domingo, 12 de agosto de 2018

Mario Moreno "Cantinflas" II

El chiste del chiste

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-08-12

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 12 de agosto de 1911 nace Mario Moreno “Cantinflas” uno de los cómicos más conocidos a nivel internacional.

Para la datos biográficos véase: Mario Moreno “Cantinflas”, el personaje del detalle, que fue escrita el 20 abril de 2017, cuando conmemoramos el fallecimiento de tan importante personaje.

Aquí agregamos una entrevista que el periodista Luis Suárez le hizo a Cantinflas en 1961, publicada en la revista Siempre!, reeditada por PIPSA en 100 entrevistas 100 personajes.
El galán. (1)
Nació en la ciudad de México en 1911. El actor cinematográfico mexicano conocido con el sobrenombre de Cantinflas fue, antes de escalar el podio de la fama, mandadero, limpiabotas, cartero, aprendiz de torero, taxista, pugilista y estudiante de medicina. Abandonó las aulas para convertirse en cantante y bailarín, y en la Carpa Ofelia creó su inquietante personaje de lenguaje entrevesado [sic, entreverado] e indumentaria copiada de peladito de la popular tira cómica “Las aventuras de Chupamirto”. En más de medio centenar de filmes Cantinflas ha interpretado con gracia sin par los modestos oficios que le dieron de comer en sus inicios. Son ya inmortales sus cintas Ahí está el detalle, El gendarme desconocido, Ni sangre ni arena, El bolero de Raquel, Si yo fuera diputado, Entrega inmediata, El padrecito, El analfabeto, El señor doctor, Conserje en Condominio, La vuelta al mundo en 80 días, Don Quijote cabalga de nuevo, Pepe y El profe.

Google dedica hoy su doodle del día de hoy a Cantinflas:
Doodle de Google. (2)

