domingo, 7 de octubre de 2018

Francisco Gabilondo Soler "Cri-Cri"


El cantor de la infancia inocente

Dr. Héctor Darío Aguirre Arvizu
18-10-06
#Semblanza, #Efemérides, #EfeméridesMexicanas, #UnDíaComoHoy 06 de octubre de 1907 nace el cuentista y compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, también apodado El guasón de las teclas, autor de más de 200 temas musicales para niños, los cuales han sido traducidos a varios idiomas. Su gusto por la astronomía lo lleva a hacer diversas investigaciones y en 1951 ingresa como miembro activo de la Sociedad Astronómica Mexicana.
Francisco Gabilondo Soler, compositor. (1)
Su verdadero nombre fue Francisco Gabilondo Soler. Nació el 6 de octubre de 1907 en Orizaba, Veracruz. Músico autodidacta, fue calculista en el Observatorio de Tacubaya, campeón de natación y boxeo en Veracruz, antes de cumplir 20 años. Formó un grupo de jazz y luego comenzó a componer canciones románticas y picarescas. Debutó en la radio en la estación XETR, donde se presentaba como “El guasón del teclado”. Pasó a la XEW donde popularizó sus primeras canciones infantiles. A partir de 1934 grabó más de 300 discos. Entre sus melodías más conocidas, y que han deleitado ya a cuatro generaciones de mexicanos, están: El chorrito, El ropero, El negrito Sandía, El ratón vaquero, La patita, Di por qué, La merienda, Che araña, El ropavejero, El venadito y La negrita Cucurumbé.
Muere en su rancho de Texcoco el 14 de diciembre de 1990.

A continuación reproducimos una entrevista realizada por Elvira García en diciembre de 1977 publicado en algún diario no especificado y reproducida en el libro 100 entrevistas, 100 personajes, publicado por PIPSA.

LA LLAVE DE LA INFANCIA

Apoyado en un bastón y dando unos pasos pequeñitos que contrastan con su gran corpulencia, Francisco Gabilondo avanza por el corredor hasta nuestro encuentro; en este lapso, uno puede reconocer y recrear la imagen de ese hombre.
¿Es cierto que la astronomía y la navegación le quitaron el tiempo a Cri-Crí?
—¡Y las muchachas!... También fui pecador… es muy difícil zafarse de eso pero, pues, la vida ¿no?... y la gente decía: pero cómo ¿Cri-Crí de don Juan?... ¡Pues sí!, aunque es una imagen que no se lleva pero… me decía Sordo Noriega: “Yo no sé Como haces canciones para el sector ingenuo teniendo tú esa cara de bandido”.
Y ¿no compuso algunas canciones amorosas, que hablaran de mujeres?
—No… bueno, sí: allá por el año 25 o 26, pero… eran unas cosas muy mal hechas. Lógicamente, las primeras producciones son al malas… es muy rato que a un principiante le salga algo bueno… claro, no niego la posibilidad pero… ya cuando llegué a lo de Cri-Crí estaba ya bien fogueado en la música, después de haber hecho algunos intentos de cancioncitas dizque románticas, luego me dio por la música de baile, entonces el fox trot y el tango estaban muy de moda y ¡por supuesto los danzones!, porque además soy de la tierra de este baile. Y… después fui acompañante de algunos cantantes, e hice un numerito y… Ruiz Cabañas, el Vate Ruiz Cabañas de El Universal, me bautizó con el nombre de Guasón del Teclado, cantando yo canciones festivas… ¡pero no duré mucho! Y cuando llegué al Cri-Crí ya tocaba bien, ya sabía componer, tenía idea clara de lo que podía hacer… sobre todo junté el cuento con la música, y eso fue lo que más pegó porque fíjese usted que siempre hay o buenos músicos o buenos cuentos, pero falta el enlace… porque realmente mis canciones son fantasías, no son canciones infantiles, porque vamos a decir que canción infantil es una como las que enseñan en los jardines de niños; son canciones que tienen poco enlace, que son muy fáciles para pasar de una nota a otra, ¡esas sí son canciones infantiles!... y so es muy distinto, y que para los chicos son difíciles, inclusive para gente que sabe cantar. Yo me acuerdo que me decía… pues no sé si Paz Águila o su hermana; alguna de las dos me decía: ¡Pero si están rete-difíciles tus canciones! Y ellas, que son profesionales… Yo siempre he buscado que el estilo se lleve con la idea: si voy a escribir runa canción sobre un camello, pues tengo que utilizar una canción oriental, ¡ni modo que use un corrido mexicano!, y al revés… cada idea tiene que llevar su estilo de música, hasta la clásica, como en minueto, la gavota y… también el chorrito mexicano, ahí está El comal y la olla o El gato de barrio.

