domingo, 18 de abril de 2021

Manuel Sandoval Vallarta II

Del baúl de los recuerdos


Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
21-04-18

      #Semblanza #ElPersonajeDelDía #UnDíaComoHoy 18 de abril de 1977 muere el físico, matemático, investigador y académico mexicano Manuel Sandoval Vallarta, quien formula la teoría sobre la trayectoria de los rayos cósmicos al acercarse a la Tierra. Publica más de 60 trabajos sobre métodos matemáticos y mecánica cuántica. Nace el 11 de febrero de 1899.

      Doctor en ciencias especializado en física teórica por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (1924). Nació y murió en la ciudad de México (1899-1977). Becario de la fundación Guggenheim (1927-28). Tomó cursos de física en Berlín y Leipzig con Eistein, Planck, Schrodingen, Heisenberg y Debye. Fue profesor visitante de la Universidad de Lovaina (1923-46), donde dio clases a R. P. Feynman, futuro premio Nobel. Ocupó diversos cargos en la administración pública, en instituciones educativas y científicas de México. Realizó investigaciones de matemáticas, mecánica cuántica y relatividad general.
Manuel Sandoval Vallarta, científico.

     Aquí reproducimos una entrevista realizada al científico mexicano por Fernando Benitez en octubre de 1948 publicada en un medio no especificado pero reproducida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes publicado por PIPSA en 1991, bajo la coordinación de Vicente Leñero.


LOS RAYOS QUE VIENEN DEL COSMOS

     Don Manual Sandoval Vallarta es apenas otra cosa que huesos y espíritu. Si su poderosa inteligencia no cargara sus ojos con una vivacidad peculiar se le creería a punto de exhalar el último suspiro. Habla poco y en voz baja. Una sonrisa irónica vaga en sus delgados labios. Su traje muestra la huella reciente de la tintorería y su corbata es un modelo de disciplina.
     En don Manuel descansa buena parte del movimiento científico de nuestro país. Ha sido el primer mexicano que figuró destacadamente en el campo de la física mundial. Estudioso y viajero que ha recorrido el mundo en afanes científicos, figura familiar en los más grandes congresos físicos y matemáticos, embajador por propio derecho de la ciencia mexicana, sabio de gabinete y hombre de mundo, tiene el secreto de saber estar bien sin disonancias, sin arrebatos peligrosos, sin apresuramientos.
     –¿Cómo formó su vocación?
     –Desde la preparatoria tuve afición a las matemáticas y a la física, y a mis maestros Sotero Prieto, Juan Mansilla Río y José de las Fuentes, debo los primeros estímulos. En 1917, al cumplir los dieciocho años, me inscribí en el Instituto Tecnológico de Massachusetts para iniciar la carrera de ingeniero electroquímico. Me interesé luego por la electricidad y al último por la física. El Instituto me abrió el horizonte científico. Recuerdo entre los maestros al Goodwin. Fue el que más impresión me hizo.
     –Me recibí de ingeniero en 1921 y en 1923 publiqué mi primer trabajo relativo a los fenómenos eléctricos en los conductores de las armaduras y ese mismo año ingresé al laboratorio de investigación de ingeniería eléctrica donde trabajé con el doctor Vannevar buch, jefe de investigaciones bélicas en la pasada guerra y actual presidente de la Institución Carnegie, sobre el cálculo operacional de Heaviside. Nuestros experimentos para comprobar la propagación de ondas electromagnéticas en las líneas de transmisión, hicieron que todos aceptaran las fórmulas de Heaviside que antes se negaban terminantemente, originándose un gran desarrollo en ese importante aspecto de la ingeniería eléctrica.
     –Ya en 1923 me decidí por entregarme de lleno a la física y recibí el doctorado en 1924, con una tesis sobre le modelo atómico de Bohr desde el punto de vista de la relatividad general y el cálculo de perturbaciones. En 1925 realicé mi primer viaje a Europa. Goursat, Hadamard, Picard, fueron mis maestros en París. También estudié en el Instituto Politécnico de Zurich. Regresé a los Estados Unidos y en 1927 estaba de vuelta en Europa becado por la Guggenheim. En Berlín tuve la fortuna de estudiar con Einstein, Schrodinger, Von Laue, Shur y Rechenbach. En Leipzig, con Eisenberg y Debye.
     –En 1923 nuestro país se liga a uno de los grandes descubrimientos de la física moderna. El profesor Arturo H. Compton, Premio Nobel de Física, emprende un viaje a México para dilucidar el problema de si la intensidad de la radiación cósmica es la misma en todas partes del mundo, o si depende de la latitud geomagnética. Tomamos medidas en Veracruz, Orizaba y el Nevado de Toluca y como resultado de las observaciones se llegó a la conclusión de que la segunda alternativa era la válida. fue en México donde se realizó este descubrimiento, aunque Clay, trabajando en Java, ignorante de nuestros trabajos, llegara por su parte a las mismas conclusiones.
     –Naturalmente, los datos obtenidos en México planteaban el problema de explicar por qué la intensidad cósmica dependía esencialmente de la latitud geomagnética. De regreso a Estados Unidos encontré al abate Lamaitre, cosmólogo belga que estaba en Hardvard, y lo dos emprendimos el estudio del problema, publicando a poco la teoría conocida con el nombre de Lamaitre-Vallarta en la que logramos demostrar lo siguiente: las partículas de radiación cósmica, cargadas de electricidad, sufren una desviación al cruzar el campo magnético terrestre.

