El cantor de la infancia inocente
Dr. Héctor Darío
Aguirre Arvizu
18-10-06
23-10-07
#Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 6 de octubre de 1907 nace el cuentista y
compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, también apodado El guasón de las teclas, autor de más de
200 temas musicales para niños, los cuales han sido traducidos a varios
idiomas. Su gusto por la astronomía lo lleva a hacer diversas investigaciones y
en 1951 ingresa como miembro activo de la Sociedad Astronómica Mexicana.
Su verdadero nombre fue Francisco
Gabilondo Soler. Nació el 6 de octubre de 1907 en Orizaba, Veracruz. Músico
autodidacta, fue calculista en el Observatorio de Tacubaya, campeón de natación
y boxeo en Veracruz, antes de cumplir 20 años. Formó un grupo de jazz y luego
comenzó a componer canciones románticas y picarescas. Debutó en la radio en la
estación XETR, donde se presentaba como “El guasón del teclado”. Pasó a la XEW
donde popularizó sus primeras canciones infantiles. A partir de 1934 grabó más
de 300 discos. Entre sus melodías más conocidas, y que han deleitado ya a
cuatro generaciones de mexicanos, están: El
chorrito, El ropero, El negrito Sandía, El ratón vaquero, La patita,
Di por qué, La merienda, Che araña, El ropavejero, El venadito y La negrita Cucurumbé.
Muere en su rancho de Texcoco el 14 de
diciembre de 1990.
A continuación reproducimos una
entrevista realizada por Elvira García en diciembre de 1977 publicado en algún
diario no especificado y reproducida en el libro 100 entrevistas, 100
personajes, publicado por PIPSA.
LA LLAVE DE LA INFANCIA
Apoyado en un bastón y dando unos pasos
pequeñitos que contrastan con su gran corpulencia, Francisco Gabilondo avanza
por el corredor hasta nuestro encuentro; en este lapso, uno puede reconocer y
recrear la imagen de ese hombre.
—¿Es cierto que la astronomía y
la navegación le quitaron el tiempo a Cri-Crí?
—¡Y las muchachas!... También fui pecador… es muy difícil zafarse de
eso pero, pues, la vida ¿no?... y la gente decía: pero cómo ¿Cri-Crí de don
Juan?... ¡Pues sí!, aunque es una imagen que no se lleva pero… me decía Sordo
Noriega: “Yo no sé Como haces canciones para el sector ingenuo teniendo tú esa
cara de bandido”.
— Y ¿no compuso algunas
canciones amorosas, que hablaran de mujeres?
—No… bueno, sí: allá por el año 25 o 26, pero… eran unas cosas muy mal
hechas. Lógicamente, las primeras producciones son al malas… es muy rato que a
un principiante le salga algo bueno… claro, no niego la posibilidad pero… ya
cuando llegué a lo de Cri-Crí estaba ya bien fogueado en la música, después de
haber hecho algunos intentos de cancioncitas dizque románticas, luego me dio
por la música de baile, entonces el fox
trot y el tango estaban muy de moda y ¡por supuesto los danzones!, porque
además soy de la tierra de este baile. Y… después fui acompañante de algunos
cantantes, e hice un numerito y… Ruiz Cabañas, el Vate Ruiz Cabañas de El Universal, me bautizó con el nombre
de Guasón del Teclado, cantando yo canciones festivas… ¡pero no duré mucho! Y
cuando llegué al Cri-Crí ya tocaba bien, ya sabía componer, tenía idea clara de
lo que podía hacer… sobre todo junté el cuento con la música, y eso fue lo que
más pegó porque fíjese usted que siempre hay o buenos músicos o buenos cuentos,
pero falta el enlace… porque realmente mis canciones son fantasías, no son
canciones infantiles, porque vamos a decir que canción infantil es una como las
que enseñan en los jardines de niños; son canciones que tienen poco enlace, que
son muy fáciles para pasar de una nota a otra, ¡esas sí son canciones
infantiles!... y so es muy distinto, y que para los chicos son difíciles,
inclusive para gente que sabe cantar. Yo me acuerdo que me decía… pues no sé si
Paz Águila o su hermana; alguna de las dos me decía: ¡Pero si están
rete-difíciles tus canciones! Y ellas, que son profesionales… Yo siempre he
buscado que el estilo se lleve con la idea: si voy a escribir runa canción
sobre un camello, pues tengo que utilizar una canción oriental, ¡ni modo que
use un corrido mexicano!, y al revés… cada idea tiene que llevar su estilo de
música, hasta la clásica, como en minueto, la gavota y… también el chorrito
mexicano, ahí está El comal y la olla
o El gato de barrio.
EL COMAL Y EL ESTILO
—Y, ¿cómo surge El guasón
del teclado?
