domingo, 15 de julio de 2018

Miguel Ángel de Quevedo

El Apóstol del árbol

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-07-15

#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 15 de julio de 1946, fallece en la Ciudad de México el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, fundador de la Sociedad Forestal Mexicana y de los Viveros de Coyoacán así como promotor de la Reserva Nacional de el Pedregal.
Miguel Ángel de Quevedo, ingeniero protector de los árboles.
Nació el 27 de septiembre de 1862 en Guadalajara, Jalisco.
Experto en la construcción de presas hidroeléctricas desde finales del siglo XX, época en la que participó en las obras realizadas en Río Blanco. Asimismo construyó la Iglesia del Buen Tono y la casa matriz del Banco de Londres y México, en la ciudad de México. También construyó el Conjunto Mascota, el Edificio Fabricas Universales y varios Edificios de la Cigarrera del Buen Tono en la plaza de San Juan.  
Edificio del Banco de Londres y México. (1)

Consiguió detener los médanos de Veracruz, municipio de Alvarado especialmente los de la Playa Norte, con la plantación en gran escala de casuarinas, especie que se importó de Australia.
Sus máximos logros los obtuvo durante los muchos años en que laboró como Jefe del Departamento forestal de la SARH. Dicha actividad, encaminada principalmente a la labor de reforestación, le valió ser reconocido con el sobrenombre de “El apóstol del árbol”. Su gran amor por la relación entre la naturaleza y el hombre, le hizo donar a la ciudad de México los Viveros de Coyoacán, que eran una parte importante de su rancho denominado “Panzacola”.
 
En la plantación de árboles en 1955. (2)
Fue llamado "El Apóstol del árbol".
Miguel Ángel de Quevedo falleció el 15 de julio de 1946 en Ciudad de México. 
En honor a tan importante personajes una avenida profusamente arbolada en la Ciudad de México lleva su nombre, y a consecuencia de su cruce con Av. Universidad, donde hay una estación del Metro, la misma lleva su nombre y el símbolo es un árbol estilizado.
Logotipo de la Estación del Metro Miguel Ángel de Quevedo.
A continuación transcribimos la entrevista contenida en el libro 100 entrevistas 100 personajes realizada el ingeniero Quevedo por Jorge Piñó Sandoval en marzo de 1995 (en un diario no especificado).

Miguel Ángel de Quevedo
Amar a los árboles
El ingeniero Miguel Ángel de Quevedo nos recibió en el amplio salón de trabajo que tiene instalado en su cas. Dos balcones miran a la calle del Elíseo, y sus vidrios están manchados debido a que, en el exterior, un grupo de obreros reconstruye la fachada. Una chimenea de mármol blanco, de sencillas y elegantes molduras en bajorrelieve, sirve para sostener dos estatuitas de metal que soportan despreocupadamente los sockets de la corriente eléctrica, que por el momento están ociosos. Frente al escritorio del ingeniero hay tres hileras de sillas, y en las paredes, en grandes marcos comunes, muchas fotografías de árboles, viveros, bosques sombríos y limpias panorámicas. Dos grandes estantes que albergan folios y rollos de papel; en el techo una moldura que forma un gran óvalo, y por último un quetzal disecado luce vistoso plumaje, parado en una rama sujeta al marco de la puerta abierta, desde donde se ve un busto de Napoleón, con la cara ceñuda caída sobre el pecho, entre los abultados pliegues del capote militar.
El ingeniero Miguel Ángel de Quevedo tiene un cuerpo delgado, erguido; la barba y el bigote son casi blancos, la piel sonrosada y los ojos profundamente azules, un poco marchitos por el estudio. La frente de “el apóstol del árbol” resulta más venerable debido a que la calvicie la ha prolongado. Durante su charla mantiene una austeridad benévola.
Este hombre salió en 1895 a dar un paseo por los alrededores de México, y descubrió que las grandes fábricas movían su maquinaria con vapor, valiéndose de calderas que diariamente consumían miles de leños. El ingeniero exclamó:
—¡Esto es una barbaridad!
Inicio de la Av. Miguel Ángel de Quevedo e Insurgentes. (3)
Debemos Construir Jardines
Y cinco años después introducía en la metrópoli la primera fuerza hidroeléctrica, con objeto de que la emplearan los industriales y se contuviera en esa forma el desmantelamiento de los bosques.
En 1901 fue nombrado regidor de Obras Públicas, y en una sesión del Cabildo enteró a sus colegas de una evidencia inadvertida:
—Señores: México tiene únicamente siete jardines. La plazuela del Salto del Agua está convertida en un amontonamiento de barracas indecentes, en una verdadera vecindad, donde so pretexto de casas para artistas vive todo género de gentes. La Plaza del Árbol no tiene un solo árbol. ¡Debemos construir jardines!
Los responsables colegas del animoso regidor opinaron que construir jardines equivalía a hacer fuertes erogaciones, y los más criticaron la iniciativa. Pero cuando el ingeniero Quevedo abandonó su curul, la ciudad contaba con cuarenta y un parques.
Por aquellos años se reunió el Congreso Meteorológico, y el ingeniero Quevedo demostró que la mayoría de los fenómenos atmosféricos están íntimamente ligados con la vegetación. Fue aceptada su tesis y ella sirvió de base para gestionar la fundación de un Departamento Forestal.
Posteriormente, el ingeniero Quevedo fundó los viveros que están en Coyoacán, en Santa Fe, en el Desierto de los Leones; fundó tres en Xochimilco y tres más en las orillas del Lago de Texcoco.
Los viveros de Coyoacán. (4)
—Dentro de pocos días –nos dice–, para terminar la quincena del árbol, organizaremos un gran acto en el bosque de El Contador, un hermoso lugar próximo al pueblo de Atenco, la jurisdicción de Texcoco. Precisamente allí, Netzahualcóyotl, el rey poeta,  tuvo su jardín botánico, con invernaderos donde crecían plantas medicinales y también se cultivaban hermosos árboles y plantas de exóticas flores. Nosotros refundaremos un vivero en aquel sitio, que llevará el nombre de gran Netzahualcóyotl.