MIL TRAYECTORIAS EN UN BAÚL

     –Al anunciarse la celebración en Oslo de un congreso internacional de matemáticas, vimos la oportunidad de presentar nuestra teoría y desvanecer las objeciones que presentaban nuestros opositores. Había poco tiempo. Recurrimos a la máquina de Buchs para la integración de las ecuaciones diferenciales, pero las operaciones en que debía apoyarse esta máquina –representa esfuerzo de centenares de calculistas– resultaron erróneas y hubo necesidad de comenzar de nuevo. Por último, después de una tarea agobiadora logramos determinar alrededor de un millar de trayectorias, llenamos un enorme baúl con los cálculos y nos embarcamos rumbo a Oslo, donde llegamos la víspera de la inauguración del Congreso. Esa misma noche tuvimos una larga plática con el doctor Stormer, presidente del Congreso, quien ya tenía preparado un discurso contrario a nuestra teoría. Lo convencimos de que no tenía razón y al día siguiente, en medio de una gran expectación, se declaró partidario de esa teoría que logró centrar el interés de los físicos y de los matemáticos del mundo entero.
     –A los pocos días el gobierno de Noruega ofreció una recepción a bordo del barco Stavangerfojord. Stormer, al iniciar un vals la orquesta, pidió permiso para bailar con mi mujer. Aquel vals lo llamamos el vals de la reconciliación.
     –¿Quisiera usted hablarme de las tareas que desempeña la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica de la que usted es vocal físico-matemático?
     –Desde 1945, la Comisión, con la cooperación de las diversas secretarías de Estado e instituciones que llevan a cabo trabajos cartográficos, creó el Comité Coordinador del Levantamiento de la Carta de la República, como primer paso para la formación del Consejo Nacional de Geografía. Este Comité ha estado trabajando en la formación de una nueva carta geográfica de la República a la escala de 1 a 500,000, basada en levantamientos aerofotográficos y puntos de control terrestre. Podemos mencionar en este apartado que, al iniciarse la erupción del volcán de Paricutín, la Comisión, con la colaboración del Geological Survey de Estados Unidos, formó otro comité compuesto de técnicos mexicanos que ha estado trabajando intensamente.
     –Los peligros que puedan amenazar nuestro desarrollo científico…
     –¿Peligros? No veo ninguno. Por el contrario, observo un periodo de intensa actividad científica ni siquiera presentida antes.
     –La Facultad de Ciencias fundada en 1935 por Monges López; los Institutos de Matemáticas y de Física que dirigen dos jóvenes discípulos de Sotero Prieto, los doctores Alberto Barajas y Carlos Graef; el Observatorio Astrofísico de Tonantzintla del que es fundador y animador Luis Enrique Erro, de entusiasmo sin límites en su disciplina y cuyo personal incluya a hombres de ciencia como Guillermo Haro; las sociedades de Física y Matemáticas y diversas publicaciones especialistas, son otros tantos activos focos de investigación y difusión científicas.
     –Muchas de las realidades actuales las debemos a Sotero Prieto. Su talento para seleccionar al alumno brillante y excepcional no tenía igual, y a él le dedicaba su atención muy particular, la atención de un hombre cuya pasión era la enseñanza. Así, no es ningún accidente que tengamos hoy en México un grupo de matemáticos y físicos que ya han demostrado su calidad en la investigación. Lo que es todavía más importante, ellos a su vez están preparando a nuevos grupos de estudiantes jóvenes y brillantes que a su vez en enseñarán a otras generaciones. El arranque de una reacción en cadena está ya a la vista.