—Pues nada, que además de mis pequeñas composiciones en música de
baile, se me ocurrió hacer canción festiva. Y una vez en el periódico salió un
anuncio que decía: “Buscamos novedades para una estación de radio”. Esa
estación estaba frente al Caballito –donde ahora, por cierto, está una librería–
y se me ocurrió ir. Ahí estaba el Che Bohr y la princesa Olga, que rea su
mujer, e hice una prueba. Luego al terminar me dijeron: venga tal día a recoger
su veredicto. Pues que voy y que me dan una tarjeta así –que siento muchísimo
haber tirado, es una de las coas que más me duele en la vida–; esa tarjeta
decía: “Francisco Gabilondo, composiciones festivas, elemento completamente
nulo”, firmado por la princesa Olga. Sucede que el Che Bohr hacía una cosa
parecida a la mía y la princesa Olga pensó que le iba a quitar el trabajo a su
marido. Pero resultó que cuando fui a hacer la prueba, me escuchó el Vate Ruiz
Cabañas, que era periodista de El Universal y poeta conocido de esa época. Me
dijo: “Qué hubo, amigo, ¿cuándo empezamos?”. Y le dije: “Pues no, señor, mire
usted”, y le mostré la tarjeta. Pero él me respondió: “Nada; usted empieza tal
día”.
—¿Cómo era el ambiente artístico
y musical de su primera época, en la XEW?
—Era el de una familia; la XEW era una familia… y no nos importaba el
dinero, trabajábamos realmente por amor, por gusto. Me acuerdo que cuando
conseguí un programa, un programa chico que se llamaba La fuente encantada,
donde anunciábamos el Garci-Crespo de Tehuacán, invité a Emilio Tuero para
hacer canciones; en realidad, el programa era una reminiscencia de El guasón,
sin dar yo mi nombre; más bien estaba de incógnito. Éramos dos pianos, el de
Juanito García Esquivel y yo. Los chansoniers eran Emilio Tuero y Ramón
Armengol, y se pusieron muy contentos porque conseguí que le pagaran 25 pesos a
cada uno.
—¿Usted desde niño tocaba ya el
piano?
—No, qué va, lo que pasa es que
desde muy chiquito tuve la oportunidad de escuchar a mi madre tocar Los
andaluces como la tocaban todas las señoras jóvenes de ese entonces. Yo la iba
siguiendo con el dedo, así, tan tan, tan, tan, tan, tan, tan, Luego, como
estaba muy fuerte la cosa de la revolución, nos vinimos a la capital, porque
vivir en la provincia era terrible. Y el piano allá se quedó olvidado; en la
ciudad de México no hubo piano; entonces, yendo al colegio se pasaron los años.
Regresamos a Orizaba cuando las cosas ya estaban calmadas, pero teníamos una
casa muy chiquita y el piano se quedó en casa de mi tía y me daba flojera ir
allá. Más tarde, por el año de 1923 conocí a Agustín Lara, que tocaba en una
casa de “turismo” –así les decían entonces– y ya empecé a interesarme de nuevo
en el piano; escuchando tocar a Agustín volví a ejercitarlo…
En México Distrito Federal que en 1928 recibe a Francisco Gabilondo
Soler, es un México cuya vida diurna se extiende sólo por algunas calles del
centro de la ciudad; después, hacia el norte o hacia el sur, se ven a lo lejos
los llanos y las milpas de la casi deshabitada ciudad de México. La calle de
Ayuntamiento se convierte –gracias al auge artístico provocado por la XEW– es
un importante centro de reunión. Los cafés y restaurantes cercanos se
encuentran siempre concurridos por nuevos compositores que, con un legajo de
hojas bajo el brazo, andan en busca de un “descubridor de talentos”. En ese
ambiente de las nuevas estrellas de la radio, Ramón Armengol, Emilio Tuero,
Jorge Negrete, Esparza Oteo, Agustín Lara y otros, Gabilondo Soler empieza a
darse a conocer con el sobrenombre de Cri-Crí.
UN GRILLO FRANCÉS
—¿Cómo nace el nombre y el
personaje de Cri-Crí?, ¿Por qué se pone usted así?
—Porque las que yo relata eran aventuras de un animalito, y como mi
compañero era Núñez de Borbón, que usted debe conocer –Alfredo Núñez, eso de
Borbón se lo pusieron, en realidad se llamaba Alfredo Núñez Cañas; está como el
Arturo de Córdova, que era Arturo García–. En concreto, usted sabe que el
animalito típico que en la fantasía toca el violín es un grillo (eso se pierde
en la noche de los tiempos y no es nada original), pues Cri-Crí más o menos
quiere decir grillo en francés, porque entonces en la escuela, como ahora
enseñan inglés, en ese tiempo enseñaban francés, era lo de cajón: el inglés ni
quien pensara en él; yo aprendí el francés escolar, no voy a decir que el
francés literario o académico. Pero la cosa es que le llamé Cri-Crí sin
imaginar que fuera a pegar como pegó, ¡inusitado!
—Señor Francisco Gabilondo, ¿cuáles fueron las intenciones de Cri-Crí
en relación a los niños?