Cambiando el rumbo de su conversación agrega:
—Cuando Humboldt estuvo en México, no le fue posible ocultar su admiración ante nuestros bosques, ante la maravillosa vegetación que cubría nuestras tierras, y en su Ensayo Político de la Nueva España señaló la conveniencia de cuidad esta inmensa riqueza. Pero lejos de oírle, en poco más de un siglo que llevamos de Independencia los montes han sido destruidos, los pastos quemados, ignorando que con ello sólo se logra destruir las semillas que con la primavera germinarán nuevamente. La creencia de los primitivos habitantes de estas tierras, que veían en el amate, el ahuehuete y el oyamel árboles sagrados, sencillamente porque son como esponjas que retienen el agua, fue sustituida por la ignorancia. El árbol, por desgracia, aún tiene muchos enemigos, hombres irresponsables que no comprenden que la vegetación no es un patrimonio exclusivo de su generación, sino que también pertenece a las que siguen, porque de ella depende que los países sean habitables. Es más, cuando los árboles son heridos, cuando su corteza es abierta por un golpe, esa herida debe cubrirse, cuidarse, porque es como las de la carne; de ella depende la salvación del árbol.
¿En qué lugar del país se destruyen más árboles, señor ingeniero?
—En Hidalgo –responde amargamente.
Tenernos entendido que hay muchos pueblos que viven exclusivamente de la leña y el carbón; ¿cómo resolver la subsistencia de esas gentes?
—Cualquier monte ofrece leña seca, despojos que puede resolver esta situación de los pobres que encuentran su vida vendiendo leña. De ahí nuestra labor entre los campesinos, enseñándoles la conveniencia de cuidar los árboles. Hacemos una labor cultural en todos los sectores, y una prueba de ello son las cartillas que en breve divulgará la Secretaría de Educación entre los niños de las escuelas. Para esto hemos seguido el ejemplo de Europa, en donde el amor al árbol se les inspira a los hombres desde que tiene uso de razón.
Y después nos entera de todas las medidas que ha tomado su departamento para la conservación de los bosques. En aquel momento suena la campanilla del teléfono y la secretaria del ingeniero anuncia:
—Hablan de Cuernavaca ingeniero.
Nuestro entrevistado regresa momentos después e informa:
—Los gobernadores del país secundan el asunto. Constantemente recibo telefonemas de larga distancia.
Y nos tendió la mano.

Imágenes tomadas de:
(3) Wikimedia
(4) mxcity.

Con información de:
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D. R. 2018 Darío Aguirre





2 comentarios:

  1. Es bueno conocer a los hombres que nos han dado patria, por sus acciones ciudadanas de gran valía.

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