EL COMAL Y EL ESTILO

Y, ¿cómo surge El guasón del teclado?
—Pues nada, que además de mis pequeñas composiciones en música de baile, se me ocurrió hacer canción festiva. Y una vez en el periódico salió un anuncio que decía: “Buscamos novedades para una estación de radio”. Esa estación estaba frente al Caballito –donde ahora, por cierto, está una librería– y se me ocurrió ir. Ahí estaba el Che Bohr y la princesa Olga, que rea su mujer, e hice una prueba. Luego al terminar me dijeron: venga tal día a recoger su veredicto. Pues que voy y que me dan una tarjeta así –que siento muchísimo haber tirado, es una de las coas que más me duele en la vida–; esa tarjeta decía: “Francisco Gabilondo, composiciones festivas, elemento completamente nulo”, firmado por la princesa Olga. Sucede que el Che Bohr hacía una cosa parecida a la mía y la princesa Olga pensó que le iba a quitar el trabajo a su marido. Pero resultó que cuando fui a hacer la prueba, me escuchó el Vate Ruiz Cabañas, que era periodista de El Universal y poeta conocido de esa época. Me dijo: “Qué hubo, amigo, ¿cuándo empezamos?”. Y le dije: “Pues no, señor, mire usted”, y le mostré la tarjeta. Pero él me respondió: “Nada; usted empieza tal día”.
¿Cómo era el ambiente artístico y musical de su primera época, en la XEW?
—Era el de una familia; la XEW era una familia… y no nos importaba el dinero, trabajábamos realmente por amor, por gusto. Me acuerdo que cuando conseguí un programa, un programa chico que se llamaba La fuente encantada, donde anunciábamos el Garci-Crespo de Tehuacán, invité a Emilio Tuero para hacer canciones; en realidad, el programa era una reminiscencia de El guasón, sin dar yo mi nombre; más bien estaba de incógnito. Éramos dos pianos, el de Juanito García Esquivel y yo. Los chansoniers eran Emilio Tuero y Ramón Armengol, y se pusieron muy contentos porque conseguí que le pagaran 25 pesos a cada uno.
¿Usted desde niño tocaba ya el piano?
—No, qué va, lo que  pasa es que desde muy chiquito tuve la oportunidad de escuchar a mi madre tocar Los andaluces como la tocaban todas las señoras jóvenes de ese entonces. Yo la iba siguiendo con el dedo, así, tan tan, tan, tan, tan, tan, tan, Luego, como estaba muy fuerte la cosa de la revolución, nos vinimos a la capital, porque vivir en la provincia era terrible. Y el piano allá se quedó olvidado; en la ciudad de México no hubo piano; entonces, yendo al colegio se pasaron los años. Regresamos a Orizaba cuando las cosas ya estaban calmadas, pero teníamos una casa muy chiquita y el piano se quedó en casa de mi tía y me daba flojera ir allá. Más tarde, por el año de 1923 conocí a Agustín Lara, que tocaba en una casa de “turismo” –así les decían entonces– y ya empecé a interesarme de nuevo en el piano; escuchando tocar a Agustín volví a ejercitarlo…
En México Distrito Federal que en 1928 recibe a Francisco Gabilondo Soler, es un México cuya vida diurna se extiende sólo por algunas calles del centro de la ciudad; después, hacia el norte o hacia el sur, se ven a lo lejos los llanos y las milpas de la casi deshabitada ciudad de México. La calle de Ayuntamiento se convierte –gracias al auge artístico provocado por la XEW– es un importante centro de reunión. Los cafés y restaurantes cercanos se encuentran siempre concurridos por nuevos compositores que, con un legajo de hojas bajo el brazo, andan en busca de un “descubridor de talentos”. En ese ambiente de las nuevas estrellas de la radio, Ramón Armengol, Emilio tuero, Jorge Negrete, Esparza Oteo, Agustín Lara y otros, Gabilondo Soler empieza a darse a conocer con el sobrenombre de Cri-Crí.