EL CHISTE DEL CHISTE

¿Quién es, cómo es, de dónde viene Cantinflas? Oigámoselo a Mario Moreno su circunstancial compañero. Y que nadie oiga en sus labios la voz de Cantinflas, a quien en estos, como en tantos momentos, Mario Moreno le tapa la boca a fin de que la opinión no resulta autoelogio ni demasiado interesada:
—Cantinflas no es un cómico de la rutina. Es el producto de una convulsión social, de la convulsión social, de la Revolución Mexicana. Un producto elemental que quiere alternar y conquistar el mundo. Su principal característica se la otorga su época y la gran ciudad, en sus barrios populares. Es un hombre del pueblo. No es un conformista. Mira la ciudad y se mueve por ella ansiosamente. Quiere subir de la vecindad al rascacielos. Causa risa y se la causa, junto al contraste crítico de todo cuanto constituye la ciudad, tierno y duro, pequeño y grande.
Sus padres: un empleado postal, Pedro García Moreno; una mujer del pueblo: doña Soledad Reyes Guízar de Moreno, que venía de Michoacán en esa ininterrumpida corriente de los pueblos a la capital. Escuela hasta el sexto de primaria. Un año en la escuela agronómica de Chapingo. Una infancia pasada entre barrios de Guerrero y Santa María, “merodeando por las antiguas trancas de Guerrero”, y viviendo, además, un tiempo, en la esquina de Sol y Guerrero de este popularísimo barrio. No pocos sedimentos debieron dejar estos ambientes genuinos en Mario Moreno, para que luego los tomara Cantinflas, básicamente hecho con ellos.
—En la escuela –nos cuenta Mario Moreno– era yo de mucha iniciativa y organizaba fiestecitas. Un día, cuando cursaba el quinto año, llegó el santo del profesor y no reunimos varios muchachos y muchachas para organizarle una. Compramos una botella de tequila. De manera que cuando el profesor llegó, estábamos “cuetes”. En ese estado, yo le eché un “speech”, y le dije que estábamos así de puro contentos, pero que si había una dificultad, que me daba por excusado. Y concluí con un gesto ceremonioso, y el profesor echándose un trago de tequila.
—Tuve ilusiones, como todos los niños –recuerda Mario Moreno–, pero no a punto fijo. Tenía yo una meta, la sentía: llegar a ser alguien o algo que pudiera justificar mi presencia en la Tierra… ¿Alguien? ¿Algo? Se sobreentiende: cualquier ser es algo, el menos afortunado es alguien. Algo que sonara, alguien que descollara en esa lucha que pone a los seres, todavía, en trance de abrirse paso por encima de mil acumulados obstáculos.
Viendo hacia atrás, podría preguntarse al protagonista de esta historia: ¿Cree usted que ha logrado ser alguien en el sentido que usted lo deseaba?
—Creo que sí.
¿Usted presentía que iba a ser algo?
—Me latía, pero no sabía qué.
¿Si hubiese sido algo, pero menos, no tanto…?
—No me hubiese conformado. Existió y existe en mí una ambición, en el buen sentido, que me sigue teniendo inconforme. Pero ahora no es ya aquella ambición por ocupar un sitio, por resolver los problemas económicos que nos agobiaban, sino de superación artística, para servir mejor a mis semejantes, para hacerlos reír más…
En el primer aspecto, ¿siente que se cumplieron las palabras de doña Soledad?
—Siento la satisfacción de haber cumplido y logrado lo que ella decía.
En "Ahí está el detalle". (3)
El camino comenzaba a dibujarse en Mario Moreno, siempre con esa nebulosa que, al fin, despeja un golpe de circunstancias. Al adolescente Mario Moreno acabó por gustarle el foro con inclinación más acentuada que a sus condiscípulos de Chapingo. Fuera ya de la escuela, le seguía atrayendo el escenario. Bailaba en funciones de beneficencia. ¿Qué le seducía del foro? “Sin poder decir qué, el foro ya me gustaba para actuar”,  confiesa el actor. Asomaba las condiciones histriónicas, pero él no las veía claramente. Era un muchacho serio, no afecto a chistes ni a bromas, por más que insistían sus viejos amigos: “Tus cosas ya nos hacían gracia”. Y tan serio como antes, dice Mario: “La verdad, y o nunca sentía que la causara”. Llegaría el día en que advirtiera cómo era su camino, cuál su género, para llenar con él aquellos foros cuyas candilejas ya se encendían y apagaban seductoramente en la imaginación. “Lo sentí el día en que fui a una carpa a pedir trabajo y bailé el charleston…”