—Son intenciones intuidas, nunca improvisadas. Hay algo inconsciente
porque uno al hacerlas no se da cuenta de todo el sentido que guardan las
canciones para la gente; después le dicen a uno: “Oiga, qué lección da usted en
la canción del Barquito de cáscara de nuez cuando dice que en la vida siempre
hay que ir alegre”… navegar, en el mas, taratararararará… me dicen “es un canto
a la vida, y quiere decir que uno no debe nunca amilanarse”. Pues… tal vez,
pero yo nunca me di cuenta de ese sentido, hasta el momento en que me lo
estaban haciendo ver. Y La muñeca fea, para mí fue una muñeca que
auténticamente conocí, que estaba en el cuarto de los trebejos de la abuela;
era una muñeca de trapo rellena de aserrín, y habría sido de mi mamá, o de
alguna de mis tías, ¡vete tú a saber!... y había ratones y estaba el veliz y el
recogedor y la escoba; todo lo ponían allí.
En el mundo de la radio, tan lleno de mayúsculas, el violín de
Francisco Gabilondo Soler abre el arcón de la abundancia. Así pues, Cri-Crí
permanece en su primera época en la XEW, durante casi diez años. Los viajes y
la astronomía lo alejan temporalmente de la radio, pero vuelve a ella a
mediados de los cuarenta y, poco tiempo después, en 1948, graba su primer
disco, por el cual recibe poquísimas ganancias.
Pero el Cri-Crí navegante, sin dejar de serlo del todo, abandona esta
afición poco tiempo después, pero continúa con otra que nace con el mismo
Francisco Gabilondo: la astronomía.
—¿La afición por la astronomía
nace en usted un poco antes que por la navegación?
—No, la afición a la astronomía nace con Pancho Gabilondo; era yo muy
niño y me acuerdo que andaba ya con unos gemelos de teatro de mi papá. Según o,
estaba viendo la luna y las estrellas; además, sin saber realmente qué era lo
que veía. Era yo muy chico, la prueba es que no me acuerdo cuándo fue. Luego,
como a los once años de edad, un compañerito me regaló un libro: The Flammarion, se llamaba –era en
español–, así de chiquito y tenía en la portada el planeta Tierra y sobre él un
hombre desnudo sentado, viendo hacia arriba, viendo el Universo… ¡huy! pues que
me vuelvo con el libro, y de allí a recoger datos, a hacerme aparatos, dique
muy buenos.
Después de estos tiempos de rudimentarios aparatos inventados, Gabilondo
empieza a invertir el dinero que gana como Cri-Crí en la adquisición de
aparatos de medición y telescopios. Es hasta 1950 que comienza a construir su
observatorio de divulgación científica en Tultepec, estado de México, al cual
dedica gran parte de su tiempo. Finalmente en 1973, cuando ya la vista y la
salud son deficientes, lo dona a la Sociedad Astronómica de México, de la cual
es miembro honorario.
Con esa virtud de ser irreverente, burlón y festivo a sus setenta y
cinco años; con esa vitalidad para el estudio de la astronomía, la lectura y la música; con esa capacidad de ponerse
contento por cualquier cosa, Francisco Gabilondo Soler vive tranquilo, lejos de
la civilización, de lo moderno, olvidando la hora y hasta el día en que vive;
recordando a cada rato su época de niño, su vida en Orizaba, su abuela, sus
juguetes…
—Entonces, sus recuerdos más
vivos son los de los años que vive usted al lado de la abuela…
— Esa es la verdadera cuna de Cri-Crí… Ella era muy niñera, le gustaba
invitar a los niños de los vecinos y se ponía a contarnos cuentos y luego nos
daba unas representaciones: ponía una sábana en al puerta, detrás una lámpara y
nos hacía figuras en las sombras; luego cantaba, tocaba el piano un poquito,
como toda la gente de ese tiempo; luego nos hacía teatro con títeres… y, bueno,
ahí estaba haciéndose Cri-Crí.
Nota:
En mi infancia acudía yo al pueblo de Coscomatepec de Bravo, Veracruz, en donde
había nacido mi padre, a corta distancia de Orizaba y Córdoba. De acuerdo a lo
que decía la gente, la fuente en la que se había inspirado Cri-Crí para
escribir la canción de El chorrito,
había sido la de la plaza principal Hidalgo, que estaba ubicada al centro de la
misma. Actualmente un hotel, el único del pueblo, afirma que la que tienen
ellos fue la fuente de inspiración.
En
ese pueblo se tenía una bellísima vista del volcán Citlaltépetl, el pico de
Orizaba, que en principio, también contribuyó a sus inspiraciones.
Imágenes tomadas de:
(1) Colima
Noticias.
(2)
(3)
Con información de:
(1) García, E. (1774). La llave de la
infancia. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y
Comercial. 1991. (pp. 54-55).
(2)
(3)
D. R. 2018 Darío Aguirre
D. R. 2023 Darío Aguirre
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