UN GRILLO FRANCÉS

¿Cómo nace el nombre y el personaje de Cri-Crí?, ¿Por qué se pone usted así?
—Porque las que yo relata eran aventuras de un animalito, y como mi compañero era Núñez de Borbón, que usted debe conocer –Alfredo Núñez, eso de Borbón se lo pusieron, en realidad se llamaba Alfredo Núñez Cañas; está como el Arturo de Córdova, que era Arturo García–. En concreto, usted sabe que el animalito típico que en la fantasía toca el violín es un grillo (eso se pierde en la noche de los tiempos y no es nada original), pues Cri-Crí más o menos quiere decir grillo en francés, porque entonces en la escuela, como ahora enseñan inglés, en ese tiempo enseñaban francés, era lo de cajón: el inglés ni quien pensara en él; yo aprendí el francés escolar, no voy a decir que el francés literario o académico. Pero la cosa es que le llamé Cri-Crí sin imaginar que fuera a pegar como pegó, ¡inusitado!
—Señor Francisco Gabilondo, ¿cuáles fueron las intenciones de Cri-Crí en relación a los niños?
—Son intenciones intuidas, nunca improvisadas. Hay algo inconsciente porque uno al hacerlas no se da cuenta de todo el sentido que guardan las canciones para la gente; después le dicen a uno: “Oiga, qué lección da usted en la canción del Barquito de cáscara de nuez cuando dice que en la vida siempre hay que ir alegre”… navegar, en el mas, taratararararará… me dicen “es un canto a la vida, y quiere decir que uno no debe nunca amilanarse”. Pues… tal vez, pero yo nunca me di cuenta de ese sentido, hasta el momento en que me lo estaban haciendo ver. Y La muñeca fea, para mí fue una muñeca que auténticamente conocí, que estaba en el cuarto de los trebejos de la abuela; era una muñeca de trapo rellena de aserrín, y habría sido de mi mamá, o de alguna de mis tías, ¡vete tú a saber!... y había ratones y estaba el veliz y el recogedor y la escoba; todo lo ponían allí.
En el mundo de la radio, tan lleno de mayúsculas, el violín de Francisco Gabilondo Soler abre el arcón de la abundancia. Así pues, Cri-Crí permanece en su primera época en la XEW, durante casi diez años. Los viajes y la astronomía lo alejan temporalmente de la radio, pero vuelve a ella a mediados de los cuarenta y, poco tiempo después, en 1948, graba su primer disco, por el cual recibe poquísimas ganancias.
Pero el Cri-Crí navegante, sin dejar de serlo del todo, abandona esta afición poco tiempo después, pero continúa con otra que nace con el mismo Francisco Gabilondo: la astronomía.
¿La afición por la astronomía nace en usted un poco antes que por la navegación?
—No, la afición a la astronomía nace con Pancho Gabilondo; era yo muy niño y me acuerdo que andaba ya con unos gemelos de teatro de mi papá. Según o, estaba viendo la luna y las estrellas; además, sin saber realmente qué era lo que veía. Era yo muy chico, la prueba es que no me acuerdo cuándo fue. Luego, como a los once años de edad, un compañerito me regaló un libro: The Flammarion, se llamaba ­–era en español–, así de chiquito y tenía en la portada el planeta Tierra y sobre él un hombre desnudo sentado, viendo hacia arriba, viendo el Universo… ¡huy! pues que me vuelvo con el libro, y de allí a recoger datos, a hacerme aparatos, dique muy buenos.
Después de estos tiempos de rudimentarios aparatos inventados, Gabilondo empieza a invertir el dinero que gana como Cri-Crí en la adquisición de aparatos de medición y telescopios. Es hasta 1950 que comienza a construir su observatorio de divulgación científica en Tultepec, estado de México, al cual dedica gran parte de su tiempo. Finalmente en 1973, cuando ya la vista y la salud son deficientes, lo dona a la Sociedad Astronómica de México, de la cual es miembro honorario.
Con esa virtud de ser irreverente, burlón y festivo a sus setenta y cinco años; con esa vitalidad para el estudio de la astronomía, la lectura  y la música; con esa capacidad de ponerse contento por cualquier cosa, Francisco Gabilondo Soler vive tranquilo, lejos de la civilización, de lo moderno, olvidando la hora y hasta el día en que vive; recordando a cada rato su época de niño, su vida en Orizaba, su abuela, sus juguetes…
Entonces, sus recuerdos más vivos son los de los años que vive usted al lado de la abuela…
— Esa es la verdadera cuna de Cri-Crí… Ella era muy niñera, le gustaba invitar a los niños de los vecinos y se ponía a contarnos cuentos y luego nos daba unas representaciones: ponía una sábana en al puerta, detrás una lámpara y nos hacía figuras en las sombras; luego cantaba, tocaba el piano un poquito, como toda la gente de ese tiempo; luego nos hacía teatro con títeres… y, bueno, ahí estaba haciéndose Cri-Crí.


Nota: En mi infancia acudía yo al pueblo de Coscomatepec de Bravo, Veracruz, en donde había nacido mi padre, a corta distancia de Orizaba y Córdoba. De acuerdo a lo que decía la gente, la fuente en la que se había inspirado Cri-Crí para escribir la canción de El chorrito, había sido la de la plaza principal Hidalgo, que estaba ubicada al centro de la misma. Actualmente un hotel, el único del pueblo, afirma que la que tienen ellos fue la fuente de inspiración.
En ese pueblo se tenía una bellísima vista del volcán Citlaltépetl, el pico de Orizaba, que en principio, también contribuyó a sus inspiraciones.


Imágenes tomadas de:
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Con información de:
(1) García, E. (1774). La llave de la infancia. En 100 entrevistas, 100 personajes. PIPSA, Grupo Industrial y Comercial. 1991. (pp. 54-55).
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D. R. 2018 Darío Aguirre





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