Y aquí entra la historia –la historia verdadera, como dicen los más fieles cronistas– que tiene por paisaje una carpa y por testimonio a un público inconsciente de asistir al nacimiento de uno de los más grandes mimos de nuestro tiempo: el nacimiento de Cantinflas. Pues así como Mario Moreno no se daba cuenta, tampoco aquel público partero podía ver claramente quién era aquel nuevo ser que venía al mundo.
La historia de la primera carpa se ha contado de variada manera. Oigámosela al propio Mario Moreno, que nos la cuenta para los lectores de Siempre!
—Mi padre estaba en Veracruz, trabajando en la oficina de Correos. Yo lo fui a visitar. Él estaba empeñado en que yo también fuera empleado postal. ¡Espíritu de cuerpo! Mientras llegaba esa oportunidad, me mandó a practicar, muy recomendado, a otra oficina. Un día llegué tarde y el jefe me puso una regañada. Y yo le dije que no tenía por qué. Que si esto me hacía cuando yo no era empleado, qué no me haría cuando lo fuera. Me fui, y fui a dar a Jalapa. Estaba yo desorientado, sentado en una banca del parque, cuando me di cuenta que estaban montando una carpa. Llegué y le pregunté al dueño que si me daba trabajo. Me miró de arriba abajo y me preguntó: “¿Y usted quién es?” “Yo soy artista”. “¿Dónde están sus programas?”, los programas que demostraran mi actuación. Le contesté pensando que más valía la mentira que perder la oportunidad que yo andaba buscando. “Me robaron los programas, la ropa, todo”. Por último, el dueño dijo “Véngase esta noche, a ver qué sabe hacer”. Mientras llegaba la noche, el corazón del muchacho –tenía entonces dieciséis años– bailaba más de lo que horas después bailaría su cuerpo. Entre algunos problemas prácticos figuraba el de la ropa con que luciría –o desluciría– en el charleston que iba a proporcionar como primer número de su carrera profesional. Se arregló un pijama viejo de su padre, el modesto empleado postal que de esta involuntaria manera contribuía a que su hijo no fuese oficinista de Correos. Cuando llegó, listo el ánimo y la extraña indumentaria, la pequeña orquesta –una flauta, una batería y un saxofón– tocaba el charleston. “¿No más ese número sabe?”, le advirtió el dueño de la carpa. Y entonces a Mario Moreno, que ya oía la voz oculta de Cantinflas, se le ocurrió hacer parodias de las canciones de moda inventando él mismo las letras. Con esa música, Mario Moreno iba presentando al mundo su otro ser: Cantinflas.
¿Después de la carpa jalapeña?
—Me quedé en una situación medio rara. Me vine a México y me puse a trabajar en las carpas por Azcapotzalco, Tacuba…
Y entonces ocurrió otro hecho definitivo: el conocimiento con nuevos patrones, que acabarían siendo la nueva familia de Mario Moreno. El matrimonio Suboreff y sus hijos habían dejado aquella Rusia de nieve y fango, oscura y zarista, y emigraron al México de luces, donde proliferaba, bajo las lonas de quita y pon, un género crítico y simplista para la diversión popular. Los esposos Suboreff serían los suegros de Mario Moreno, y la hija, Valentina, su esposa. La parodia escénica había conducido a una seria realidad, a otro hecho decisivo en la vida de Mario Moreno.
Por sus primeras actuaciones de Cantinflas, Mario Moreno ganó ochenta centavos. Ahora gana… Bueno, “ahora ganas –le decía un amigo– lo que quieres”. Mejor dicho: lo que quiera. Los ochenta centavos no decepcionaron al actor. El camino que ya francamente transitaba, tampoco:
—Yo siempre veía una puerta abierta.
¿Y siente usted que la ha pasado?
—Sí, pasé la puerta y comencé a ver cómo mis ilusiones se hacían realidad.
Pasar la puerta en victoria debe ser más inquietante que pasar bajo un arco de triunfo.
Oiga, Mario Moreno, ¿quién es Cantinflas?
—Cantinflas es un tipo que comenzó como todo el mundo sabe, como una experiencia de la vida real y popular, y con el estímulo que le dio el público. Es como un extracto puro. Nunca estuvo en una escuela de arte, sino en las carpas. Pero puede alternar con cuantos hayan estado en la escuela de arte, porque fue el pueblo su gran escuela.
La película conmemorativa. (4)
¿Cómo se comporta Mario Moreno con Cantinflas?
