hahnemann produjo en el hombre sano una conjunto específico e inconfundible de síntomas mentales y físicos, en diferentes grados de afección, que incluso hoy siguen produciéndose, si el medicamento se prepara “hahnemanianamente”, en las reexperimentaciones: es la enfermedad medicamentosa. Esos grupos de síntomas están contenidos en la Materia Médica Pura, 64 sustancias que experimentó, y cada uno de los grupos se nombra en función de la sustancia que lo produce, empleando su nombre en latín: azufre - Sulphur, sal común - Natrum muriaticum, oro - Aurum metallicum, ácido nítrico - Nitricum acidum, cantárida (un escarabajo) - Cantharis vesicatoria, Hierba del Rocío - Drosera rotundifolia, Pie de lobo o Lycopode - Lycopodium clavatum, etc.
Única fotografía de Hahnemann existente.
Para curar a un enfermo Hahnemann, como todo homeópata actual, hacía una lista de los síntomas tan llanamente como el paciente los mencionaba, una historia clínica, y posteriormente buscaba una sustancia previamente experimentada que pudiera producir en la persona los mismos síntomas que ella indicaba o por lo menos la mayoría de ellos. Este medicamento es el Similimum o similar.
Hahnemann, que alguna vez había renunciado a ejercer, regresa con una nueva fuerza y las curaciones se suceden, haciendo que dos grupos se le opongan: los médicos y los farmacéuticos. La envidia por la curación y la posibilidad de perder la fuente de riquezas, el paciente enfermo, les hacía atacar a quien sí curaba. El médico de Meissen decide preparar él mismo su propios medicamentos para evitar falsificaciones o la “creatividad” de los boticarios, en boga entonces, expertos en mezclar al arbitrio.
A la vez que buscado por unos y rechazado por otros, visitaba muchas ciudades, conquistando enfermedades.
Hospital Nacional Homeopático en México.
En nuestro país la Homeopatía se practica desde 1848,
en 1893 fue fundado este hospital por Porfirio Díaz.
Después de varios años de práctica logra dar conferencias en la Universidad de Leipzig (1812). Gran interés causan sus aseveraciones públicas. El gran escándalo lleva a prohibir sus pláticas.
Clarius, un profesor jefe de clínica, ataca fuertemente, decidido a aplastar la terapéutica. Hahnemann es solicitado por el príncipe de Schwarzenberg, vencedor de Napoleón, quien ha sufrido las sangrías y cauterios de la medicina tradicional. Logra reponerlo, pero éste, dado a los excesos lujuriosos, se debilita de nuevo y los médicos oficiales impiden a Hahnemann nuevos tratamientos y aplican más sangrías al príncipe hasta que muere. Culpan a Hahnemann de ser la causa del deceso. De este tipo de problemas siempre fue acusado el maestro.
Ante el tifus la Homeopatía triunfa.
El primer periódico homeopático aparece en esos días.
Pero Clarius contraataca con mentiras provocando confusión y que en Austria, Hungría y Prusia se prohíba la terapéutica.
El maestro no se defiende, está en etapa de profundo estudio y síntesis, no tiene tiempo para hombres nimios.
Ante el cólera también triunfa.
En 1825 aparece Enfermedades Crónicas, su naturaleza especial y su tratamiento homeopático en 2 volúmenes, donde presentó sus observaciones de 12 años, y en 1830 publica los volúmenes 3º, 4º y 5º, conteniendo la teoría trimiasmática.
Hahnemann llevó más de 45 años experimentando y reexperimentando las sustancias en él mismo y en discípulos y pacientes, ¿por qué?, por que el medicamento diluido produce una enfermedad artificial, hace que el cuerpo del hombre active todos los sistemas de defensa para producir síntomas. Éstos son los indicadores de que el cuerpo quiere eliminar la enfermedad, que es sutil, y no son la enfermedad misma, los síntomas buscan restablecer la salud y no son la enfermedad, y él necesitaba saber cuáles son las manifestaciones específicas de cada sustancia en el organismo que deseaba curar: el ser humano.
The Hahnemann Medical Collage and Hospital en Filadelfia, 1898.
Escribe Larnaudie que cuando Hahnemann atendió a la señorita Mélanie d’Hervilly, ella regresó a la posada donde se hospedaba (ella era francesa y había viajado al a ciudad de Köthen, donde vivía el médico) y le preguntó al posadero sobre la vida del maestro:
“El posadero no se hizo rogar mucho y le contó cuanto él sabía. Hahnemann vivía ahora tranquilo en Köthen pero había pasado muchas miserias en Sajonia. Los otros médicos no le querían porque curaba a los enfermos. También le dijo que sin el apoyo del duque Federico, se le hubiera matado a pedradas, y después añadió el posadero que con su familia sufrió grandes disgustos, que no fue bondadosa con él y que como epílogo tuvo que lamentar las tragedias sucedidas a sus hijas y al hijo, diciendo que las dos últimas no podían hacerle dichoso, pues eran poco afables, rudas y estaban siempre apenadas.”
Al mes Mélanie estaba curada de tisis, enfermedad para la que, en su época, el único diagnóstico seguro era la muerte. Tal fue el impacto que le produjo su curación y su reconciliación con Dios (ya que Hahnemann le había dicho que él, Dios, era el que curaba y no el médico), que decidió difundir en Francia la terapéutica llevándose al viejo médico de 80 años a ese país en 1835, casándose con él, y contribuyendo a la difusión de tan importante conocimiento.
Tumba de Hahnemann en París.

Hahnemann murió el 21 de julio de 1843. Terminó su vida, su extraordinaria obra sigue.

Referencias:
1.   Hahnemann, S. (1978) Organón del arte de curar. Doctrina homeopática. Editor F. Olmedo. 7ª ed. México.
2.   Larnaudie, R. (1975). La vida sobrehumana de Samuel Hahnemann, fundador de la Homeopatía. Fernando Aldape Barrera Editor. México.
3.   Sananés, R. (1990). Lenguaje del cuerpo y Homeopatía. Ediciones Urano, S. A. Barcelona, España.
4.   Roberts, H. A., Wright, E. (1883). La clínica homeopática. Sin referencia editorial. Oaxaca, México.
5.   Chirón, P. (1978). Elementos de Materia Médica homeopática. Editor F. Olmedo. 2ª ed. México.
6.   Bidwell, G. I. (1940). Cómo manejar el repertorio. Propulsora de Homeopatía, S. A. México. 
7.  Aguirre, H. D. (2000). Para entender la Homeopatía. Edición personal. 

Para conocer del Hospital Nacional Homeopático.


D. R. 2017 Darío Aguirre
D. R. 2023 Darío Aguirre 
 




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