     –México tomó parte en las deliberaciones de la comisión de energía atómica de la ONU. Desgraciadamente no se ha podido llegar a ningún acuerdo, lo que ha determinado que sus aplicaciones industriales se hayan visto relegadas a un segundo término.
     –Tal vez el acontecimiento científico más importante, relacionado con la física y la química, que ha tenido su escenario en México, es el descubrimiento del elemento 23, vanadio, por Andrés Manuel del Río, profesor de mineralogía en la entonces Real Escuela de Minería, en 1801. En los últimos tiempos he tenido ocasión de realizar algunas investigaciones históricas sobre este asunto en colaboración con Arturo Arnaiz y Freg, un distinguido historiador; el meollo de lo que hemos encontrado es como sigue: en 1801, Andrés Manuel del Río creyó haber descubierto en minerales extraídos en Zimapán, Hidalgo, un nuevo elemento al que bautizó con el nombre de “eritronio”. Un año después, entregó muestras que contenían el nuevo elemento a Alejandro von Humboldt, aprovechando la visita que a la sazón hacía a México. Von Humboldt llevó consigo muestras a París, a su regreso a Europa, y las entregó a Collet-Descotils, al quien pidió un informa sobre la pretensión de del Río. Collet-Descotils analizó las muestras ya mencionadas e informó, erróneamente, que contenían solamente cromo. En aquel entonces Humboldt aceptó este veredicto y, por consiguiente, rechazó la pretensión de del Río como no válida. Éste, desorientado por el informe que Collet-Descotils, por algún tiempo insistió en defender su derecho al descubrimiento, pero que no se aferró a abandonarle lo demuestra con claridad meridiana una cita tomada de su libro Elementos de Orictognosia, que vio la luz pública en 1832 y 1846: “…así llamé eritronio a mi nuevo metal, pero el uso, ese tirano de todas las lenguas, ha decretado que se ha de llamar vanadio en honor de no sé qué diosa escandinava; una diosa mexicana tendría muchos mejores derechos, porque en sus dominós fue descubierto treinta años antes”. Estos hechos han sido el tema de comunicaciones públicas en el periódico Nature de Londres.
     –Los acontecimientos relacionados con el descubrimiento del elemento 23 por Sefstrom en 1830, en los minerales de Taberg, Smalan, Suecia, y sus razones para bautizarlo con el nombre de vanadio son bien conocidos. En el mismo año, sin embargo, Wohler estableció que el vanadio descubierto por Sefstrom y el eritronio descubierto por del Río y contenido en las muestras que le había entregado von Humboldt en 1802, eran idéntico elemento. Después de la identificación de Wohler, Berzelius y von Humboldt reconocieron la validez de la prioridad de del Río. Por supuesto que no sería posible ahora, a más de un siglo de distancia, cambiar una nomenclatura reconocida y llamar eritronio al elemento 23 como lo quiso del Río, en lugar de vanadio. Su prioridad en el descubrimiento de este elemento y por lo tanto su derecho a bautizarlo, parecen sin embargo incuestionables.
      
Aquí reproducimos una estampilla postal conmemorativa de 1988, cuando los restos de don Manuel Sandoval Vallarta fueron llevados a la Rotonda de los Hombres Ilustres (ahora de las Personas Ilustres).

      Imágenes tomadas de:
     (1) El Colegio Nacional.
     (2) Museo de la Filatelia A. C.
     
     Con información de:
     Benítez, F. (1948). Una ventana al mundo. Entrevista contenida en 100 Entrevistas, 100 personajes. Coordinado por Vicente Leñero. PIPSA. México. 1991.
     

     D. R. 2021 Darío Aguirre

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