—Un día que Mario Moreno cortara de un tajo su base con Cantinflas, podría ser –como ahora– un caballero muy serio, que no es Cantinflas hasta que no está ante las cámaras, pero que perdería toda sustancia original, toda savia nutricia. Bien lo sabe el actor, que teniendo muchas veces sólo el aspecto de Mario Moreno, comenta: “para no perder la gran fuerza original de Cantinflas, yo me inspiro en él”. Cantinflas y Mario Moreno no pueden disociarse nunca. El actor se encuentra en Mario Moreno, pero aun cuando no quiere que asome Cantinflas, el personaje está en él y quiere hacerse ver. Lo cual no le pasa a Cantinflas cuando está actuando, pues él nunca deja que se le meta dentro Mario Moreno. Un día le dijeron a doña Valentina, la esposa de Mario Moreno: “¡Qué feliz debe ser teniendo siempre con usted a Cantinflas!” Y doña Valentina, con esa sensibilidad de las mujeres capaces de distinguir bien entre la ficción y la realidad, repuso: “No. Para ver a Cantinflas yo voy al cine. Aquí tengo a mi marido, a Mario Moreno”
Esa alternativa Mario Moreno-Cantinflas nunca se resuelve con la absoluta separación. Debe ser como un globo al cual se le da cuerda para que se vaya, con su propia y colorida personalidad, por el ancho espacio, pero que nunca deja de estar amarrado a la mano del niño que abajo lo sostiene. Recoge la cuerda y el globo vuelve a aquel ser, que también se ha sentido volar, que ha estado como el globo por los imprecisos caminos del aire. Porque, al fin de cuentas, expresa Mario: “Sería terrible ser Mario Moreno sin Cantinflas. No se les puede separar totalmente. Al menos, no los puede separar Mario Moreno…”
¿Y cuando usted habla con las gentes [sic], quién es?
—La gente espera oír siempre a Cantinflas, y tiene razón. Es a Cantinflas a quien conoce el público. Tengo que admitir que el público no conoce a Mario Moreno, y siempre quiere ver a Cantinflas. Sabe que he sido recibido por presidentes, que Mario Moreno ha recibido homenajes en París y en otras partes del mundo. Hay quienes han dicho: “Un peladito”. Pero señores, un peladito es el pueblo. Y un peladito que evoluciona, porque el pueblo también cambia o se estancaría, no progresaría…
En La Vuelta al Mundo en 80 días. (5)
¿El Cantinflas de hoy no es exactamente igual que el de hace veinte años?
—No, siendo el mismo no es exactamente igual. Ni México es igual. La gente evoluciona como ha evolucionado Cantinflas.
¿Qué ha sentido usted, Mario Moreno, cuando ha recibido esos homenajes en otros países?
—Llegado el momento, separo mi persona, y siento que el homenaje no es a mí, sino a un mexicano. Que es el pueblo el merecedor. Siempre he deseado para México y los Mexicanos lo mejor y siento que vibra en mí lo mexicano, sin que yo sea patriotero. Porque lo patriotero no me gusta.
Le van a decir que eso es demagogia…
—Créame que lo siento como se lo he dicho. No puedo evitar opiniones de quienes crean lo contrario.
Pero usted… Usted como usted mismo, como Mario Moreno, como persona que empezando en la carpa conquistó la esquina más cara de la Quinta Avenida, la fama, dinero… ¿qué es lo que siente usted más íntimamente, para usted solo?
—Cuando recibo esos homenajes, me acuerdo de lo que fui. Se me hace un nudo en la garganta y, francamente, Cantinflas no ha podido decir un chiste. Yo tengo muchos control sobre Cantinflas, y sería ridículo que saliera él a hacer un chiste. Hace por salir, porque, después de todo, él tiene derecho a recibir homenajes. Pero nunca quiere dejar mal a Mario Moreno, y se queda quieto.
—¿Algún día morirá Cantinflas?
—Mientras yo viva, vivirá Cantinflas. Si muero yo, moriría él. Sería imposible sin Mario Moreno, como sería imposible sin que lo hubiera hecho Mario Moreno. Moriría Cantinflas cuando ya no lo alimentara Mario Moreno. Y eso ocurrirá cuando Mario Moreno muera.
—¿A quien se parece Cantinflas?
—A Cantinflas.

Imágenes tomadas de:
(1) Suárez, L. (1961). El chiste del chiste. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y Comercial. 1991. (pp. 36-39).
(2) Página de inicio de Google 12/08/18
(3) Cine Premier.
(4) Verdad y Cine.
(5) México.

Entrevista tomada de:
(1) Suárez, L. (1961). El chiste del chiste. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y Comercial. 1991. (pp. 36-39).

D. R. 2018 Darío Aguirre



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