De afamado militar a dictador
Dr. Héctor Darío
Aguirre Arvizu
18-09-15
#Semblanza, #Efemérides,
#EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 15 de septiembre de 1830 nace en la ciudad
de Oaxaca, Porfirio Díaz Mori, quien habrá de distinguirse como brillante
militar que combatirá a los invasores americanos en 1847, a los franceses en
Puebla y a los imperialistas de Maximiliano. Llegará a la Presidencia de la
República donde se entronizará como dictador al que derrocará en 1910 don
Francisco I. Madero.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori nace
el 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca, capital del estado del
mismo nombre. Fue el sexto hijo de siete, que José Faustino Díaz, criollo de
origen español, y Petrona Mori con algo de sangre india mixteca, y otro poco
asturiana habían procreado. Existe una creencia generalizada de que Porfirio
Díaz fue un hombre de origen más bien indígena, tipo Juárez, de poca
instrucción y cultura y que sólo hasta llegar a la presidencia se afinó de
forma notable.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori nace
el 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca, capital del estado del
mismo nombre. Fue el sexto hijo de siete, que José Faustino Díaz, criollo de
origen español, y Petrona Mori con algo de sangre india mixteca, y otro poco
asturiana habían procreado. Existe una creencia generalizada de que Porfirio
Díaz fue un hombre de origen más bien indígena, tipo Juárez, de poca
instrucción y cultura y que sólo hasta llegar a la presidencia se afinó de
forma notable.
Esto no es del todo correcto, ya que si
bien es verdad que durante su mandato y gracias a la intervención de su esposa,
Doña Carmen Rubio, el militar rudo de batallas se preocupó por mejorar sus
maneras y costumbres de forma más acorde con los protocolos sociales y
políticos de la época, también es cierto que recibió estudios formales, tanto
en su infancia como en su juventud. Posiblemente para muchos lectores sea
sorpresa saber que Don Porfirio hizo tan buenos estudios que hasta llegó a dar
clases de latín.
En 1835, el pequeño niño Porfirio, fue
enviado a la escuela “Amiga” para aprender a leer y a escribir. En 1843, ya
adolescente, y apadrinado por el futuro obispo de Oaxaca don José Agustín
Domínguez, ingresó al Seminario Tridentino de Oaxaca para comenzar una carrera
teológica. En este seminario y durante los próximos tres años, realizó estudios
de gramática, retórica, latín, matemáticas, lógica, entre otras materias.
Al tener noticia del inicio de aquella
injusta y canalla invasión de parte de los codiciosos norteamericanos y a la
cual se le llama “elegantemente” la “Intervención Norteamericana en México”,
Porfirio Díaz y otros compañeros decidieron solicitar su ingreso en el Ejército
Nacional. Solicitud que fue aceptada con el enlistamiento de los jóvenes en un
batallón que finalmente no tuvo oportunidad de luchar. Sin embargo, se podría
afirmar que esta acción del año de 1846, marcó de una forma u otra, el inicio
de la carrera militar de Porfirio Díaz o en todo caso la expresión de una
vocación antes oculta.
Fue precisamente en ese año, en que
enseñaba latín al hijo de su mentor político Don Marcos Pérez, en una entrega
de premios, conoció a Benito Juárez entonces Gobernador del Estado de Oaxaca.
El joven, sumamente entusiasmado por lo
escuchado en la reunión y tras una gran lucha interna, tomó la difícil decisión
de abandonar el camino eclesiástico. Una decisión que marcaría el destino, no
sólo del futuro General, sino de la nación entera. Al conocer la nueva
situación el ahora obispo de Oaxaca, padrino de Porfirio, contrario a las
nuevas aspiraciones de su protegido, decidió retirarle todo su apoyo moral y
económico. No obstante el joven estudiante ingresó al Instituto de Ciencias y
Artes de Oaxaca en donde realizó estudios de Derecho hasta 1850, año en que se
convirtió en maestro de esta misma materia. A finales del año de 1854, estando
de nueva cuenta Antonio López de Santa Anna como presidente de México, y en
pleno fervor de la Revolución de Ayutla, se hizo un llamado a la población para
que mediante un plebiscito se votara la permanencia del caudillo en el poder o
en caso contrario se hicieran propuestas del posible substituto.
Algunos que creyeron que el plebiscito
sería legitimo, votaron primero, por la salida inmediata del Presidente y
segundo, por la instauración de Juan Alvarez como encargado de la presidencia.
Poco tiempo después se ordenó que se hiciera preso a todo aquel que había
votado en contra y a favor de Alvarez, entre ellos a Porfirio Díaz. Para agosto
de 1855 la Revolución de Ayutla triunfaba claramente y Santa Anna se vio
obligado a abandonar el poder mientras Juan Alvarez quedaba como presidente
interino. En el mismo año Porfirio es nombrado Jefe Político del distrito de Ixtlán
y posteriormente -ya con Ignacio Comonfort como presidente- se le confiere el
mando militar del Istmo de Tehuantepec.
Es en esos días que Porfirio conoce a la
que sería su gran amiga sentimental: Juana Catalina Romero, “La mamá grande de
Tehuantepec“, “Didjaza”. Una mujer legendaria que trabajó mucho por todo el
Istmo de Tehuantepec y a la que se le atribuyen tantas virtudes que resulta
fácil comprender la razón del aprecio tan importante que el oaxaqueño le
prodigaba. Juana Catalina Aun con el triunfo liberal de la Revolución de Ayutla
y la salida de Antonio López de Santa Anna, el país continua con gran
efervescencia política. La promulgación de la nueva Constitución, la expedición
de la “Ley Juárez” y la “Ley Lerdo”, se convierten en los grandes detonantes de
otra guerra fratricida entre conservadores y liberales, la “Guerra de Reforma”.
Este nuevo conflicto que se desarrolló desde 17 de diciembre de 1857 hasta el
1º de enero de 1861 fue también llamado, en alusión a su duración, la “Guerra
de Tres Años”. En este período Díaz asciende, dentro del escalafón militar, a
Mayor, Coronel y Teniente General, grados conferidos por su exitosa
participación en varias batallas.
Con la entrada exitosa a la ciudad de
México del General Jesús González Ortega, al mando del ejército liberal, y con
la consiguiente disgregación de las fuerzas conservadoras, queda allanado el
camino a dos hechos significativos de la historia de México: la segunda
invasión francesa a nuestro país y la inserción en la vida política de la
república de Porfirio Díaz.
El ahora General obtiene una curul como
diputado por el estado de Oaxaca en el Congreso de la Union, el cual y desde
1845, sólo estaba conformado por la Cámara de Diputados. El 15 de junio de 1861
Benito Juárez García fue declarado presidente constitucional de la república y
apenas un mes más tarde, emitió un decreto que suspendía todos los pagos de
deuda pública nacional e internacional.
Este decreto provocó la ruptura de
relaciones con los gobiernos de Inglaterra y Francia. Mientras el gobierno de
Juárez hacía negociaciones para evitar el inminente enfrentamiento, en el viejo
continente la facción conservadora realizaba sus propios arreglos con el fin de
instaurar una monarquía con algún príncipe europeo. Napoleón III, emperador de
Francia, con el pretexto del conflicto generado por la suspensión de pagos, en
flagrante violación de algunos recientes tratados y por su obvia necesidad
política de influir en América, decidió continuar con la proyectada invasión a
México en enero de 1862.
Las fuerzas militares de Inglaterra y
España, que ya habían ocupado Veracruz, optaron por reembarcarse y no
participar en el conflicto. El ejército expedicionario europeo apoyado por
fuerzas rebeldes conservadoras se presentó frente a la ciudad de Puebla el 5 de
mayo de 1862.
Los franceses, con su acostumbrada y
extrema arrogancia, habían imaginado que la conquista de esta ciudad sería casi
un paseo, que no habría resistencia. Ese día los invasores fueron derrotados y
tuvieron que retirarse. Porfirio Díaz, bajo el mando del General Zaragoza, toma
parte activa en esta batalla. Pero es casi un año después, durante el Sitio de
Puebla, donde el brillante General comienza a destacar entre los demás.
“El
General Porfirio Díaz, que manda la Brigada de Oaxaca de la División
Berriozábal, es un jefe muy templado, de gran reputación y simpatía. En la
acción de Pachuca se distinguió y se dio a conocer por los viejos soldados que
estaban en México, pues fue muy alabado por el General Tapia que mandaba en
Jefe. Se cuentan de él muchos actos de valor, tenacidad, resolución y astucia
en los numerosos combates que ha tenido.
Se dice que en Tehuantepec, Juchitán,
Oaxaca y otros diferentes puntos tuvo acciones que lo acreditan tanto, que se
le tiene ahora como el primer soldado del Estado, (de Oaxaca) donde ya es
candidato para gobernador, aunque él no quiere y se ha rehusado. Ha sido herido
varias veces, entre otras acciones, en Ixtapa y Oaxaca. En Jalatlaco llevó a
cabo un movimiento audaz y oportuno, derrotando a Márquez; y esto me consta,
porque yo estaba en Toluca y lo supe en el acto. Como es muy sabido, el 5 de
mayo se distinguió extraordinariamente como Jefe de la derecha (sic),
rechazando y persiguiendo al regimiento de infantería francés…”
Decenas de anécdotas surgen en esas
batallas de calle por calle, casa por casa, cuarto por cuarto, dentro de la
ciudad sitiada. Los grandes personajes hacen historia al ser parte de hechos
heroicos, románticos, y a veces, hasta chuscos. Porfirio Díaz es el constante
protagonista de estos hechos. Dos relatos nos muestran la intensidad de la
lucha:
El 2 de abril, al anochecer el enemigo
hace un ataque a San Marcos. Los franceses, que ocupan las dos manzanas que
forman la calle del Mesón de Guadalupe, arremeten con su artillería y abren una
brecha. La gran columna de zuavos que a la carrera penetran al interior del
patio son contenidos por las fuerzas mexicanas al mando de Díaz. Después de
tres horas de lucha cuerpo a cuerpo ¡dentro de las habitaciones! los franceses
tienen que retirarse precipitadamente. Díaz se bate en repetidas ocasiones y se
le llega a considerar herido, pero por fortuna sale ileso. En otro
enfrentamiento, el 19 de abril, durante los ataques a la calle de las Ruinas y
a la manzana del Mesón de la Reja, un batallón irrumpe violentamente tratando
de penetrar a las fortificaciones de las casas. Doscientos hombres mexicanos
les salen al paso pero poco pueden hacer contra ochocientos atacantes.
Los defensores, aunque batiéndose,
comienzan a retroceder, ya que el repentino ataque los ha tomado por sorpresa.
Los invasores, con sed de venganza por las anteriores pérdidas, los siguen de
cerca y no dan cuartel. Pese a los grandes esfuerzos de los Jefes y Oficiales
la retirada se convierte en una fuga tan desorganizada que toda la posición
queda bastante comprometida. En el momento más terrible de la situación aparece
el General Díaz, que con potente voz y exponiéndose claramente, ordena a los
soldados: ¡Alto! Algunos valientes obedecen en el acto. Díaz corre de grupo en
grupo, detiene a unos y grita a otros, y con dureza toma el control. Los
soldados animados por la actitud de su Jefe se reagrupan mientras el enemigo
vacila por lo inusitado de la reacción. Con la oportuna llegada del General, y
minutos más tarde, con el arribo del Batallón de Toluca y una Compañía de
Oaxaca se restablece el equilibrio de las posiciones. Este tipo de acciones
militares, entre muchas más, hacen que el prestigio de Díaz, tanto en México
como en el exterior, crezca a grandes alturas. Los mismos franceses se lo
reconocerían años después en París.
Tras la inevitable caída de la ciudad de
Puebla, el General Díaz es apresado junto a decenas de oficiales y Jefes del
Ejército de Oriente en el Convento de Santa Inés, pero poco antes de ser
embarcado con rumbo a Europa, el valiente militar logra escapar de sus
captores. El 31 de mayo Benito Juárez le asignó a Díaz el cargo de gobernador
interino de la ciudad de Oaxaca. Lo que resta del año de 1863 y casi todo el
año de 1864, Díaz y Manuel González desarrollaron una lucha de guerrillas que
mantuvo a los franceses a raya. Paralelamente, en el Castillo de Miramar
(Trieste, Italia) el 10 de abril del mismo año, el archiduque Fernando
Maximiliano de Habsburgo era proclamado emperador de México. En 19 de febrero
de 1865 se inicia el sitio a la ciudad de Oaxaca por el general François
Achille Bazaine.
Tras cuatro meses de asedio, Porfirio
Díaz se vio obligado a rendir la plaza y a quedar preso por segunda vez y ante
el mismo enemigo (22 de junio). Don Justo Benítez, compadre del general
mexicano, ante la orden de Aquiles Bazaine de fusilar al valiente jefe militar
con el cargo de sedición, intercede por él, y con éxito, logra cambiar la
sentencia a cadena perpetua. Porfirio Díaz que no era un soldado común que dócilmente
aceptara su cautiverio, logra escapar de su prisión de poco más de un año, en
el Convento de las Carmelitas, Puebla, y de inmediato organiza una pequeña
fuerza militar. En los meses siguientes, el aguerrido general reorganiza el
Ejército de Oriente con la ayuda de Juan Álvarez. Participa y triunfa como
comandante en tres importantes batallas: La Batalla de Miahuatlán, Oaxaca (3 de
octubre de 1866), la Batalla de la Carbonera, Telixtlahuaca, Oaxaca (18 de
octubre 1866) y en la famosa Toma de Puebla del 2 de abril de 1867.
Murió el 2 de julio de 1915.
Imágenes tomadas de:
(1) México
Desconocido.
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Con información de:
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D. R. 2018 Darío Aguirre
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